viernes, 30 de noviembre de 2007

LA VERDAD ES RELATIVA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Frecuentemente se confunde verdad con certeza. Este último término sirve para designar el estado del espíritu que se cree en posesión de la verdad; no hay que hablar de la certeza de una proposición y si a la verdad o a la evidencia debe referirse: la certeza es un estado mental, por tanto podemos decir que es la convicción que tiene el espíritu de que los objetos son tal y como el ser humano los concibe. La simple certeza es una creencia, la verdad es un conocimiento, y antes de conocer una sola verdad la humanidad poseía muchas certezas. La concepción de la verdad ha variado considerablemente en el curso de las edades. Para unos fue una identidad, para otros una utilidad, y una comodidad para otros. A los escépticos les parece simplemente un error irrefutable en un momento dado. Los diccionarios descubren claramente esas divergencias. Sus definiciones se limitan generalmente a considerar a la verdad como cualidad por la cual las cosas aparecen tales como ellas son, también representa la conformidad del pensamiento con la realidad, la Real Academia da una definición que compromete poco: “La verdad -dice- es la realidad de lo que es verdadero”. Si nos referimos luego a la palabra verdadero, vemos que lo verdadero representa “lo que es conforme a la verdad”. Tales explicaciones están visiblemente desprovistas de sentido real. Ganarían los diccionarios en exactitud y claridad si llamaran simplemente verdad a la idea que nosotros nos formamos de las cosas. Las definiciones científicas son más modestas, pero también más precisas. El sabio, dejando aparte las realidades inaccesibles, considera toda verdad como una relación, generalmente mensurable, entre dos fenómenos, cuya esencia permanece ignorada. Han sido precisos no pocos siglos de reflexiones y de esfuerzos para llegar a esta fórmula. Esta es de aplicación a los conocimientos científicos, no a las creencias religiosas, políticas o morales. Estas por su origen afectivo, místico o colectivo, tienen como única base la adhesión que les prestan aquellos que las aceptan. Se las admite, ya por supuesta evidencia, ya porque las concepciones contrarias parecen inaceptables, o sobre todo, porque han obtenido el asentimiento universal, ese asentimiento que se considera como el solo criterio de las verdades que no son de naturaleza científica. Los pragmáticos imaginan, sin embargo, haber descubierto en la utilidad un nuevo criterio de la verdad; y no es otra cosa que los que nosotros encontramos ventajoso en el orden de nuestro pensamiento, de igual manera que el bien es sencillamente lo que reputamos conveniente en el orden de nuestras acciones. Tal definición me parece apenas admisible. La utilidad y la verdad son nociones claramente distintas. Se puede aceptar lo que es útil, pero sin confundirlo por eso con la verdad. En su evolución la verdad fue en otro tiempo inseparable de la fijeza. Las verdades constituían entidades inmutables independientes de los tiempos y de los hombres. Esa creencia de la inmutabilidad de las cosas y de las certezas que de esa inmutabilidad se derivaron reinó hasta el día en que los progresos de la ciencia las condenaron a desaparecer. La astronomía mostró que las estrellas, consideradas antes como inmóviles en el firmamento, corrían por espacio a una velocidad vertiginosa. La biología probó que las especies vivas, antes consideradas como invariables se transforman lentamente. El mismo átomo perdió su eternidad y vino a ser un agregado de fuerzas transitoriamente condesadas. 

 Antes tales resultados, el concepto de verdad se halla cada vez más vacilante, hasta el punto de parecer a muchos pensadores un concepto desprovisto de sentido real. Certezas religiosas, filosóficas, morales y científicas han ido desplomándose sucesivamente, no dejando en su lugar más que una sucesión continúa de cosas efímeras. Tal concepción parece eliminar enteramente la noción de las verdades fijas. Yo, juzgo, sin embargo, posible conciliar la idea de su carácter transitorio. Algunos ejemplos muy sencillos bastarán para justificar esta proposición. Es sabido que la fotografía reproduce el desplazamiento rápido de un cuerpo, ejemplo el de un caballo a galope, por medio de imágenes, cuya duración de la impresión es del orden de la centésima de segundo. La imagen así obtenida representa una fase de movimientos de una verdad absoluta, pero efímera. Absoluta durante un corto instante, pasa a ser falsa después. Es preciso reemplazarla, como hace el cine o el video, por otra imagen de valor tan absoluto como efímero. Esta comparación, modificando simplemente la escala de los tiempos, es aplicable a las diversas verdades. Estas, aunque cambiantes, tienen la misma relación con la realidad que las fotografías instantáneas de que acabamos de hablar, o también que la reflexión de las ondas de un espejo. La imagen es movible y sin embargo, siempre verdadera. En las transformaciones rápidas, lo absoluto de la verdad puede no tener más que una duración de centésima de segundo. Para ciertas verdades morales, la unidad de ese tiempo será la vía de algunas generaciones. Para las verdades que se refieren a la invariabilidad de las especies, la unidad se encontrará representada por millones de años. Así la duración de las verdades varía desde algunas centésimas de segundo a varios millones de siglos. Esto comprueba que una verdad puede ser a un tiempo absoluta y transitoria. Las precedentes comparaciones exactas desde el punto de vista de las verdades objetivas independientes de nosotros, lo son muchos menos para las certezas subjetivas: concepciones religiosas, políticas y morales, especialmente. Como no contiene más que débiles porciones de realidad, están condicionadas únicamente por la idea que nosotros nos formamos de las cosas, según el tiempo, la raza, el grado de conocimiento y cultura, etc. Es, pues, natural que, variando ellas, la verdad corresponde a los pensamientos y a las necesidades de una época no baste a llenar las de otra época. 

La noción de verdad, a la vez estable y efímera, reemplazará seguramente en la filosofía del porvenir a las verdades inmutables de otro tiempo o a las sumarias negaciones del momento actual. De hecho es raro que el ser humano elija libremente sus certezas. Se las impone el ambiente y él sigue las variaciones de éste. Las opiniones y las creencias se modifican por esta razón con cada grupo social. Los medios que influencian nuestras concepciones pueden varias lentamente, pero acaban siempre por cambiar. La marcha del mundo se puede comparar al curso de un río, éste arrastra moléculas siempre poco más o menos que semejantes, mientras que en la mayor parte de los fenómenos del universo, los de la vida social especialmente, el tiempo arrastra elementos constantemente modificados. Se modifican porque un ser cualquiera, planta, animal, ser humano o sociedad están sometidos a dos fuerzas que obran sin cesar, y que lo transforman gradualmente: los medios pasados de los que la herencia conserva su sello y los medios presentes. Esta doble influencia condiciona toda la vida mental, y por consiguiente las verdades morales y sociales, que son su expresión. Si el tiempo, por ejemplo, precipitara su curso como en las imágenes, la existencia sería de tal modo abreviado que nuestras ideas morales se verían desconcertadas. No durando casi la vida del individuo, éste se interesaría sólo por los de su especie. Un intenso altruismo dominaría todas las relaciones. Si, por el contrario, el tiempo marchara lento y la existencia durara varios siglos, la característica de los humanos sería un feroz egoísmo. 

 Diremos para concluir que, como todos los fenómenos de la naturaleza, las verdades humanas evolucionan: nacen, crecen y declinan. Por tanto el espíritu humano pasa fácilmente sin verdades, pero no puede vivir sin certezas.

EXISTE LA LIBERTAD



VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA


La tierra no es el centro del universo! Haber logrado captar la verdad de esta afirmación ha sido sorprendentemente la conquista de la libertad de la humanidad por conocer. Cuando Copérnico presentó por primera vez su revolucionaria teoría, que afirmaba que la tierra giraba alrededor del sol en lugar de ser al contrario, la gente pensó que estaba loco. De hecho, cuando Galileo utilizó un telescopio para probar la teoría heliocéntrica de Copérnico, se lo consideró hereje por desafiar las creencias religiosas prevalecientes con sus concepciones científicas; Galileo fue procesado y se le ordenó que renunciara a sus convicciones. Antes de enfrentarse a la tortura, renunció a sus afirmaciones y fue puesto bajo arresto domiciliario, donde permaneció los últimos ocho años de su vida. Se dice que cuando se hallaba al borde de la muerte, sus últimas palabras fueron: “no importa lo que ellos digan, la tierra gira alrededor del sol.” Aceptamos la verdad de Copérnico y de Galileo, pero existe hasta el día de hoy creencias que lo impiden aceptar una verdad científica acerca del universo y penetrar en el significado más profundo en el cual cada uno de nosotros es el centro de nuestro propio universo, y no es que lo impida su capacidad mental sino la perdida de libertad para pensar y enfrentar esas verdades y conceptos que subyacen más allá de su mente. 

La verdadera libertad se divide a juicio de la filosofía, en externa e interna. La externa es la facultad que tenemos de obrar conforme a nuestra voluntad, dada nuestra posición y las de los demás humanos en el mundo. La interna es la facultad de pensar, apreciar los seres humanos y sus actos conforme a los dictados de nuestra conciencia. Sobre esta base de apreciación también dividiremos la libertad en positiva y natural. Llamamos positiva a la primera, porque está limitada por las leyes y costumbres que rigen a todos los seres; y natural a la segunda, porque los seres nacionales disfrutan de ella en la esfera de su mayor o menor desarrollo intelectual y moral. La libertad positiva disminuye o tiende a disminuir a medida que el ser humano avanza en su saber, porque los complicados deberes y derechos que surgen del desarrollo físico, intelectual y moral del mundo, reconocen por límites y deberes y derechos iguales, que hay que respetar y que exigir de los demás. ¡Se podrá gozar de mayor libertad que en un estado puro! Cierto, debemos contemplar el mundo libre de ilusión o distorsión de la realidad que nos rodea, o de nosotros mismos; ver rosas donde hay rosas, ver espinas donde hay espinas. Veremos que esa amplia e ilimitada libertad en seres que conocen y que han desarrollado el conocimiento de la esencia del mundo que los rodea significa conocer lo que es, conocer cómo operan las cosas y conocerse a sí mismo y a los demás.; manifestar al contrario es cuando falta en el espíritu la luz del conocimiento, de la moral, del respeto a la naturaleza y a éste ser le falta la verdadera libertad, supuesto que no se piensa ni se obra sino en estrechos círculos de las acumulaciones materiales. 

 Por otra parte, es indispensable ejercitar esa libertad individual, porque es indispensable conocerse y comprenderse a sí mismos. Cuando abrimos nuestros ojos a la sabiduría, no estamos obligados a elegir lo que vemos, sino que vemos exactamente lo que es. Esto puede parecernos como un desafío, sin embargo, cuando nos apartamos de la fantasía y vemos en verdad el modo de ser de las cosas, nos liberamos de la ilusión y podemos comenzar a vivir más de acuerdo a la realidad. Cuando las organizaciones se desarrollan crean un mundo de derechos y deberes múltiples que ofrecen al espíritu vasto campo para resolverse en el sentido que considere más acertado. Entonces nace la responsabilidad moral, que es el más activo elemento para el progreso, porque teniéndose un conocimiento más seguro del bien y del mal, y siéndole imputable al hombre todo lo bueno y lo malo que produzca con entera libertad y completo discernimiento; se deduce que cuando se infringen las leyes morales, la acusación de la conciencia que es la tribunal que siempre nos juzga, no se hace esperar, y las leyes positivas pueden aplicarse con justicia. ¿No es ignorancia una circunstancia atenuante? He aquí pues, explicado por qué la humanidad ha progresado más pero mucho más, en los veinte siglos transcurridos, que en el período o los períodos históricos, anteriores a la era cristiana. Y se debe a que seguimos una progresión creciente, de acuerdo a los tiempos en que desarrollamos nuestra inteligencia, que a tantos asusta, nos pone en condiciones de desenvolver nuestras facultades en una campo más amplio cada día. 

La libertad no es otra cosa que la consecuencia necesaria de la combinación de la voluntad y la inteligencia, dirigida en variado sentido. Es un efecto del libre albedrío, innato en todo ser humano, efecto genuino y grandioso, porque es el coeficiente más activo y poderoso del progreso, y a su vez, da nacimiento a otro coeficiente de no menos importancia, que se llama responsabilidad moral. 

En resumen: La libertad supone un conocimiento más o menos claro de los actos que se ejecutan y una voluntad perfectamente definida por el desarrollo de la inteligencia. Si en el hecho que se ejecuta no entra como causa eficiente la voluntad de obrar no el conocimiento de lo que se hace, la libertad no existe. Y quien creyera que hay seres humanos que combaten estos principios fundamentales como es el progreso en todas sus manifestaciones trascendentales no sólo para la vida individual sino el desarrollo de la sociedad en su conjunto que ha llegado a un grado de desarrollo y que para la cual ha necesitado siglos para alanzar la meta de la grandeza humana y que pese al tiempo transcurrido no logra todavía arrancar todos sus secretos a la vida y a la ciencia. De esta suerte todas las grandes conquistas del género humano en lo que va a nuestra época, son combatidas con tesón por quienes no creen en la igualdad, la tolerancia y la razón. Sin embargo que la tolerancia es la precursora y la compañera eterna de la libertad, y la igualdad es la mejor conquista de los pueblos.

ESCUCHANDO EL SILENCIO

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
 
La realidad no nos dice nunca que hacer, ella no habla, nunca es imperativa; el universo habla de indicativo y presente; el juego de la vida no es otra cosa que la inteligencia tomando conciencia de sí mismo a través de una multitud de formas, y estas formas siempre semejantes a ella misma. En el universo no hay el ahora y aquí todo es presente. El universo es y el resto no es más que comentarios; (el universo es uno, nada existe fuera de esa realidad única) hay que percibir desde el interior el universo porque el centro soy yo. Conocer es ser y para ello no hay otra vida que el silencio; es la condición suficiente y necesaria para que la intuición se manifieste, y el silencio no es la ausencia de palabras, es la cesación de toda identificación con lo que sea, es fija su abstracción sobre la observación; este silencio esencial llamamos vigilancia interior, es el universo, es ser consciente en el cual el humano es el centro del universo. El silencio no puede existir si no hay sonido, por lo que hay que hacer el ejercicio del silencio para llegar al sonido. 

El silencio tiene una particularidad, forzar al individuo a conversar consigo mismo, a mirar a si mismo y a conocerse a si mismo. Por tanto este misterio no se encuentra ni se descubre en el mundo, se encuentra y se aprende en el corazón de los hombres que lo buscan para mejorar su existencia. El silencio, aunque parezca raro decir, puede ayudar al ser humano a encontrar respuestas a su propio misterio. Hay tres tipos de silencio: - El silencio físico que consiste en no hablar y estrictamente no generar ruido. - El silencio mental se reduce a no pensar. - El silencio espiritual es llegar al silencio total para encontrar el campo de la manifestación suprema. Los pasos para encontrar el silencio son: El silencio como ejercicio mismo; y la meditación. El primer paso es: Silencio por el silencio; que radica en la fuerza de voluntad para ejecutarlo. Es aprender a controlar el manejo exacto de las palabras. Para lograr este silencio es necesario concentrar la atención en elementos mucho más sutiles casi imperceptibles que nunca está acostumbrado a escuchar como es el latir del corazón, el crujir de los pisos, la respiración. El otro paso: Callar para escuchar; si estamos en la naturaleza magnimus y optamos por callar y suspender toda acción humana y demostramos un acto de humildad y de respeto aprendemos a escuchar los mensajes de la naturaleza a través del viento, el agua, los árboles y todo ello constituye un alimento a nuestro espíritu para sentir los mensajes puros sin prejuicios e intenciones. El tercero es: La meditación; es un paso más allá del silencio en sí. Ya no es un alimento para el alma sino que constituye la esencia divina. La meditación nos permite realizar el silencio físico y el silencio mental, donde ya no es la voluntad sino que existe una fuerza más ajena que nos hace callar a nuestra mente. Es el momento en que tenemos que aceptar al pensamiento como un río, que fluye ideas hasta que llega un momento en que se calla y lograr que fluya solo energía. La concentración de la energía y la atención en el asiento del alma, sin aprehensión, sin deseos, sin ansiedades, dejando que se haga es imprescindible. 

La vida que llevamos tiene poca soledad, pero la misma que está cargada de penas, conflictos, alegrías, pero se vuelven insensibles, ya que jamás estamos solos, ya que estamos atados al ayer, al recuerdo; y los llevamos con nosotros estas cargas que no nos permiten dejar atrás el pasado y solamente cuando afrontamos y resolvemos en el momento preciso llegamos a la soledad. Es importante llegar a la soledad y dar a este espacio importancia en la búsqueda de la virtud y la libertad. Ninguna virtud puede funcionar sin este espacio vasto en sí mismo, nos es necesario el silencio ya que no podemos tener contacto con lo nuevo si no estamos solos, sin ninguna experiencia, influencia, es decir tenemos que estar vacíos, -la vasija tiene que estar vacia para llenarlo-, y solo su espíritu silencioso tiene la posibilidad de ser claro. La única meta es generar un estado de espíritu capaz de dominar el pensamiento y si nosotros no establecemos verdaderos fundamentos contra el miedo, dolor, ansiedad no podremos salir y tener un espíritu libre de tortura. El espacio y el silencio son necesarios para ir más allá de las limitaciones de la conciencia. La pregunta es ¿Cómo un espíritu activo puede estar en calma? Nosotros podemos moldearlo, perseguir un ideal que consiste en tener un espíritu calmado, pero no tiene ningún efecto si actuamos con rigor ya que se estanca. 

Ejercer un control en cualquier forma es represión, es decir se ejerce un conflicto, y la mayor parte de nuestras vidas son disciplinadas por las presiones exteriores de la sociedad, de la familia, de nuestros sufrimientos, de nuestras experiencias, nuestro conformismo a una ideología y a su estructura. Estas disciplinas son mortales, por lo cual debemos evitarlos a través de eliminar las represiones, temores. Nuevamente nos preguntamos y ¿Cómo hacerlo? No se trata de disciplinarlo y luego adquirir la libertad. La libertad hay que adquirirlo al principio y no al final. Comprenderlo es liberarse del conformismo en materia de disciplina . El acto mismo de aprender es disciplina, es decir se convierte en claridad para comprender la naturaleza de las cosas y toda su estructura. El silencio permite el encuentro consigo mismo, es un paso a otro nivel del sonido más armónico, por lo cual el silencio no puede ser descrito, ya que todo aquello que se puede describir es conocido, y uno no puede librarse de lo conocido sino sólo muriendo todos los días, para que las células del cerebro estén siempre frescas e inocentes, Pero esta cualidad no es de la belleza del silencio, este silencio es un pequeño comienzo como si uno pasara de un pequeño hueco hacia la inmensidad del océano y no podemos comprenderlo verbalmente sino hemos comprendido la estructura de la conciencia.

FORTALECER LA IMAGINACION


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

No conozco ejercicio alguno de la inteligencia que proporcione tanto placer y tantos valores como la lectura. La lectura cuidadosa puede ayudarnos a desenmascarar no sólo las verdades aparentes que un autor expone, sino también a descubrir la naturaleza secreta de la verdad. Esta última nunca se entrega ya lista al buscados, sino que él tiene que construirla con paciencia, perseverancia e imaginación. 


Escuchar a un maestro, y que mejor a un maestro excelente, habitúa a nuestra mente, a trabajar por sí misma. El arte de pensar con independencia se nutre mejor que todo de la lectura, cuando estamos a solas con la intención del autor y nuestra interpretación. La educación escolar es muy importante, desde luego, pero es principalmente un método de abrir el camino hacia la verdadera educación que adquirimos cuando estamos solos con un libro o una revista. Esto se ve con más claridad todavía cuando terminan nuestros escolares. En la época en que vivimos, cuando la ciencia hace a diario nuevos avances, cuando la comunicación tiene la capacidad potencial de ponernos al instante con todo el mundo, cuando los sucesos más distantes afectan a nuestro destino inmediato, nadie puede considerarse una persona realmente cultivada a menos que su aprendizaje continúe mucho más allá de las puertas de las aulas. Una de las grandes necesidades de nuestro tiempo es conservar la flexibilidad mental. 

La lectura nos ofrece una gran solución para esta gran necesidad. Hoy se escribe en varios elementos, el libro, el periódico o electrónicamente, hay unos que no tienen ningún valor, que distorsionan, y otros importantes con atinadas observaciones e ideas estimulantes, que nos anima a revaluar nuestro concepto y fortalecer nuestra imaginación. Las ciencias, la naturaleza, la aventura, el pensamiento interno, el arte, la cultura, la biografía, son campos en los cuales nos ayuda a mantener nuestro estado de ánimo y nuestra concepción de la vida atenta y flexible.
(Artículo escrito en octubre de 1985, Diario La Verdad, Ibarra- Ecuador)

LA VOLUNTAD


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
 

La voluntad es el poder que el alma tiene para determinar, con consciencia y reflexión, a un acto libremente escogido. Y en esto consiste precisamente el arte de educar la voluntad: en saber desarrollar la facultad de dirigir sus actos, restringiendo la esfera del impulso mecánico y el imperio del capricho, para que el alma sea completamente dueña y señora de todas las energías. 

El humano posee tanta más fuerza de voluntad cuanto mejor sabe sustraerse al dominio de las fuerzas exteriores y más perfectamente gobernar los impulsos vitales que brotan del interior de su ser. Cosa difícil es hallar un ser humano completamente dueño de su voluntad. Los humanos generalmente hablando se dividen en dos grandes grupos: apáticos y violentos. En los apáticos el impulso interno es casi nulo; las fuerzas vitales permanecen como sepultadas en la inacción, y en su actividad tan débil e insuficiente que no llega casi nunca a ponerse en consonancia con lo que exige de ellos el deber. Esta languidez de espíritu, este abatimiento al esfuerzo es la enfermedad de la voluntad más universalmente extendida y al propio tiempo la más peligrosa. En los violentos, los que todos somos en determinadas ocasiones bajo la influencia de la pasión, el impulso es por el contrario excesivo y desordenado como un indomable caballo que no obedece al freno. Ni unos ni otros tienen dominio de su voluntad. Será dueño de su voluntad pues, aquel que durante horas de apatía sepa despertar sus energías amortiguadas, utilizando poca fuerza para determinar el impulso conveniente, y que, en los momentos de excitación desordenada, apacigüe y refrene sus pasiones, dirigiendo por el camino del deber las actividades fecundas que en su alma se desbordan. Tener dominio de la voluntad es, pues, regular la producción y el gasto de la actividad, reanimar la vida cuando se apaga y moderar la llama cuando se aviva. El primer resultado de semejante dominio será la manifestación y el desarrollo de la personalidad. Si ha podido afirmarse, con mucha verdad que apenas existe entre mil humanos, sólo uno que sea persona, es porque, en efecto, la mayor parte en lugar de tener el alma en sus manos, se dejan guiar por influencias externas o por las ciegas exigencias de su sensibilidad. 

La verdadera dignidad del humano se funda en lo que es y no en lo que tiene. Los hombres sin voluntad no son, pues, tales hombres, ya que ni se pertenecen, ni producen, ni adquieren. Por la voluntad se librarán de sus explotadores, se harán dueños de sí mismos, recobrando la libertad, con lo cual llegarán a ser personas morales, elevándose así del estado de degradación a la verdadera grandeza. La conquista de sí mismo exige mayor esfuerzo que la conquista de los demás -lo que demuestra la historia de casi todos los grandes hombres-, el desenvolvimiento de la personalidad entraña el poder de acción y el imperio de la influencia sobre los demás hombres. Gobernarán el mundo y poseerán la tierra, pues aquellos que hayan tomado antes posesión de sí mismos, haciéndose dueños de sus actos. Todo se doblega ante una voluntad firme, aun los seres inanimados y la misma fuerza bruta. Gracias a la perseverancia en el trabajo y la tenacidad en los proyectos, la naturaleza revela a la voluntad humana sus secretos y sus recursos: por esta razón se ha dicho que el genio es la paciencia sufrida y perseverante, y es cosa averiguada que la voluntad no tiene menos parte que el talento en los más admirables descubrimientos y en las más atrevidas empresas. El valor intelectual es, generalmente hablando fruto y resultado de la voluntad. Dos inteligencias de iguales alcances obtienen frecuentemente muy diferentes resultados, según sea la voluntad que las dirige: el talento sea el que fuere, no se desarrolla y vigoriza sino mediante el continuo ejercicio. Es cosa averiguada que, las más de las veces, la fecundidad de un sabio depende de la fuerza de atención del individuo, pues nada produce si se le divide y distrae en diferentes cosas. Fijo en una sola por la atención, la penetra y profundiza al par que se enriquece. Pero la atención es fatigosa; no se consigue sin esfuerzo y sin lucha, y es el más ventajoso resultado y quizá la más exacta medida de la fuerza de voluntad. 

 Nadie ignora que el talento depende en gran parte del esfuerzo de la voluntad; pero igualmente el mismo organismo, que guarda la misma subordinación. Por tanto no puede dudarse que la voluntad es tributaria de la salud, pero la voluntad influye a su vez en la salud, ya que regula el organismo, equilibra la alimentación y el desgaste y templa las excitaciones cuya violencia sería perniciosa; es aún mayor su alcance, pues su entereza comunica el organismo todo cierta tonicidad, que justifica, en parte su papel terapéutico que se ha querido señalar a la voluntad. La primera condición para el ejercicio de la voluntad es la vitalidad funcional garantizada por la higiene, la misma que tiene un efecto de gran importancia que entraña en sí la concepción del bien moral, acompañada del profundo deseo de realizarlo. La necesidad moral de la higiene no se oculta a la sagacidad de la filosofía antigua, que estereotipó su ideal en aquel conocido apotegma: Men sana in corpore sano. Este elemento nos transmite la impresión inicial a través del sistema nervioso, ya que es el órgano conductor. Aquí juega un papel importante la alimentación, es necesario saber alimentarnos en forma disciplinada, ya que en caso contrario nos volvemos caprichosos y desordenados. La digestión mal hecha, la respiración contenida o insuficiente, la falta de ejercicio corporal; todo altera la formación y la circulación de la sangre; y lo que es peor repercute en el más delicado de los organismos, el sistema nervioso. A la higiene incumbe, pues, escoger y moderar la alimentación; descartar el régimen los alimentos dañinos; asegurar la buena circulación de la sangre y domar los músculos a través del ejercicio. Es la higiene, en cierta manera, una especie de mortificación, pues no consiste en halagar el cuerpo, sino en regularlo. Impone continuas privaciones en la alimentación, bebida, vicios y placeres. Por su naturaleza, recomienda la higiene la austeridad de vida y mira por los verdaderos intereses del ser humano. La segunda condición para el ejercicio de la voluntad es la creación de hábitos por el esfuerzo. Mientras que la higiene asegura al sistema nervioso su actividad funcional; el hábito va abriendo a las corrientes, vías de transmisión. La facilidad o dificultad de un acto depende de los caminos que tiene que recorrer desde el centro sensible, impresionado por la resolución, hasta el centro motor del cual procede la ejecución. Una de dos: o existen relaciones directas entre los dos centros -y entonces el acto correspondiente a la impresión se realiza con facilidad- o bien faltan por completo aquellas relaciones, y entonces se impone un trabajo arduo y complicado; hay que hacer en primer lugar un esfuerzo para que se establezcan las comunicaciones entre las neuronas, que hasta entonces habían permanecido aisladas, y cerrar al mismo tiempo con actos de inhibición todas las vías por las cuales tienda a escaparse el impulso nacido de la decisión. Ciertas articulaciones nerviosas, ora sean nativas, ora contraídas por actos anteriores, deben ser aniquiladas o neutralizadas por impresiones contrarias, a fin de que se establezcan nuevas uniones mediante redoblados impulsos, los cuales a fuerza de tanteos a través de la espesura nerviosa, hallan por fin el camino deseado. La supresión de antiguas articulaciones nerviosas trae consigo la desaparición de tendencias o hábitos adquiridos, mientras que la producción de articulaciones nuevas, crea nuevos hábitos. Sea cual fuere la forma bajo la cual se desarrolla nuestra actividad, puede distinguirse tres períodos: el período de dispersión, en el cual el gasto de energía se hace sin orden ni medida; el del esfuerzo, en el cual los movimientos se coordinan por medio de una especie de violencia prolongada y sostenida; y el de costumbre, en el cual los movimientos se ejecutan con rapidez casi instantánea y con facilidad casi inconsciente.

Lo propio sucede en el orden moral. Durante el período de dispersión, la voluntad no existe, o se halla como el embrión; y en ella se suceden los deseos con profusión y variadas suma, ora buenos, ora malos, pero sin consistencia ni dirección; unas veces violentos y capaces de producir enérgicos impulsos; otras veces débiles, sin fuerza para la ejecución, pero siempre sin enlace con un acto determinado; de tal manera, que no se sabe jamás cuáles serán los efectos de una impresión. Los seres que nunca salen de esta fase son débiles, inconstantes y antojadizos; débiles porque son gobernados por las circunstancias y no por sí mismos; inconstantes porque viven al azar de las influencias externas o de las impresiones internas; y antojadizos porque están sujetos a los impulsos y a las acciones más contradictorias. En la fase del esfuerzo es cuando se educa la voluntad. El alma toma entonces en sus manos las riendas de su imperio. Domina fácilmente una a una las potencias de su ser, fija su atención, detiene los impulsos malos con otros buenos y refuerza conscientemente las excitaciones útiles. La tercera condición para el ejercicio de la voluntad es el vigor de los impulsos iniciales. ¿Cómo adquirir fuerzas bastantes para salir victorioso de este impulso inicial de una acción? No es eficaz el esfuerzo, ni abre vías de comunicación, ni crea el hábito, si la impresión sensible que acompaña a la idea o al deseo no es bastante fuerte para llegar al centro motor y ponerlo en movimiento. Esta observación de orden fisiológico aclara la distinción que establecen los psicólogos, al tratar de la voluntad, entre los estados intelectuales y los afectivos, entre las ideas y los sentimientos. Las ideas dicen: son impotentes en la lucha de las inclinaciones; los sentimientos, por el contrario, gozan de un poder soberano sobre la voluntad. La visión clara del saber aprovecha poco a la virtud; solamente la emoción favorable al bien trae consigo su cumplimiento. ¿Quién no conoce la debilidad de la idea pura? ¿Quién no ha experimentado la desilusión cruel de la vida real, comparada con la vida teórica vislumbrada entre sueños generosos? Cuanto dista de nuestros planes de perfeccionamiento moral, del cuadro incoherente formado por nuestras cotidianas acciones. Se trata de una fuerza de inercia la que nos detiene, ora de los apetitos desordenados los que nos arrastra. De dondequiera provengan nuestras derrotas, aprendemos muy a costa nuestra cuán grande es la distancia que separa la imagen de la realidad. Fijémonos en un alcohólico; lejos de la tentación, llora sus faltas, le duele sus consecuencias y protesta de que no volverá a probar otra vez licor; confía en sí mismo y se considera seguro; descuenta por adelantado los provechos económicos de su resolución y si se permite tomar una copa por vía de aperitivo, parécele que no se debilitará con ello su voluntad; sin embargo, apenas ha absorbido unas gotas de licor, se despierta de nuevos sus apetitos y se arrastra irresistible y avergonzado de sí mismo, pisotea sus proyectos de renovación y todos sus planes de reforma. 

Para obrar bien, no basta pues pensar bien; convine ser movido y llevado por el amor. Solamente el sentimiento que mueve al corazón, comunica sus impulsos que triunfan y vence la apatía o despierta las emociones favorables que contrapesan y reemplazan las emociones hostiles. ¡Cuántas malas acciones contiene el temor! ¡Cuántas nobles empresas llevar el amor a feliz término! En esta confrontación entre el temor y el amor, el humano debe inclinarse hacia el segundo, el amor a sí mismo y que inspira el instinto de conservación, el deseo de progreso, el valor de vencerse por el esfuerzo. 

El amor cuando se apodera del ser, lo conduce al desinterés, al sacrificio, y nada nos parece bastante en beneficio de aquellos a quienes amamos. Es el sentimiento más poderoso y profundo como también el más tenaz, el que une o divide a los humanos, el que mueve más enérgicamente las voluntades para el cumplimiento del deber manifestado por la conciencia. Este sentimiento de acción nos lleva a mover los centros sensibles y conseguimos excitar los centros motores y estos a su vez los centros afectivos; en una palabra, cuando las corrientes son bastantes poderosas para poner en juego todos los resortes nerviosos estamos al servicio de la voluntad. En este punto van de común acuerdo la psicología y la fisiología. La táctica reconocida por el psicólogo como eficaz para despertar el sentimiento, adoptándola también el fisiólogo para excitar los centros motores. Esta táctica, en el cual reside el arte de hacernos dueños de la voluntad, se reduce a tres medios principales: la vida interior, las influencias exteriores y la acción.

LA VIDA Y SUS CAMBIOS


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA


En los actuales tiempos del avance tecnológico, científico y una búsqueda incesante de nuevas formas de vida nos hace imprescindible servirnos de los instrumentos del aprendizaje y la educación para producir cambios positivos en nuestras vidas, y esta convicción ha de cultivarse para convertirla en determinación. 
A continuación, la determinación se transforma en acción; una determinación firme nos permite realizar un esfuerzo continuado para poner en marcha los verdaderos cambios. Este factor es el decisivo. Así por ejemplo, si se quiere dejar de fumar, lo primero es ser consciente de que fumar es nocivo para el cuerpo. Por tanto, se tiene que educarse. Pero, a menudo, ese aprendizaje por sí solo no es suficiente. Se tiene que incrementar esa consciencia hasta que se lleve a una firme convicción sobre los efectos nocivos del tabaco. Eso fortalece a su vez la determinación de cambiar. Finalmente, se tiene que realizar un esfuerzo para establecer nuevos hábitos. Ese es el proceso de cambio. 

Al margen del comportamiento que se intente cambiar, del objetivo hacia el que se dirija los esfuerzos, se necesita desarrollar una fuerte voluntad o deseo de hacerlo. Se necesita gran entusiasmo. En este aspecto el sentido de urgencia es un factor clave que ayuda a superar los problemas. Por ejemplo, el conocimiento que se tiene sobre los graves efectos del sida ha creado en muchas personas la necesidad perentoria de modificar su comportamiento sexual. Con frecuencia, una vez que se ha obtenido la información adecuada, surge la seriedad y el compromiso. El sentido de lo perentorio no sólo ayuda a superar los problemas personales, sino también los comunitarios. Existen varias técnicas para generar este entusiasmo. Hay que descubrir el potencial que tenemos dentro de nuestro cuerpo, de los buenos propósitos a los que puede servir, de los beneficios y ventajas de tener una forma humana, etc. Esas discusiones nos instilan confianza, nos incita a utilizar nuestro cuerpo de forma positiva y surge la necesidad de utilizar provechosamente todos los preciosos momentos de nuestra vida. Por tanto debemos dejar la apatía que tanto nos afecta, la misma que obedece a factores biológicos, por tanto hay que cambiar el estilo de vida. Así, por ejemplo, dormir lo suficiente, seguir una dieta saludable, desviarse de los vicios, y esto nos ayuda a mantener una mente más alerta. Pero también hay otra clase de apatía o pereza, la que surge de la debilidad de la mente. Para superar esta apatía y generar compromiso y entusiasmo que permitan cambiar comportamientos o estados mentales negativos, creo que el método más efectivo y quizá la única solución es ser siempre consciente de los efectos destructivos del comportamiento negativo. Quizá haya que recordar repetidas veces dichos efectos. Pero a menudo la gente desea introducir cambios positivos en su vida, tener comportamientos sanos, pero en ocasiones parece producirse una especie de inercia o resistencia. 

Aquí hay que utilizar el hábito en beneficio propio. Al familiarizarnos constantemente con nuevas pautas de comportamiento, podemos establecerlas de modo definitivo. Por ejemplo, si una persona esta acostumbra a levantarse a determinada hora y luego por necesidad tiene que dormir una hora menos. Al principio necesitará esfuerzo para acostumbrarse, con el transcurrir tiempo lo hará sin ningún esfuerzo, ello se debe al poder de la costumbre. Del mismo modo, podemos superar cualquier condicionamiento negativo y efectuar cambios positivos en nuestra vida. Pero hay que tener en cuenta que el cambio genuino no se produce de la noche a la mañana. En mi caso si comparo el estado mental actual con el de hace veinte años, observo una gran diferencia. Pero a eso he llegado, paso a paso, desarrollando profundo aprecio por los principios filosóficos, y espirituales, que al principio me habían parecido casi antinaturales. Todo me vino a través de la familiarización gradual. Como ve, en lo más profundo, el desarrollo mental requiere tiempo. 

He mencionado la necesidad de un alto nivel de entusiasmo y determinación para transformar la mente, para efectuar cambios positivos. Al mismo tiempo, sin embargo, reconocemos que el verdadero cambio sólo se produce con lentitud y puede exigir mucho tiempo, aquí empleados la virtud de la templanza para lograr los objetivos y nos abandonarlos. Y reafirmo que la educación es el primer paso para producir transformación interna. Aunque casi todo el mundo reconoce, menos los políticos, la importancia de la educación, solemos pasar por alto su papel como factor vital para alcanzar la felicidad. Investigaciones demuestran que hasta la educación puramente académica contribuyen a la felicidad. y se ha puesto de manifiesto que los niveles superiores de educación tienen eco beneficiosos en la salud y hasta protege la depresión. Al tratar de determinar las razones de estos efectos, los científicos han sugerido que las personas mejor educadas son más conscientes de los factores de riesgo para la salud; están mejor capacitadas para adoptar medidas que favorezcan e incrementen la autoestima, tienen mayores posibilidades para solucionar problemas y también disponen de estrategias más efectivas para afrontar las situaciones. 

El siguiente paso es generar decisión y entusiasmo. El psicólogo educativo Benjamín Bloom estudió la vida de algunos artistas, atletas y científicos de los Estados Unidos más destacados y descubrió que el impulso y la decisión y no el talento natural, fue lo que les permitió triunfar. Por tanto, cabe concluir que también son factores determinantes.

 Otro paso es la motivación humana, y se identifica tres clases principales. La primera es la motivación primaria, impulso basado en las necesidades de sobrevivir. Incluye las necesidades de alimento, agua, aire, etc. La segunda agrupa necesidades de estímulo e información, que para algunos investigadores son innatas e intervienen en la maduración y el funcionamiento del sistema nervioso. 

Por último, tenemos las motivaciones secundarias, derivadas de necesidades e impulsos adquiridos. Muchas de ellas están relacionadas con la necesidad de éxito y poder, influidas por fuerzas sociales y configuradas por el aprendizaje. Pero el impulso y la decisión no se deben utilizar únicamente para buscar el éxito en el mundo profano, sino que se desarrollan a medida que se obtiene una comprensión más clara de los factores que conducen a la verdadera felicidad y se utilizan en la búsqueda de objetivos superiores, como la compasión y el crecimiento espiritual. El esfuerzo, es el último factor de cambio, y constituye un elemento necesario para establecer un nuevo condicionamiento. 

La idea de que podemos cambiar nuestros comportamientos y pensamientos negativos mediante un nuevo condicionamiento no sólo es compartida por psicólogos, sino que constituye el fundamento de la psicología conductista: las personas han aprendido a ser como son, de modo que adoptando nuevos condicionamientos se puede resolver una amplia gama de problemas. Aunque la ciencia ha revelado que la predisposición genética de la persona tiene un papel muy claro en las respuestas del individuo ante el mundo, muchos creen que buena parte de nuestra forma de comportarnos, de pensar y de sentir viene determinado por el aprendizaje y el condicionamiento, es decir, por la educación y las fuerzas sociales y culturales.

Y puesto que los comportamientos son reforzados por el hábito, se nos abre la posibilidad de erradicar el condicionamiento nocivo y sustituirlo por uno útil, la vida. Realizar un esfuerzo continuado para cambiar el comportamiento no sólo es útil para superar los malos hábitos, sino también para cambiar nuestros sentimientos fundamentales. Los experimentos han demostrado que así como nuestras actitudes determinan nuestro comportamiento, idea comúnmente aceptada, el comportamiento también puede cambiar nuestras actitudes.


LA FELICIDAD Y SU BUSQUEDA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

El primer paso en la búsqueda de la felicidad es aprender a identificar que las emociones y los comportamientos negativos son nocivos y cómo son útiles las emociones positivas. 

Tenemos que darnos cuenta de que dichas emociones no sólo son malas para cada uno de nosotros sino también para la sociedad y el futuro del mundo. Saber fortalecer nuestra determinación de afrontarlas y superarlas. Por otra parte, debemos ser conscientes de los efectos beneficiosos de las emociones y comportamientos positivos; ello nos llevará a cultivar, desarrollar y aumentar esas emociones, por difícil que sea. Hay una fuerza interior espontánea. A través de este proceso de aprendizaje, del análisis de pensamientos y emociones, desarrollamos gradualmente la firme determinación de cambiar, con la certidumbre de que tenemos en nuestras manos el secreto de nuestra felicidad, de nuestro futuro, y de que no debemos desperdiciarlo. Si aceptamos el principio de causalidad como una ley natural, al tratar con la realidad, hay que tener en cuenta esa ley. Así, por ejemplo, en el campo de las experiencias cotidianas, si se producen ciertos acontecimientos indeseables, el mejor método para asegurarse de que no vuelvan a ocurrir es procurar que no se repitan las condiciones que los producen. De modo similar, si se quiere tener una experiencia determinada, lo más lógico es buscar y acumular aquellas causas y condiciones que la favorecen. 
Sucede lo mismo con los estados y las experiencias mentales. Si se desea la felicidad, se deberían buscar las causas que en otras ocasiones le han producido, y si no se desea el sufrimiento, se debería procurar que no vuelvan a presentarse las causas y condiciones que dieron lugar al mismo. Es muy importante aprender a apreciar este principio. El odio, la envidia, los celos, la cólera son estados negativos de la mente porque destruyen nuestro bienestar mental; cuando se abrigan sentimientos de odio o de animadversión hacia alguien, cuando la persona se siente llena de odio o de emociones negativas, todo nos parece hostil. La consecuencia es que hay más temor, una mayor inhibición e indecisión, una sensación de inseguridad. Estas cosas se desarrollan en un mundo que se considera hostil. Todos estos sentimientos negativos se desarrollan debido al odio. Por otro lado, los estados mentales como la afabilidad, la compasión, la generosidad son definitivamente muy positivos. Son muy útiles. 
Para alcanzar la felicidad hay que identificar y cultivar los estados mentales positivos así como identificar y eliminar los estados mentales negativos, clasificando las emociones simplemente sobre la base de si conducen o no la felicidad última. Es decir hay que producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo. Para ello es preciso aplicar muchos factores diferentes desde distintas direcciones. No se debe tener la idea de que sólo existe una clave, un secreto que, si se llega a desvelar, hará que todo marche bien. Es como cuidar adecuadamente del propio cuerpo, se necesitan diversas vitaminas y nutrientes, no sólo una o dos. Del mismo modo, para alcanzar la felicidad hay que utilizar una variedad de enfoques y métodos, superar los variados y complejos estados negativos. Si tratan de superar ciertas formas negativas de pensar no se podrá conseguirlo practicando una técnica, el cambio requiere tiempo y la aplicación de diversas técnicas y tomarse un tiempo necesario para familiarizarse con ellas. se trata de un proceso de aprendizaje. A medida que pasa el tiempo, se van acumulando los cambios positivos. Cada día, al levantarse se puede desarrollar una sincera motivación positiva al pensar: “Utilizaré este día de una forma más positiva. No desperdiciaré este día”. Luego, por la noche, antes de dormir analizar lo que se ha hecho y preguntarse si ese día se utilizó como estaba previsto. Si todo se desarrolló tal como se planificó, debe alegrarse por ello. Si alguna cosa salió mal, lamenta lo que hizo y examina críticamente. Gracias a este método se puede ir fortaleciendo los aspectos positivos de la mente. El comportamiento ético es otra característica que conduce a una existencia más feliz. Los grandes maestros espirituales como aconsejan realizar acciones sanas y evitar las que no lo sean, lo cual depende del grado de disciplina mental. Un mente disciplinada conduce a la felicidad y una mente indisciplinada al sufrimiento; de hecho, imponer disciplina en la propia mente es la esencia misma de la enseñanza. Al hablar de disciplina hay que referirse a la autodisciplina, no a lo que se nos impone externamente. También hay que referirse a la disciplina aplicada para superar los rasgos negativos. Una pandilla criminal puede necesitar disciplina para cometer un atraco con éxito, pero esa disciplina es inútil. En términos convencionales, en nuestra vida cotidiana, se considera la educación como un factor importante para procurar el éxito y la felicidad. El conocimiento no es algo que llegue hasta nosotros de un modo natural. Tenemos que practicar, tenemos que pasar por una especie de programa sistemático de entrenamiento. Y consideramos que esa educación y entrenamiento convencionales son bastantes duros; si no lo fueran, ¿por qué los estudiantes tienen tantas ganas de que lleguen las vacaciones? Y sin embargo, sabemos que la educación es necesaria en términos generales para alcanzar el éxito y el bienestar. Estamos hechos para buscar la felicidad. Y está claro que los sentimientos de amor, afecto, intimidad y compasión traen consigo la felicidad. Todos tenemos la base para ser felices, para acceder a estos estados positivos de la mente que aportan felicidad. De hecho es que no sólo poseemos el potencial necesario para la compasión, sino que la naturaleza básica o fundamental de los seres humanos es la benevolencia, por tanto hay que reconocer que si bien los conflictos son originados por el mal uso de la inteligencia, podemos utilizar ésta para descubrir medios que nos permitan superar. Al utilizar la inteligencia y la bondad, todas las acciones humanas son constructivas. Al combinar un corazón cálido con el conocimiento y la educación, aprendemos a respetar los puntos de vista y los derechos de los demás. Eso es el cimiento de un espíritu reconciliador que sirva para superar la agresión y resolver nuestros conflictos.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

ALQUIMIA MENTAL


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Por el estudio cultiva el hombre la inteligencia. Por la educación modela el alma, crea hábitos mentales, disciplina, sentimientos de deber y de responsabilidad; desarrolla el espíritu de observación, el juicio, la voluntad. Por la educación aprende a gobernar sus sentimientos. El hombre es guiado en la vida, más que por la inteligencia, sobre todo, por sentimientos de los que deriva su carácter. 

¿Cómo puede gobernarse una nación, una ciudad, dirigir ejércitos o una modesta fábrica o liderar un grupo, si se ignora el arte de manejar los sentimientos y las pasiones de los humanos? ¿Cómo podrá un hombre manejar los sentimientos ajenos si desconoce el arte de manejar los suyos propios? Desde el momento de nuestro despertar a la vida, asistimos a la contemplación de sus fenómenos y a la experimentación de lo que ocurre dentro de nuestro propio Yo y fuera de él. El arte de manejar los sentimientos nos lo enseña la vida; nuestro primer aprendizaje es enteramente experimental y a menudo doloroso. El niño que atraído por el brillo de una llama trata de tocarla y siente el dolor vivo de la quemadura, aprende por sí mismo a gobernar sus impulsos, a dominar sus sentimientos. La contemplación y experimentación de los fenómenos de la vida van grabando los caracteres psicológicos del Yo y traduciéndose en hábitos que, si asimilan lo bueno e imitan lo perfecto, donde quiera que estén, van despojando al ser interior de deformaciones innatas y de accesorios primitivos como de lastre inútil y van contorneando la personalidad con rasgos adaptables al mejor cumplimiento de un destino en la vida y al logro de la felicidad, supremo móvil de todos los actos humanos. Pasado y presente El fenómeno fisiológico actual, es decir, el Yo físico con sus órganos en función, con el aliento de la vida, con la facultad de movimiento y de percepción por los sentidos; el fenómeno psicológico, o sea, el alma en operación, con la facultad de conocimiento, raciocinio e imaginación, con la facultad de amar, desear y rechazar; el momento de relación entre el mundo interior y sus dominios y el mundo exterior y sus realidades, constituye el presente, lo absoluto de la vida, en el tiempo. El presente no está sujeto a medida, es una continuidad, un enlace perenne entre lo que fue y lo que será, entre lo que acaeció y lo que vendrá; tiene el valor de la vida misma, y por esto es lo único que en verdad interesa al humano en el tiempo. El pasado no existe, el porvenir es una secuencia del presente. Si el momento actual vale lo que la vida y es lo único que interesa, es lo que ahora piensas, es lo que ahora haces, lo que importa. Ya estudies, trabajes, descanses, ya te recrees, cada una de tus ocupaciones, atienda a tu espíritu o a tu cuerpo, debe determinar una feliz solución al presente. La solución feliz del instante demanda un acopio de fuerzas para enfocar con vigor las facultades en el vivir momentáneo. La solución feliz del presente es el preludio de un futuro victorioso. si estás seguro de que dar al presente cuanto eres capaz de dar, no temas el porvenir, espéralo confiado y optimista. Pero no vuelvas al pretérito, si no es para aplicar en favor del presente las experiencias que te dejó. No vuelvas a las cosas ingratas del pasado, ellas están sepultadas definitivamente en la nada. No obstruyas el curso del vivir momentáneo, no impidas la posible felicidad actual, viviendo el ayer, lamentando los errores y extravíos que cometiste, apesadumbrándote por lo que pudo ser y no fue, por lo que pudiste hacer y no hiciste. Si te alimentas con el pasado, tu rostro se tornará lúgubre, tu carácter huraño y reservado, no inspirarás simpatía, no podrás ganar amigos ni prosperar en la vida. Luego de eliminar los recuerdos del pasado y los temores del mañana, la mente por medio de la facultad de la imaginación es más poderosa que la voluntad. Probemos el aserto: En el insomnio, mientras mayor es el esfuerzo por conciliar el sueño, mayor es la excitación y el desvelo. En la risa, cuanto más violenta la voluntad el atacado de risa más incontenible se vuelve. En el miedo, el ciclista novel, por ejemplo, cuanto más procura evadir un peligro que se le presenta más derechamente va hacia él. 

Pero si el individuo que está desvelado, abandona su imaginación a ideas de sueño, pronto se queda dormido. Si es atacado de risa, piensa en un suceso triste, al punto domina la risa. Si el ciclista que ve acercarse el peligro, imagina que lo vence, seguramente recobra la sangre fría necesaria para salvarlo. La imaginación consigue lo que no el esfuerzo de la voluntad. Somos en verdad impotentes para dominar con solo la voluntad, los sentimientos de tristeza, envidia, codicia, venganza, celos, desaliento, etc. que carcomen nuestra conciencia y crecen y se agigantan con espontánea rapidez una vez que nos invadieron, si la mente no va en inmediato auxilio de la voluntad, oponiéndose con el más eficaz reactivo, que son los pensamientos contrarios, es decir, generosos, alegres, optimistas, lo cual se llama también reflexión. El hombre es capaz de dominar su conciencia, cuando se ha habituado a gobernar su cabeza. Cuando de costumbre alberga ideas sanas, nobles, placenteras, acaba por dar a su carácter hermosas cualidades, a su rostro iguales rasgos; y su conducta es, por consiguiente, una fiel derivación de esas ideas. Si se acostumbra a mantenerse sereno y dueño de sí, acaba por adquirir un temperamento dúctil y a la vez firme, al que no desmoralizan ni desconciertan las grandes contradicciones que le sorprenden, ni las pequeñas molestias y contratiempos diarios ineludibles de la vida. Muchos de los que se creen desdichados y vencidos de la vida, llegaron en verdad a tan triste condición por haber contraído la costumbre de pensar siempre en la desgracia. Esta malsana costumbre les hace perder la visión exacta de las cosas y el concepto de las proporciones y así los objetos más inofensivos toman torvas actitudes, sucesos más inocentes adquieren contornos agresivos y se convierten en víctimas y verdugos de sí mismo. 

El funesto hábito de quejarse, de maldecir de su suerte, de creer que algún invisible les persigue estropeando y desbaratando todos sus intentos, es el peor fantasma que puede perseguirles para atormentar su vida y amargar a los que le rodean. Aquí el remedio diario es revestir a tu ánimo con la serenidad, que es la fe en la vida y en ti mismo; siempre hay que prepararse a la jornada del día con la cordial disposición del que va a una fiesta, sin prevenciones, recelos, ni cautelas. Si con la inteligencia abierta a toda comprensión, con la memoria cerrada a todo recuerdo ingrato, con la voluntad pronta a seguir las buenas sugestiones de tu espíritu. Por medio de la imaginación puedes colocarte en las más favorables disposiciones mentales, morales y físicas. El libre albedrío tienes para escoger la índole de pensamientos que vivan en tu mente y de emociones que vibren en tu ánimo. Es el secreto de la alquimia mental.


-EL PODER DE LA MENTE


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

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 El ser humano es la conjunción perfecta de materia, mente y espíritu y aún hay quienes afirman un cuarto y quinto elemento en su conformación integral. Es mente y por lo tanto es lo que piensa y llega a ser lo que piensa de si mismo. Analizando la mente diremos que ésta es una sola con funciones separadas y así establecemos que el humano tiene dos fases distintas de consciencia: la primera la consciente y la segunda la subconsciente. La mente consciente y despierta es la que la conocemos como mente objetiva. Es el resultado de los estímulos externos sobre las células organizadas del cerebro, es la sustancia cordial o parte externa del cerebro, dirigida por impresiones sensoriales. Cuando dormimos ella duerme. La mente consciente es el analizador, el comparador, el razonador y que actúa como centinela o cuidador a la puerta de la mente subconsciente.

Podríamos decir que la mente consciente es el timonel del barco, el capitán en el puente el general en el campo de batalla. Esta mente es la que razona sobre causa y efecto. Esta mente consciente está acostumbrada a razonar pero no a nivel personal sino a nivel grupal y con una carga de tradición social que le impide ver la realidad ajena a ella. Nuestra mente consciente actúa de acuerdo al entorno al grupo familiar, social, étnico, económico al que pertenecemos, y aprendemos a responder de una manera determinada. La mente consciente es el escenario en donde nos desenvolvemos. Ahí está incluidos los dogmas, doctrinas, teorías, conocimientos, estudios, experiencias. El subconsciente en cambio está hecho para subsistir en perfección, y no hay que desesperarse por vivir bien sino hay que querer vivir bien y el limitante está en la mente consciente, y lo primero que hay vencer es a la mente consciente, es decir la lucha personal. 

Pero esta lucha no tenemos que hacerla afuera, primero tenemos que comenzar en lo interno de nuestro yo. Desgraciadamente todos los elementos contra los que tenemos que luchar existen a nuestro alrededor, lo que hace más difícil, porque cuando ganamos un batalla a nivel persona, allí tenemos a muchas personas con ideas y conceptos que tratan de derribarlo, de manera que nosotros tenemos que aplicar una fortaleza muy grande para no dejarnos vencer. Nosotros tenemos que darle una ayuda más tangible, ya que a la mente no se lo puede medir a pesar que nosotros obtenemos su producto todo el tiempo, de manera que tenemos que ser muy rectos en el sentido de manejar la mente subconsciente y solo a través de ella vamos ir depurando aquellas cosas que nos limitan y vamos a poder abrir nuestro camino, por lo que tenemos que ser conscientes del poder de nuestra mente subconsciente. 

Como potenciar la mente subconsciente? 

Tenemos que analizar lo que queremos eliminar de nuestra vida. Habrá una cantidad de cosas que no deseamos que convivan con nosotros, pero al mismo tiempo va a ver muchas cosas positivas que queremos conservarlas, y para poder instalar algo nuevo tenemos que eliminar lo viejo. En primera instancia deberíamos preguntarnos cuales son los hábitos negativos en nuestras vidas que no nos permite crecer, uno de ellos es no ver las cosas correctamente, es decir cuando nosotros hacemos un análisis de nuestro entorno y de nuestra individualidad, pensamos, hacemos y sugerimos que es correcto. Pero lo correcto es aquello que no daña a las demás personas y por allí es que tenemos que comenzar a entender. Igualmente nos toca hacer un análisis de lo que queremos hacer de nuestras vidas. La mayoría de personas vivimos limitados, en un medio donde tratamos de surgir un poco pero casi siempre en el nivel económico, pero no podemos salir, tenemos puesta nuestra limitación y ahí en este punto nos toca preguntarnos ¿Qué es lo que realmente queremos hacer? Si tengo la posibilidad de analizar mi vida, quisiera creer que tengo un camino para no quedarme donde estoy y tengo que alimentar ese imán de pensar positivamente. Las personas que quieren comenzar a manejar su mente subconsciente tienen que pensar en forma positiva. Ejemplo en la salud, pensar que soy sano. En la edad, pensar que soy joven, vital y útil y que no cuenta los años y sobretodo que yo me amo mucho; el amarse a si mismo es preocuparse por las cosas que nos convienen, por las cosas que queremos hacer. El siguiente paso es manejar los elementos internos, es ir aprendiendo hacer mi propio médico, mi propio psicólogo mi propio abogado. Se trata de un proceso lento, que poco a poco cada ser humano va adquiriendo una responsabilidad de sí mismo que le permite proyectarse y ayudar a crecer al que está a lado. Si todos los días al levantarnos hacemos la promesa de cumplir todas las metas propuestas, estamos pensando a nivel de consciencia, pero nuestra subconsciente nos va a elevar nuestros dones, nuestras capacidades internas que los tenemos adormecidos, y vamos a comenzar a despertar, pero no se trata de un milagro sino de un producto o de un resultado de nuestro trabajo en el crecimiento espiritual. Pero este resultado que obtenemos es sujeto de reacciones inmediatas, es decir cuando uno da un paso positivo por pequeño que este sea, el grupo se vuelve contra nosotros, primero porque se trata de un instinto de seres humanos negativos, ya que cuando uno quiere crecer otros pretenden aplastarlo y ahí prevalece el más fuerte y segundo como los demás no han probado la dosis de crecimiento espiritual que nosotros estamos poniendo en práctica tienen miedo, y el miedo bloquea sus acciones. Si sentimos que existe ese bloqueo externo no importa, hay que seguir, ya que en el momento que yo declaro que he decidido crecer, que he decidido evolucionar por mí y para mí y proyectarnos a un crecimiento futuro, quiero decir que estoy lleno de fortaleza, que es el elemento necesario para ir dejando de lado a lo mejor a los demás y a las demás cosas que me pesaban. Pero este proceso debe ser sutil para ir ganado terreno y la persona que está manejando su vida poco a poco llegará a triunfar.

-COMO FUNCIONA EL PENSAMIENTO



 VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA


Primero, pensamos lo que significa que entre en acción la mente consciente. Las personas imaginamos y creamos. Este es el primer poder que despertamos, este proceso, es lo que primero experimentan los científicos en su mente. Para la realización de un proyecto primero se lo sueña; segundo, se siente la emoción de su creación; y tercero se lo idealiza para luego darle la forma. Es decir primero hay que pensarlo, sentirlo para vivirlo, lo que significa que la imaginación es parte importante dentro de nuestro proceso creativo que no tiene límites y tenemos que darle todas las características para comenzar a vivir.

La visualización

Tomando como ejemplo la salud. Tenemos que visualizarnos sanos, felices, con energía para permitirnos actuar. Nuestra mente subconsciente comienza a trabajar en ese sentido, de allí que la gente que ha grabado en el subconsciente mensajes positivos son personas que viven positivamente, porque el poder de su mente consciente está actuando, está dirigiendo su mente subconsciente y ella está ejecutando.

Dentro de este proceso imaginamos algo positivo pero ahí tenemos un ingrediente que es el amor, le envolvemos en esa sensación que hace que me pertenezca porque lo amo, porque lo necesito. Y si yo amo y necesito una cosa y quiero que se realice, esta forma tiene que afectar a otro ser humano, entonces estamos creciendo positivamente, estamos haciendo lo correcto. Aquí hablamos de insertar lo positivo; pero la pregunta es ¿cómo borrar lo negativo?

Primero lo ubicamos dentro de nuestra mente lo que es malo o negativo y lo borramos de nuestra mente mediante u n proceso de negación, ejemplo: si soy una persona que he vivido en el dolor, lo primero que voy a hacer es decir no existe dolor en mi vida, pero dentro de mi, en mi interior puedo ver que estoy viviendo tranquilo, alegre y así voy dejando de lado esa realidad que me acompañó hasta ahora, que es el dolor, pero hay que tomar en cuenta que el problema interno es más fácil resolver porque está dentro de mi, mientras que el que está afuera tiende a ser más difícil ya que tiene interferencia de los que están a su alrededor.

Aquí potencializo la fuente de placer, de trabajar, ya que se puede definir la felicidad como ir hacia metas conocidas por encima de obstáculos no desconocidos. El placer es un intercambio positivo. Es el goce del trabajo, es la contemplación de las obras bien hechas, es un buen libro o un buen amigo; es aventura, esperanza, entusiasmo. Es lo que el ser humano hace, que disfruta haciendo; es lo que el hombre hace y disfruta contemplando; es lo que el hombre hace y disfruta recordando; y puede ser la simple conversación sobre cosas que él sabe que jamás hará. 

Vencer el miedo
Primero el miedo al cambio, a lo nuevo a enfrentarse a lo desconocido, y la gran mayoría de seres humanos están detenidos por el miedo, ya que un cambio indica reconocer todo nuestro sistema, todas nuestras negatividades y positividades y hacernos un examen de consciencia y vernos como somos, es como pararnos a un espejo y desnudarnos por dentro, pero la mayoría de personas quieren seguir siendo ciegos, porque están convencidos de que están en lo correcto erigiéndose en una especie de gerentes del mundo: "Yo hago, yo pienso, yo digo, yo creo, y determino y lo demás es un error, no vale, están equivocados" y es ahí donde tenemos que imbuirnos de fe en nosotros mismos y no en los de afuera, esa es la esencia de la realidad de nuestras vidas y ahí viene el choque entre los que buscan la verdad y los que nos impiden desarrollarnos.


Todo es positivo
También es importante alimentar el imán que todos llevamos dentro. Nosotros atraemos cosas positivas y negativas. Debemos comenzar a vivir positivamente atrayendo lo positivo, atrayendo bienestar y mucho crecimiento y ahí estamos alimentando el imán y de esto se encarga la mente subconsciente. Un ejercicio para alimentar el imán puede ser en la mañana al levantarnos y al contemplar el entorno físico exterior manifestar lo bello que es ese día.

Afirmar que cumpliremos los objetivos propuestos, que las relaciones con los
demás serán inmejorables y que la gente que me rodea es buena, eso es alimentar el imán positivamente y el trabajo con la mente subconsciente.
Lo permitido y lo objetivo Este crecimiento evolutivo en primer lugar altera nuestra cotidianidad, el entorno familiar y de amistad, ya que el actor evolutivo no dimensiona la vida desde el punto de vista material objetivo, sino más bien va más a allá, a una dimensión que profundiza y que nadie se da cuenta que vamos creciendo a una relación mayor, pero en algún momento verán los resultados, y esos son excelentes, y es más vemos el resultado en forma paulatina, en aquel "loco" que da un buen concepto, que sabe decir la palabra precisa para que uno se sienta tranquilo, y esto es común observar en el trabajo, y en el colegio donde rige la disciplina pre-establecida es más notorio el aparecimiento del "loco" que piensa diferente, quiere vivir a su manera, en forma distinta al común denominador y rompe los esquemas impuestos y por la falta de crecimiento interno de profesores, autoridades y padres de familia se genera un problema que llega a tildarse "rebelde sin causa", sin saber que se trata de un crecimiento espiritual que el joven ha comenzado a experimentar.
En este punto es necesario anotar la diferencia entre lo permitido y lo no permitido, viéndole desde el punto de vista y la objetividad para juzgar. A los romanos les gustaba el placer, pero para los cristianos era una frivolidad extenuante y cuando los cristianos derrocaron al estado pagano, el antiguo orden romano hizo el papel de villano.

Por tanto, cualquier cosa que fuera romana era mala. Esto llegó a extremos tan notables que el amor del romano por el baño hizo del bañarse algo inmoral que en Europa permaneció desaseada durante unos mil quinientos años. Lo romano se había convertido en una fuente de dolor tan general, que todo lo romano era maligno y permaneció siendo maligno durante mucho tiempo después que el imperio fuera derrotado.

De hecho, debido a que al hombre se le puede imponer un conjunto de normas, éste por su condición de pensar y reaccionar puede oponerse y eliminar lo prohibido de su actitud y vivir a su manera.

 

EL PODER DE LA VOLUNTAD

 
VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

La voluntad es el poder que el alma tiene para determinar, con consciencia y reflexión, a un acto libremente escogido. Y en esto consiste precisamente el arte de educar la voluntad: en saber desarrollar la facultad de dirigir sus actos, restringiendo la esfera del impulso mecánico y el imperio del capricho, para que el alma sea completamente dueña y señora de todas las energías. El humano posee tanta más fuerza de voluntad cuanto mejor sabe sustraerse al dominio de las fuerzas exteriores y más perfectamente gobernar los impulsos vitales que brotan del interior de su ser. 
Cosa difícil es hallar un ser humano completamente dueño de su voluntad. Los humanos generalmente hablando se dividen en dos grandes grupos: apáticos y violentos. En los apáticos el impulso interno es casi nulo; las fuerzas vitales permanecen como sepultadas en la inacción, y en su actividad tan débil e insuficiente que no llega casi nunca a ponerse en consonancia con lo que exige de ellos el deber. Esta languidez de espíritu, este abatimiento al esfuerzo es la enfermedad de la voluntad más universalmente extendida y al propio tiempo la más peligrosa. 
En los violentos, los que todos somos en determinadas ocasiones bajo la influencia de la pasión, el impulso es por el contrario excesivo y desordenado como un indomable caballo que no obedece al freno. Ni unos ni otros tienen dominio de su voluntad. Será dueño de su voluntad pues, aquel que durante horas de apatía sepa despertar sus energías amortiguadas, utilizando poca fuerza para determinar el impulso conveniente, y que, en los momentos de excitación desordenada, apacigüe y refrene sus pasiones, dirigiendo por el camino del deber las actividades fecundas que en su alma se desbordan. 
La verdadera dignidad
 
El primer resultado de semejante dominio será la manifestación y el desarrollo de la personalidad. Si ha podido afirmarse, con mucha verdad que apenas existe entre mil humanos, sólo uno que sea persona, es porque, en efecto, la mayor parte en lugar de tener el alma en sus manos, se dejan guiar por influencias externas o por las ciegas exigencias de su sensibilidad. La verdadera dignidad del humano se funda en lo que es y no en lo que tiene. Los hombres sin voluntad no son, pues, tales hombres, ya que ni se pertenecen, ni producen, ni adquieren. Por la voluntad se librarán de sus explotadores, se harán dueños de sí mismos, recobrando la libertad, con lo cual llegarán a ser personas morales, elevándose así del estado de degradación a la verdadera grandeza. 
La conquista de sí mismo exige mayor esfuerzo que la conquista de los demás -lo que demuestra la historia de casi todos los grandes hombres-, el desenvolvimiento de la personalidad entraña el poder de acción y el imperio de la influencia sobre los demás hombres. Gobernarán el mundo y poseerán la tierra, pues aquellos que hayan tomado antes posesión de sí mismos, haciéndose dueños de sus actos. 
Perseverancia 
Todo se doblega ante una voluntad firme, aun los seres inanimados y la misma fuerza
bruta. Gracias a la perseverancia en el trabajo y la tenacidad en los proyectos, la naturaleza revela a la voluntad humana sus secretos y sus recursos: por esta razón se ha dicho que el genio es la paciencia sufrida y perseverante, y es cosa averiguada que la voluntad no tiene menos parte que el talento en los más admirables descubrimientos y en las más atrevidas empresas. 
El valor intelectual es, generalmente hablando fruto y resultado de la voluntad. Dos inteligencias de iguales alcances obtienen frecuentemente muy diferentes resultados, según sea la voluntad que las dirige: el talento sea el que fuere, no se desarrolla y vigoriza sino mediante el continuo ejercicio. Es cosa averiguada que, las más de las veces, la fecundidad de un sabio depende de la fuerza de atención del individuo, pues nada produce si se le divide y distrae en diferentes cosas. Fijo en una sola por la atención, la penetra y profundiza al par que se enriquece. Pero la atención es fatigosa; no se consigue sin esfuerzo y sin lucha, y es el más ventajoso resultado y quizá la más exacta medida de la fuerza de voluntad.
Nadie ignora que el talento depende en gran parte del esfuerzo de la voluntad; pero igualmente el mismo organismo, que guarda la misma subordinación. Por tanto no puede dudarse que la voluntad es tributaria de la salud, pero la voluntad influye a su vez en la salud, ya que regula el organismo, equilibra la alimentación y el desgaste y templa las excitaciones cuya violencia sería perniciosa; es aún mayor su alcance, pues su entereza comunica al organismo todo cierta tonicidad, que justifica, en parte su papel terapéutico que se ha querido señalar a la voluntad.

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