VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
Una de las causas para muestras dificultades
en la vida es el deseo. El deseo es una incansable sed que nunca termina.
Debido a que todos nosotros deseamos ardientemente, de que estamos hambrientos
y sedientos de diversas experiencias y cosas diferentes, continuamos sufriendo.
No se trata de que tengamos que despojarnos de las cosas que deseamos. Los
objetos no son el problema. Es nuestro apego, nuestra identificación con lo que
anhelamos, lo que causa el sufrimiento. Por tanto no son los objetos externos
los que nos enredan. Es el aferrarnos internamente los que nos dificulta.
Las personas malinterpretan que se despojan
del anhelo, nunca volverán a ser capaces de amar ni de vivir con pasión. Lo que
es cierto es justamente lo opuesto. Seguiremos manteniendo nuestros deseos
saludables, pero ya no están contaminados y mal dirigidos por una sed
insaciable.
Por tanto hay que aprender a cultivar la
bondad amorosa, la empatía y la integración. No debemos poseernos el uno al
otro y tampoco debemos volvernos tan
identificados o apegados a las cosas (ya sean personales, pensamientos,
sentimientos, profesiones, metas u objetos materiales) que nos hagan perder la
visión de la realidad, del relativismo de la naturaleza cambiante de todo lo
que es.
La sed insaciable del apego al deseo causan
problemas vitales en nuestras vidas y hay que poner en mayúsculas lo que causa
el deseo y el apego. Hemos escuchado varias veces algún amigo cercano o
pariente decir “Deseaba tanto a esta persona que estaba a punto de perder la
cabeza”, o “Haría cualquier cosa por conseguir (COMPLETE LA FRASE) La cuestión es que con el deseo es que se
apodera del control de su mente y de su vida. Se hace el dueño. En su forma más
intensa, es semejante a estar poseído por un hechizo.
¿Cuántas horas al día dedicamos a la actividad incansable de tratar de obtener lo que cree que desea conseguir? ¿En qué momento esas interminables horas llegan a convertirse en obsesión? ¿Qué parte de su mente y de su tiempo invierte en fantasear acerca de las cosas que desea? Resulta demasiado fácil utilizar la mayoría de las horas de nuestras vidas para permanecer bajo la obsesión del romance, la carrera, el dinero, los amores turbulentos, los pasatiempos, el sexo o el placer. AL igual que una nube oscura, el deseo oscurece su naturaleza espiritual radiante y libre.
¿Es esta cultura la que puede resistirse a una sed insaciable de placeres sensuales, de riquezas o de poder? Existen tanta publicidad, tanta propaganda, tantos centros comerciales que capturan nuestra atención. ¿No se siente con frecuencia azotado por las brisas de “las atracciones” que claman por su atención? Diariamente nos llegan catálogos, la televisión, la radio, los medios impresos y el mismo Internet nos enseñan miles de objetos que al comienzo no deseamos, pero como son alentados a llevar vidas fantasía, en las cuales invertimos permanentemente un futuro incierto, aguardando con esperanza de ser tomados y transportados por un salvador en un descapotable coche rojo.
Pero existe un antídoto de una sola palabra
para la sed o el deseo: Sabiduría. La sabiduría de la
libertad del deseo. Tenemos la capacidad de descubrir o redescubrir nuestra
sabiduría innata, nuestra conciencia, nuestro gozo interior, a través de las
prácticas espirituales, incluyendo la meditación, el auto cuestionamiento, la
oración, el cultivo de nuestro corazón amoroso, tierno, naturalmente sensible.
La sabiduría es el medio para trascender el deseo y transformar una existencia
monótona y rutinaria en un precioso e inspirador paseo por un jardín. Esa es la
verdadera libertad.
Buda hablando a sus discípulos les dijo: “Todo el que, en este mundo, supere su deseo
tan difícil de trascender, hallará que el sufrimiento se va extinguiendo como
las gotas de agua que caen desde una flor”.