jueves, 29 de mayo de 2014

LA LIBERTAD EXISTE


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

La tierra no es el centro del universo! Haber logrado captar la verdad de esta afirmación ha sido sorprendentemente la conquista de la libertad de la humanidad. Cuando Copérnico presentó por primera vez su revolucionaria teoría, que afirmaba que la tierra giraba alrededor del sol en lugar de ser al contrario, la gente pensó que estaba loco. De hecho, cuando Galileo utilizó un telescopio para probar la teoría heliocéntrica de Copérnico, se lo consideró hereje por desafiar las creencias religiosas prevalecientes con sus concepciones científicas;

 Galileo fue procesado y se le ordenó que renunciara a sus convicciones. Antes de enfrentarse a la tortura, renunció a sus afirmaciones y fue puesto bajo arresto domiciliario, donde permaneció los últimos ocho años de su vida. Se dice que cuando se hallaba al borde de la muerte, sus últimas palabras fueron: “no importa lo que ellos digan, la tierra gira alrededor del sol.”  Aceptamos la verdad de Copérnico y de Galileo, pero existe hasta el día de hoy creencias que impiden aceptar una verdad científica acerca del universo y penetrar en el significado más profundo en el cual cada uno de nosotros es el centro de nuestro propio universo, No es que lo impida la capacidad mental sino la perdida de libertad para pensar y enfrentar esas verdades y conceptos que subyacen más allá de la mente.

 La verdadera libertad se divide a juicio de la filosofía, en externa e interna.

-La externa es la facultad que tenemos de obrar conforme a nuestra voluntad, dada nuestra posición y las de los demás humanos en el mundo.

-La interna es la facultad de pensar, apreciar los seres humanos y sus actos conforme a los dictados de nuestra conciencia. 

Sobre esta base de apreciación también dividiremos la libertad en positiva y natural. Llamamos positiva a la primera, porque está limitada por las leyes y costumbres que rigen a todos los seres; y natural a la segunda, porque los seres nacionales disfrutan de ella en la esfera de su mayor o menor desarrollo intelectual y moral. 

La libertad positiva tiende a disminuir a medida que el ser humano avanza en su saber, porque los complicados deberes y derechos que surgen del desarrollo físico, intelectual y moral del mundo, reconocen los límites, deberes y derechos iguales, que hay que respetar y exigir de los demás. ¡Se podrá gozar de mayor libertad en un estado puro! Para lograrlo debemos contemplar el mundo libre de ilusión o distorsión de la realidad que nos rodea, o de nosotros mismos; ver rosas donde hay rosas, ver espinas donde hay espinas. Veremos que esa amplia e ilimitada libertad en seres que conocen y que han desarrollado el conocimiento de la esencia del mundo que los rodea significa conocer lo que es, conocer cómo operan las cosas y conocerse a sí mismo y a los demás.

Lo contrario es cuando falta en el espíritu la luz del conocimiento, de la moral, del respeto a la naturaleza y a éste ser le falta la verdadera libertad, supuesto que no se piensa ni se obra sino en estrechos círculos de las acumulaciones materiales. 

 Por otra parte, es necesario ejercitar esa libertad individual, porque es indispensable conocerse y comprenderse a sí mismos. Cuando abrimos nuestros ojos a la sabiduría, no estamos obligados a elegir lo que vemos, sino que vemos exactamente lo que es. Esto puede parecernos como un desafío, sin embargo, cuando nos apartamos de la fantasía, nos liberamos de la ilusión y podemos comenzar a vivir más de acuerdo a la realidad. 

Cuando las organizaciones se desarrollan crean un mundo de derechos y deberes múltiples que ofrecen al espíritu vasto campo para resolverse en el sentido que considere más acertado. Entonces nace la responsabilidad moral, que es el más activo elemento para el progreso, porque teniéndose un conocimiento más seguro del bien y del mal, y siéndole imputable al hombre todo lo bueno y lo malo que produzca con entera libertad y discernimiento; se deduce que cuando se infringen las leyes morales, la acusación viene de la conciencia que es el tribunal que siempre nos juzga, no se hace esperar, y las leyes positivas pueden aplicarse con justicia. 

La humanidad ha progresado mucho más, en los veinte siglos transcurridos, que en los períodos históricos, anteriores a la era cristiana. Y se debe a que seguimos una progresión creciente, de acuerdo a los tiempos en que desarrollamos nuestra inteligencia, que a tantos asusta, nos pone en condiciones de desenvolver nuestras facultades en una campo más amplio cada día. 

La libertad no es otra cosa que la consecuencia necesaria de la combinación de la voluntad y la inteligencia, dirigida en variado sentido. Es un efecto del libre albedrío, innato en todo ser humano, efecto genuino y grandioso, porque es el coeficiente más activo y poderoso del progreso, y a su vez, da nacimiento a otro coeficiente de no menos importancia, que se llama responsabilidad moral.

En resumen: La libertad supone un conocimiento más o menos claro de los actos que se ejecutan y una voluntad perfectamente definida por el desarrollo de la inteligencia. Si en el hecho que se ejecuta no entra como causa eficiente la voluntad de obrar no el conocimiento de lo que se hace, la libertad no existe. Y quien creyera que hay seres humanos que combaten estos principios fundamentales como es el progreso en todas sus manifestaciones trascendentales no sólo para la vida individual sino el desarrollo de la sociedad en su conjunto que ha necesitado siglos para alanzar la meta de la grandeza humana y que pese al tiempo transcurrido no logra todavía arrancar todos sus secretos a la vida y a la ciencia.  

Todas las grandes conquistas del género humano en lo que va nuestra época, son combatidas con tesón por quienes no creen en la igualdad, la tolerancia y la razón. Sin embargo que la tolerancia es la precursora y la compañera eterna de la libertad, y la igualdad es la mejor conquista de los pueblos.

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