VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
Según el famoso mago y cabalista conocido como Papús,
los talismanes son formas que representan las fuerzas creadoras del astral, que
es un elemento intermedio entre el alma inteligente y el cuerpo físico. Dicho
de otro modo, son figuras compuestas por símbolos y nombres que se asocian por
medio de la Ley de la Correspondencia que establece que existe una absoluta
concordancia, relación y comunicación armoniosa entre todos los planos en los
que se manifiesta la vida en el universo. Todas las leyes que
rigen a un plano también rigen a los demás y esto hace conectarse por simpatía armónica
con la las fuerzas que las mismas representan, pero su poder se activa mediante
la intervención de la mente del humano, como agente cabalístico que es la que
las hace entrar en función.
Los amuletos en cambio, son cualquier objeto o
figura a la cual una persona le asigna un poder de protección aunque no
represente por sí mismo una ley superior, como lo hacen los talismanes. De esa
forma, una pata de conejo, una herradura o una piedra de cualquier tipo a la cual la persona
que la usa le atribuye suerte y se convierte en amuleto.
Los símbolos han sido llamados
formas oraculares y son patrones misteriosos de crear vórtices de fuerza en el
mundo invisible. Históricamente han sido relacionados por poderes trascendentales,
dice la tradición que los antiguos egipcios,
constructores de las grandes pirámides usaron pergaminos con inscripciones de
nombres mágicos que eran colocados debajo de las piedras que iban a ser
movidas, entonces uno de los sacerdotes o Kerihebs golpeaba las piedras con una
varilla de metal y esto hacía que pudiesen ser levantadas y colocadas en sus
respectivos sitios sin importar su peso.
Nuestro mundo es su totalidad es un símbolo del
universo, la vida es el símbolo de las fuerzas que lo ejercen. Todos somos
agentes trascendentales que usamos un lenguaje
que nos acerca el mundo material con el mundo mental para abrir
puertas a las influencias positivas o negativas.
EL SELLO DE SALOMON
Es uno de los símbolos más potentes que jamás
ha elaborado el pensamiento esotérico. Contrariamente a lo que se podría pensar
no fue inventado por Salomón, si bien tomó su nombre quizá debido a la importancia
del símbolo y para darle una pátina de antigüedad. Para Agrippa este símbolo
era un emblema del ser humano como microcosmos, como reflejo y
correspondencia de la estructura del Universo que es el macrocosmos.
En cualquier caso se trata de uno de los
símbolos esotéricos más importantes y está formado por dos triángulos equiláteros,
colocados uno con el vértice arriba y otro con el vértice hacia abajo. Los dos triángulos
representan los cuatro elementos; concretamente el triángulo orientado hacia
arriba simboliza a los elementos fuego y aire y el triángulo orientado hacia
abajo el agua y la tierra.
Cuando los dos triángulos llevan en el centro
un punto que simboliza la quintaesencia, representan todos los elementos del
cosmos que forman al ser humano. Este quinto elemento constitutivo de la
naturaleza es el más íntimo de todo lo que existe y puede definirse como el
componente principal de todas las cosas a dos niveles en su grado vibratorio
más elevado, ya que es energía original cósmica, primitiva, rica en potencial
energético emana de un plano superior a su grado inferior formando la materia
física conocida o traducida a ella.
Una vez traducida a la forma física constituirá el alma energética de la misma, y su contenido vibratorio e informativo podrá ser extraído de la materia mediante los procedimientos alquímicos para ser transmitido, por ejemplo, a un líquido y transformándole en medicamento.
Una vez traducida a la forma física constituirá el alma energética de la misma, y su contenido vibratorio e informativo podrá ser extraído de la materia mediante los procedimientos alquímicos para ser transmitido, por ejemplo, a un líquido y transformándole en medicamento.
El Sello de Salomón combina la fuerza y la
belleza, el simbolismo y la cualidad ilustrativa; todo ello permite expresar la
verdadera esencia como símbolo de conexión entre ambos
mundos; en este contexto, simboliza la relación que hay entre la ciencia y la metafísica, con elementos de medicina y magia, astronomía y
astrología, y la conexión
simbólica entre los jardines de recreo y el Jardín del Edén, entre el cielo y
las cúpulas arquitectónicas y entre la cosmología tradicional y su nexo con la
religión.
Actualmente a la quintaesencia se le identifica
con la fuerza vital que se encuentra en todos los puntos del universo. Está relacionada
con la búsqueda de la piedra filosofal que sería precisamente el grado
vibratorio más elevado de la transmutación según los protocolos operativos muy
precisos. Dicho proceso debe ser siempre bien canalizado por un operador que reúna
las condiciones psicofísicas y espirituales adecuadas, mediante el desarrollo
de un campo energético de gran potencia capaz de romper los vínculos de los
componentes atómicos y transformar unos elementos en otros.