sábado, 1 de diciembre de 2007

PRIMER DIALOGO DEL AMOR PLATONICO


VÍCTOR MANUEL GUZMÁN VILLENA

La amistad o el amor tienen su origen en la necesidad, es natural que los débiles sean amigos y amantes de los fuertes, los pobres de los ricos, los ignorantes de los sabios. En Platón hay dos términos que guardan relación con la esfera del amor. El primero es “filial” que designa el amor en un sentido amplio, el cual incluye el amor de padre e hijos, la amistad e incluso el amor sexual. El segundo vocablo es “Eros” que designa más precisamente el amor sexual. El primer intento de definición del amor en las obras platónicas se encuentra en el Lisis. En este texto, en términos generales el amor es “desear que la persona amada sea lo más feliz posible”, nos dice el personaje Sócrates, dirigiéndose al joven Lisis, a quien estimula a reflexionar en su situación social en el marco de los límites de su casa.
Y Sócrates prosigue su explicación señalando que los padres del joven le aman, por consiguiente desean su felicidad, sin embargo, no le entregan una libertad absoluta -ya que debe obedecer al esclavo de la casa y al maestro en la escuela- pues no posee aún un conocimiento suficiente de las cosas.
Esto significa que se le permite hacer todo aquello de lo cual tiene un conocimiento adecuado. Y así se desprende que es el conocimiento y no la edad lo importante. Otra consecuencia es que todos confiarán en nosotros si es que se dan cuenta que poseemos el conocimiento para saber hacer. La gente nos estimará en la medida en que seamos útiles. Sócrates señala, al final, que si queremos ser amados, tenemos que adquirir la sabiduría, la que no debe entenderse como un conocimiento teórico, sino práctico. El punto de vista utilitarista de Sócrates es innegable aquí. El diálogo prosigue con la búsqueda -al estilo de Sócrates- de la definición del término “amigo”. Pero el vocablo es equívoco, pues puede ser utilizado tanto para designar a la persona que quiere como para designar a la persona querida. Para clarificar esto, Sócrates pregunta: ¿quién es el amigo, el que ama o el que es amado?
El interlocutor de Sócrates responde que aquí no hay diferencia, sin embargo, es claro que la hay, pues el amor no siempre es correspondido y puede suceder que alguien ame a quien le odia. En todo caso, no hay claridad al respecto y, por tanto, Sócrates plantea las cosas de otra manera.
Se analiza, a continuación, el adagio que dice que “lo semejante es amigo de lo semejante”. Según esto los buenos serán amigos de los buenos, y los malos, de los malos. Sin embargo, si aceptamos el concepto platónico de que la maldad significa ignorancia y discordia, los malos no pueden ser amigos de nadie, pues nunca mantienen una semejanza con nada, ni siquiera consigo mismos. Es decir, el adagio sólo es válido para los buenos o armoniosos.
Pero a partir de esto llegamos a una conclusión inesperada: alguien completamente bueno y autosuficiente no necesita de nadie que le ayude a serlo. Asimismo, si la amistad se fundamenta en la necesidad, una persona absolutamente buena no la podría sentir. Tampoco, tendría sentido la amistad entre dos personas completamente buenas, pues no necesitan de nadie. Desde otra perspectiva, si se acepta que la amistad o el amor tienen su origen en la necesidad, es natural que los débiles sean amigos y amantes de los fuertes, los pobres de los ricos, los ignorantes de los sabios, etc. Así, vemos que el amor se da aquí entre contrarios; pero este punto de vista, si lo vemos bien, nos conduce a algunos absurdos: porque en este caso serán amigos buenos y malos, valientes y cobardes, justos e injustos, castos y lujuriosos. Así, llegamos a una tercera perspectiva en que lo que no es ni bueno ni malo será el amigo o amante de lo bueno o de lo bello que en este contexto son idénticos. Más explícitamente, aquello que no es ni bueno ni malo ama lo bueno, porque el mal está latente en él. Por ejemplo, el cuerpo ama la salud en razón de la presencia de la enfermedad. Asimismo, el amante de la sabiduría ama a ésta, porque no es absolutamente sabio ni tampoco tan ignorante como para no darse cuenta de su propia ignorancia.
Con esto concluye en el Lisis la búsqueda, en sentido estricto, de un concepto del amor que, evidentemente, en este diálogo no se logra, y que esperamos en el próximo triunfe el amor.

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