VÍCTOR MANUEL GUZMÁN VILLENA
Debemos ser en primer lugar, personas felices,
de manera que nuestra felicidad nos
lleve a desear una larga vida que nos permita disfrutar mucho tiempo de ese
bienestar y esa satisfacción de haberlo conseguido. Esa longevidad se consigue
con una buena salud, algo muy importante porque sin salud resulta imposible ser
feliz. Se consigue una buena salud
teniendo el control sobre sus pensamientos, sentimientos y
comportamientos. Sintiéndose bien consigo mismo y teniendo buenas relaciones
interpersonales. Es un estado de bienestar y de equilibrio en todos los
aspectos de la vida diaria, sea alimenticio, emocional, espiritual, físico. Por
tanto cuando somos felices y sabemos que, gracias a un diario trabajo
desarrollando ciertas cualidades físicas y mentales, vamos a gozar de una larga
vida llena de salud, entonces, y sólo entonces, aspiramos a la paz, una paz
interior que nos permita cultivar las virtudes.
Todo ello lograremos con la inacción, que no
significa pasividad. Para conseguir tener una mente en paz, hay que permitir
que las cosas discurran por sí mismo, sin interferir en los acontecimientos. Al
renunciar al uso de cualquier fuerza, a las emociones agitadas, a la ambición
por las cosas materiales descubriremos que intentar imponerse al destino, es
como remover el agua de una charca y enlodarlo. Si, por el contrario, su acción
consiste en no removerla, en dejarla como estaba, el agua permanecerá limpia o
se limpiará por sí sola. La inacción no implica no actuar sino hacerlo siempre
bajo el signo de la moderación, retirándonos discretamente una vez que hayamos
terminado el trabajo.
Esto nos conduce a tener una vida plena y feliz
y con propósitos, con el proyecto en la que la felicidad no es meramente lo que
uno tiene (aunque es esencial tener cubierta las necesidades básicas) sino lo
que uno tiene y quiere hacer con su vida, de manera que sienta que la vida
tiene sentido, que desarrollamos las potencialidades, que perseguimos proyectos
vitales. Tenemos que ir construyendo que en cada amanecer hasta el anochecer de
la vida seamos protagonistas esenciales del destino, en la que no olvidemos que
además del bienestar personal es importante contribuir al bienestar social.
Entendamos que el bienestar personal desde el punto de vista ético –vida
buena-no desde un punto de vista egoísta –vida en la que solo tiene importancia
el deseo propio, contribuya o no al propio bienestar o al de los demás-.
Aquí influye mucho si manejamos el equilibrio
en nuestras decisiones y acciones, esto nos proveerá de paz interior y nos permitirá
apreciar la belleza que nos rodea a diario, apreciar lo valioso que son las
personas con las que nos relacionamos, comprendiendo a los demás como a
nosotros mismo. Cuando sintamos esa paz, todo fluye más fácilmente, y los obstáculos
que nos presenta la vida se resuelven con menor esfuerzo, y esto sucede porque
estamos continuamente pasando a niveles superiores de comportamiento y
funcionamiento.
Y allí hemos encontrado la paz interior que no abre las puertas de la felicidad, y todos tenemos la capacidad de decidir y de orientarnos hacia esos fines. Nuestra maravillosa inteligencia nos guiará conseguir esa percepción y reduciremos los sentimientos de desánimo, impotencia y auto desprecio.