martes, 25 de diciembre de 2007

EN QUE CONSISTE LA SUERTE


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

“Si no se juega nada, no se gana nada”. “Probar suerte” de vez en cuando es algo muy razonable, pero “confiar en la suerte” como una política sistemática a seguir es sencillamente una estupidez.
 
¿En qué consiste la suerte?
 
Para determinar que una persona tiene suerte conviene hacer dos aclaraciones fundamentales:
En primer lugar, y por lo que respecta a la persona en cuestión, el resultado que se produce es totalmente “accidental”. Tiene que haber algo azaroso siempre que hablemos de suerte. (No podríamos decir que un individuo tiene suerte porque le ha llegado el correo a su casa, a no ser que haya ocurrido una catástrofe en la que se haya perdido todo el correo con mensajes importantes excepto el de algunos individuos entre los que se encuentra el nuestro).
En segundo lugar, el resultado en cuestión es de gran importancia en tanto que se trata de un resultado positivo o negativo, una pérdida o un beneficio. (Si X gana a la lotería, ha tenido suerte; si Z es golpeado por una piedra, tiene mala suerte; pero si consideramos un acontecimiento fortuito como que una persona está momentáneamente en la sombra por causa de una nube, en este caso no se puede hablar de suerte). 
Así pues, la suerte implica tres cosas: 
1º) un beneficiario y un afectado;
2º) un acontecimiento que resulte ser favorable (positivo) o adverso (negativo) desde el punto de vista de los intereses del individuo afectado, y que además,
3º) sea fortuito (inesperado e imprevisto). 
La suerte (buena o mala) cuenta siempre con un elemento normativo de bueno o malo; alguien tiene que verse afectado ya sea de forma positiva o negativa por un acontecimiento antes de que su ejecución pueda ser propiamente calificada positiva o negativamente. Es única y exclusivamente porque tenemos intereses, por lo que las cosas nos pueden afectar para bien o para mal; de ahí que la suerte entre en acción. 
No podemos decir que una persona tenga suerte porque se encuentre palomas en una plaza, o porque vea una nube sobre su cabeza, en tanto que estos fenómenos no afectan al bienestar de una persona. (Sería muy distinto si se hubiera apostado al respecto.) 
En caso de que nadie pueda decir si los acontecimientos se desarrollan para bien o para mal para los individuos involucrados, en caso de que todo sea ambiguo y oscuro y no haya forma de discernir si lo que acontece es para mejor o para peor, la suerte sale de la escena. Considérese la historia clásica del Quijote de Cervantes. 
Con un individuo normal, esos episodios estrafalarios, a saber el famoso encuentro con los molinos de viento, por ejemplo, serían una desgracia. Pero para el caballero andante de la Mancha con su extraña locura y su modo excéntrico de considerar las cosas, todo fue para bien en tanto que demostración de la seriedad de su dedicación a la misión caballeresca. 
La incertidumbre que se impone en este caso por lo que respecta a la ventura o desventura sirve para mantener el tema de la suerte en suspense: la posibilidad de beneficio o pérdida es crucial para la suerte. Un elemento inerte, a saber, una roca o un martillo no pueden tener suerte. Pueden ocurrir cosas que los conserven o que los deterioren, pero la ausencia de cualquier elemento de afectividad significa ausencia de intereses y por lo tanto descarta la entrada en acción de la suerte. Se podría equiparar “el fracaso de un acontecer negativo” con “un acontecer positivo”, y en consecuencia, “el fracaso de un acontecimiento positivo” con “un acontecimiento negativo”; los modos directos e indirectos de la suerte llegan a identificarse. (Dicha identificación resulta plausible ya que, considerando la ecuación mencionada más arriba, fracaso de lo negativo -acontecimiento positivo, parece totalmente apropiada. 
Evitar perder puede que no sea ganar, pero es, sin lugar a duda, algo positivo. En cualquier caso, la buena suerte no está en una ganancia de hecho del tipo que sea, sino en correr un riesgo y salir victorioso de él.

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