viernes, 2 de junio de 2017

EL CAMBIO DE LAS FORMAS DE PENSAR Y ACTUAR


 VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA


En esta vida estresada el ser  humano se halla deprimido, neurótico y lleno de ansiedades y perturbaciones por su afán obsesivo de dominar la naturaleza y de tener más cosas, con la particularidad de que, una vez conseguidas, se sigue trabajando a ritmo creciente para cambiarlas por otras más novedosas. Pero, a pesar de contar con recursos jamás soñados, el hombre sobre todo en la órbita del capitalismo salvaje es alterado por una publicidad engañosa en complicidad con  los grandes medios de comunicación para sentirse más desgraciado que nunca.

Hastiados del activismo y de la técnica, hoy hay  una creciente fascinación por el milenario conocimiento de Oriente y de las nuevas manifestaciones de la Nueva Era, que trae paz, amor, felicidad y sobre todo ser el yo mismo, con todo su potencial de dones y valores que los tenía guardado, esperando el juicio final para poder acceder a la gracia de dios y por ende a la bienaventuranza. De ahí la divulgación de sus filosofías,  del yoga, del Zen, del budismo, de la meditación en sus diferentes manifestaciones, de las terapias alternativas, todas ellas dispuestas a enseñar a renovar el cuerpo y el alma.

Hoy están a nuestro alcance cantidad de tratados y conocimientos sobre filosofías ocultas, doctrinas secretas del hinduismo, del budismo, taoísmo, de Krishna, Confucio Lao-Tse; de las ciencias ocultas y muchos otros conocimientos milenarios. Por ello se ha multiplicado el aprendizaje del budismo zen,  el yoga, el tantra que hoy se imparte como materias en los grandes centros universitarios más prestigiosos del mundo. La siembra de ideas se ha enraizado y germinan por todo el mundo.

No son conocimientos para grandes de masas ciegas, sino para individuos despiertos, libres y amplios de mente para confrontar nuevas alternativas de vida en plenitud. Una de ellas es sin duda el instrumento de la meditación, donde el humano se expropia del propio yo, se une con la universal esencia del mundo; entra en una relación personal con el vacío, se despoja de todo y entra en una unidad profunda, con el amor que no destruye y que es la fuente de toda razón de la existencia en el universo.

Al entrar en una meditación profunda nos interiorizamos  radicalmente; no es un acto que lleva a salir de sí mismo, sino una entrada en la propia interioridad, que deberá conducirnos a la liberación del yugo de la individualidad personal y del fardo que representa la realidad de ser una persona que retorna a la interioridad común del ser, de un ser que, si se compara con la experiencia que tenemos de él, puede calificarse como no-ser, como nada, que es el modo de expresar la alteridad más absoluta.

Mediante la meditación la persona puede alcanzar la iluminación o autorrealización, que es uno de los preceptos del zen, es decir la plena realización de la mente y del cuerpo, es la culminación de esa  mirada interior e intuitiva a lo esencial de las cosas y de uno mismo: el despertar a la propia naturaleza verdadera, o, lo que es lo mismo, a la naturaleza de todo lo existente. No es resultado de ningún proceso dialéctico ni de la comprensión lógica e intelectual, ni, por supuesto, fruto de la ayuda divina.

Otro precepto que alcanzaremos será el desarrollo del poder de concentración como resultado de la unificación de la mente y de su aplicación en un solo punto. En este aspecto, coincide en gran medida con el yoga, aunque difieran los métodos empleados. Los rayos solares, concentrados por medio de una lupa, tienen efectos sorprendentes; además de calentar, queman. La luz de la mente unificada mediante la atención y los ejercicios zen, posturas, cuenta de las respiraciones, etc.- producirían resultados extraordinarios y podremos fin a la  fuente de sufrimientos con el fin de “quemar” el karma y escapar al renacer (escapar a la reencarnación o samsara).  El karma es la energía o fuerza que afecta al alma del ser humano y que es el resultado de sus acciones pasadas, por lo que determina la próxima reencarnación y la condición del futuro nacimiento, aun cuando exista la libertad en la vida presente de cara a una mejor reencarnación.


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