sábado, 29 de enero de 2011

LA EQUIDAD ETERNA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

La verdadera paz puede hallarse incluso en el corazón de una tormenta, que a pesar de las adversidades, la persona que permanece firme en encontrase a sí mismo puede vivir en su verdadera calma. Por el contrario puede hallarse sólo en un desierto, con la única compañía del crepúsculo y el vasto silencio de la paz de la naturaleza, y obstante puede ser devorado por los vientos de los temores, el miedo, las pasiones que le conducirán inevitablemente al encadenamiento de sus ataduras, borrando en su corazón la bondad amorosa y la paz interna. 

La naturaleza si es observada a la ligera, puede aparecer cruel y codiciosa, que derrama la sangre de los animales más débiles; pero fijándonos en los sencillos hechos que muy pocas personas han reparado. En el mundo hay más corderos que leones. No es por casualidad. La naturaleza no es algo ciego o disparatado. La naturaleza es acción y no desperdicio material. No comete errores en su creación. ¿No nos sorprende que en el crisol de las fuerzas de la naturaleza, el león ha perdido la partida ante el cordero en la lucha por su existencia. Tampoco explica que el ser humano se ponga de parte de la gacela. De hecho el ser humano empezó su carrera de matarife, matando primero a esta dócil criatura. 
El humano mata más gacelas que leones. No es el hombre el que condena al león, sino la naturaleza. Reflexionando comprobaremos que la naturaleza no puede conceder una fuerza concreta en direcciones opuestas a la misma criatura. El león es un gran luchador pero procrea muy lentamente. Toda la fortaleza de su maravilloso cuerpo está enfocada en la lucha. Tener crías le debilita y resulta un incidente en su vida. Por su parte la gacela no es un luchador y por lo tanto es débil. Pero la gacela no gasta energía luchando y por ello procrea mejor. La naturaleza reconoce que al crear al león cometió un error y corrige ese error. El león y el resto de los animales cuyo instinto es matar están desapareciendo, mientras que los animales pacíficos siguen aumentando su población. 
No existen excepciones a esta sentencia de extinción pronunciada por las leyes inmutables de la naturaleza contra todos los seres que depredan. La naturaleza se rige conforme a una equidad eterna y, por la propia ley del universo. El luchador está inmerso en una batalla perdida. Siempre ha sido así y siempre será así, tanto que se trata de un animal como del hombre, en la selva o la ciudad, ahora y siempre, el león pierde. Pierde cuando gana. Muere cuando mata. Por la propia naturaleza de las cosas, cuando devora la carne caliente del cordero que arrancó del rebaño, no está sino devorando su propia especie. Cuando el primer león atacó a su presa con su poderosa zarpa y rugió por el deleite que sentía al devorar el costillar ensangrentado estaba cantando, no a la muerte de la indefensa criatura que se comía, sino el himno fúnebre de su propia especie. La bestialidad es poca inspiradora. Los leones no viven en manadas grandes, sino que forman pequeños grupos, los osos son solitarios. En la raza humana hay una similitud con el mundo animal, hay grupos pequeños de personas que pasan la vida luchando entre sí. Ese salvajismo se vuelve contra uno mismo, tanto en las bestias como en los seres humanos, y es la fuente de debilidad y exterminio. 
Según la analogía de las cosas, las bestias están llamadas a desaparecer. Ningún gran soldado conquistó realmente nunca nada. Sus victorias son ilusiones. Los imperios, si no descansan en nada más sustancioso que una arma, se derrumban con rapidez. Al final, los soldados deben repudiar la fuerza y echar mano a la justicia y la razón para impedir que su imperio se venga abajo. La bestia de presa, tanto animal como humana es solitaria, está desesperada y desvalida. Irremediablemente condenada, pues es en la bondad donde radica la verdadera fortaleza. Bondad es el león, con todos los atributos del león que le concedió la naturaleza, excepto en el gusto por la sangre. De ser así, poco a poco toda la vida se postraría ante su soberanía irresistible. 
El humano se hace y se deshace él mismo. En el pensamiento forja las armas con la que se autodestruye. También en él crea las herramientas con las que se hace mansiones de alegría, fortaleza y paz. Solo depende de la elección correcta y la aplicación verdadera del pensamiento. El humano asciende a la perfección divina por su constante trabajo de humildad para elevar sus virtudes, pilares que sostienen la constante construcción de su templo interno; o a través del abuso y la aplicación incorrecta del pensamiento, desciende por debajo del nivel de las bestias. Entre ambos extremos están todos los grados de carácter, de que el humano es su hacedor y señor.

sábado, 1 de enero de 2011

LIBRARNOS DEL PASADO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

El único que tiene el poder de perdonar la falta de armonía, la discordia es uno mismo. Es el propio ser humano quien ha fomentado la falta de armonía, y es él quien puede borrar o perdonar la falta de compresión y equilibrio. Se puede contar con todo el conocimiento intelectual y estar muy versado en los asuntos del mundo externo, no obstante desconocer que uno mismo es la esencia viviente y vivificante que gobierna la propia vida.

Las incongruencias hacen que el humano crea en poderes superiores que remedien sus males, sus enfermedades, sin saber que estos males son producto de sus acciones acumuladas dentro de su yo, es el resultado de su verdadero ser. Solo a través de descubrir el valor del perdón lo liberará. Para ello hay que centrar la atención en el amor, no sólo en la vida, sino en el mundo que le rodea. Esta verdad es la luz inherente que vive en todos es la luz que sacará de la oscuridad siempre que se aplique con entendimiento, convirtiéndose en un vencedor que puede hacer frente a toda falta de armonía con la verdad, buscando siempre la paz y armonía entre los seres humanos, para así transformar la convivencia humana.
A fin de apreciar en su totalidad la afirmación anterior. Hay que descubrir que cada uno de nosotros somos vida, amor, fuerza y dominio, y todos estos atributos pertenecen a nuestra justa herencia que cuenta con miles de años de aprendizaje y conocimiento en innumerables renacimientos que van despertando y evolucionando en el camino de la iluminación total. Ser heredero significa ser un participante en todas las acciones, contar con las mismas posibilidades de alcanzar este poder, la misma fuerza, el mismo grado de comprensión. Tomemos como ejemplo el mundo que nos rodea. En el momento en que el humano se familiariza con la verdad del mundo físico que le rodea, se libera de sus conceptos que desconoce sobre él. Cuando se tuvo la certeza que el mundo era redondo y que giraba alrededor del sol el hombre se liberó de la anticuada idea de una tierra plana y de un sol que salía y se ocultaba. En el momento en que el ser humano se libere de las creencias de que es un mero ser viviente sometido a las leyes humanas de la vida y la muerte y a todas las limitaciones humanas y que puede convertirse en un dios si así lo desea. En ese momento en que comprenda que es dios, será libre de todo limitación y poseerá la fuerza de la divinidad. El ser humano sabe que a través de esa divinidad entra en contacto directo con el universo, allí está empezando a ver y a saber que esa divinidad no es algo que provenga del exterior. Se dará cuenta de que se trata de su verdadera vida.

Sabemos que los ideales que vemos en las vidas de los demás se enraízan en nuestras vidas y que, de acuerdo con los principios de la sabiduría del universo también lo manifestamos. Si creemos en el poder del pecado y consideramos el efecto del pecado como una realidad, el castigo nos parece ineludible. Pero, si al ofrecer a los demás y a nosotros mismos pensamientos auténticos y positivos, estaremos preparando la cosecha de un gran festín espiritual que, con toda seguridad tendrá lugar tras la siembra. Por ello, el perdón tiene un doble cometido. Libera tanto al que estaba dirigido como al que ha perdonado, pues tras el perdón existe un amor profundo y luminoso, un amor basado en la verdad, un amor desinteresado que sólo desea dar por la alegría de dar, un amor que escucha la aprobación de olvidar y borrar. Y así las discordias, las enfermedades, sufrimientos y angustias pertenecerán al pasado, y esas falsas creencias que estaban aferrados a nuestro cuerpo como resultado del pensamiento erróneo son arrancadas y con ella las causas y los efectos. Se olvida la causa y el efecto desaparece.

Este es el único método de sanación que nosotros nos podemos brindar. Para ello hay que elevar las vibraciones del cuerpo que está conectado a nuestros propios pensamientos, y éstos con el pensamiento del universo y manteniéndonos en armonía con los de la perfección de la mente universal en el ser humano, estas vibraciones se ecualizararán hasta conseguir que los estados de imperfección estén totalmente borrados; a continuación la perfección es instantánea y la absolución completa y así cosecharás lo que este momento estás sembrando.

Este plan perfecto de modificar nuestros pensamientos manteniendo nuestras vibraciones en nuestro cuerpo armoniosamente coordinados con las leyes que rigen al universo, esa semilla que hemos sembrado se halla acomodada en un corazón receptivo y así nos aproximamos de manera más integra a nuestra herencia cósmica porque mantenemos nuestros pensamientos totalmente concentrados en nuestra perfección divina. Y notaremos como nuestro cuerpo mantiene igualmente un contacto armónico directo con las vibraciones del universo, a fin de manifestar la abundante cosecha de una comprensión espiritual y descubriremos que disponemos del poder de esclavizarnos o liberarnos a nosotros mismos, así como de absolver nuestros pensamientos, palabras y actos negativos, y a través de las vibraciones enviadas a todo el mundo. Una vez que hemos elegido dar forma a nuestros pensamientos siguiendo líneas definidas, no tardaremos en descubrir que estamos apoyados por la propia omnipotencia y nos damos cuenta que tenemos un glorioso privilegio del poder de liberarnos a nosotros mismos y a nuestros semejantes de la esclavitud a través del proceso del pensamiento que elimina la causa mental de nuestros males.

El perdón verdadero purifica y empieza en el corazón del individuo. Al principio requiere una reforma del pensamiento y por lo tanto una resurrección a una mente pura que nos ayuda a mantenernos firmes para abrir un camino en nosotros, situándonos en esas corrientes de pensamiento armonioso y constructivo. Seremos conscientes de que siempre hallaremos en ese eterno fluir de los amantes del pensamiento que el universo todos los días derrama sobre nosotros.

Si seguimos caminando por este sendero no tardaremos en darnos cuenta que en este siglo XXI nos acercamos a un período en el que viviremos en un mundo de pensadores. Comprenderemos que el pensamiento es la agencia más potente del universo. No tardaremos en reconocer que el pensamiento es el medidor entre la mente universal y nuestro reino interior, y así estaremos unidos a las ideas que manejan y expanden el universo en armonía y descubriremos que ese amor está siempre dispuesto a ofrecernos un bálsamo sanador de puro amor a quienes lo buscan. Transformando a los seres que sufren en seres radiantes construyendo con nuestras propias manos e ideas el único reino auténtico de la perfección, reconociendo que el espíritu o la no materia es la única fuerza que mueve al universo.

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