VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
En un mundo invadido las 24
horas por campañas publicitarias, noticias negativas y alarmistas, espectáculos
donde la violencia es el personaje central, medios de comunicación intolerantes
y aborrecibles, es necesario hacer un pare en esa vorágine para buscar la
expresión impecable y elevada, donde la palabra sea el reflejo de nuestros
deseos de cambios, de transformación, de meditación, de paz y alegría y así
pensaremos bondadosamente, hablaremos suavemente y con claridad y verdad y
estaremos cambiando al mundo.
La palabra una vez dicha no tiene regreso. |
La sabiduría de la causa y el
efecto nos enseña que todo es importante, cada respiración, cada sílaba, cada
oración. A medida que caminamos por lograr la iluminación de nuestro ser, nada
carece de significación, todo cuenta. Imaginémonos que todos los pensamientos
se arremolinan en este instante en nuestra cabeza. Qué pensamientos desearíamos
expresar ese momento? Sería una elección
que como muchas veces lo hacemos inconscientemente sin darnos cuenta del
significado de lo que decimos y que muchas veces hiere o mata causando
conflictos. Valoremos las palabras para
que nos ayuden a concretar nuestros pensamientos y conceptos, a definir
nuestras prioridades, ratificar nuestras ideas y opiniones y expresar de una
manera sabia nuestra visión de las cosas y nuestras intenciones. Y si no
podemos hacerlo ese momento, mejor callemos; el silencio también es expresivo.
La palabra posee poder y nos
ayuda a comunicarnos nuestras intenciones en forma consciente, por ello no
debemos descuidar reflexionar sobre lo que pronunciamos acerca del yo, del no
yo y de otros yo que vamos inventando conforme avanza la edad. No utilicemos la
palabra para afianzar y confirmar el yo ilusorio. No la utilicemos para
expresar que existimos y que estamos aquí vanidosamente delimitando nuestro
espacio territorial con el falso ego, el falso yo. Al poner de manifiesto
nuestros puntos de vista, utilizamos palabras para definir la ciudad concreta
del ego y la noción del “mi” y de “lo mío” y así solo nos contamos a nosotros
mismos historias acerca de nosotros y de nuestras vidas.
Al hablar a otros, hablaremos
de nosotros valorando lo valioso de la
palabra pronunciada con excelencia, donde se refleje la sabiduría interna, la
visión clara pero profunda de los fenómenos que nos suceden cotidianamente. Las
palabras articuladas sin necesidad del ego y del engaño son maravillosas porque
significa que podemos hablar con claridad, sin propósitos ocultos y con
simplicidad, alcanzando momentos de felicidad plena en la vida, ya que
resonarán en la inmortalidad del tiempo como enseñanzas que se transmitirán.
Todos tenemos momentos notables, momentos en que nos hallamos en contacto con
quienes somos y lo que somos. En ese momento preciso podemos ser capaces de
expresar nuestra propia verdad honradamente, sin temores, como buscadores de
una luz que nos aclare la vida, el espíritu y que eleven el alma se eleve hacia
los confines del universo como luz guiadora.
Rechacemos la manipulación
donde la falsedad pretende adquirir ribetes de verdad mediante
Peña Nieto un político mentiroso producto del marketing de la televisión de México |
declaraciones
engañosas e inescrupulosas. Vivimos en el mundo de la mentira abierta que es
contraproducente en la conciencia, en especial de los débiles, de las masas que
marchan sin saber a dónde van. Los que avanzamos en el sendero espiritual es
probable que no nos llegue la sutileza de los mensajes que recibimos, ya que
descubrimos rápidamente por la intuición lo claro de lo oscuro, lo franco de la
falsedad. No somos débiles ni vulnerables como la gran masa, sino fuertes y
poderosos, y tenemos el control de nosotros mismos y utilizamos la palabra con
propiedad, sin crear falsas personalidades que dejan sentirnos incompletos,
alienados.
Tomemos conciencia de
involucrarnos en el bien de la palabra. Tratemos de escucharnos a sí mismos, de
forma que podamos oír como suena dentro de uno desde una perspectiva diferente,
como si nos encontraremos fuera de sí mismos siendo oyentes objetivos. Decir
con claridad, es una actividad que nos pertenece al momento presente con
conciencia de lo que decimos para no
causar daño y que la experiencia de que nos escuchen sea placentero y deje
profundas enseñanzas y sea de provecho en todas las situaciones que nos
enfrenta el destino.