lunes, 12 de agosto de 2019

LA ENERGIA A TRAVES DEL SEXO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Harsha Vardhana fue un gobernante  destacado que unificó todo el norte de la India y formó un vasto imperio. Su brillantez fue reconocida y registrada en su época, tanto por un brahmán de la corte como un poeta y guerrero y sobre todo por las importantes innovaciones religiosas y filosóficas  que tuvieron lugar durante su reinado. 

Fue durante este período cuando aumento la popularidad del hinduismo en detrimento del budismo, que asumió entonces su forma clásica de culto llamado puja. En ésta los fieles realizaban ofrendas que consistían en frutas, dulces y otras delicias culinarias a las esculturas y demás imágenes de los dioses que reposaban en sus templos y ejecutaban determinados rituales secretos, todos relacionados con el poder femenino, lo que luego se conocería como tantra. El tantra es casi con certeza una forma de culto muy antigua, vinculada a la diosa madre.

Las creencias básicas del tantrismo difieren notablemente de las ortodoxias budistas e hinduistas y su popularidad es avalada por su antigüedad. La creencia fundamental es que sólo se puede venerar de verdad a la diosa madre a través del coito.  Con el tiempo esto llevó a las relaciones sexuales en grupo, a menudo en los campos de cremación, supuestamente contaminados. Estos episodios estaban asociados al quebrantamiento de otros tabúes, como el de comer carne y beber alcohol.

El tantra también influyó al budismo, lo que en el siglo VII tendría expresión en una tercera forma, tras el hinayana y el mahayana, el vajrayana o vehículo del rayo. Esta creencia introdujo como divinidades más poderosas a un conjunto de mujeres sabias conocidas como taras, las consortes de los Budas y Bodhisattvas –los más débiles- En otras palabras, el hinduismo tántrico y el budismo tántrico exaltan ambos principios femenino, al que consideran la forma más elevada del poder divino.

El culto al tantra se convirtió en secreto y reservado debido a que sus prácticas resultaban inaceptables para los ortodoxos, aunque su íntima conexión con el yoga contribuyó a hacerlo popular. El yoga se practicaba porque el control de la respiración y del cuerpo eran componentes esenciales para la apropiada realización del maithuna. Y el yoga, en tanto sistema de pensamiento emerge en ese momento como una serie de creencias más codificada y organizada con la aparición de los “ocho pasos” del yoga real o roja yoga. El autocontrol, la observancia de la conducta adecuada, el ejercicio de las posturas correctas (asana), el control de la respiración (prana), la abstinencia, la estabilización de la mente, el logro perfecto de la meditación profunda (samadhi) y la libertad absoluta del kaivalya.



Pero el yoga es sólo una de las seis escuelas de la filosofía hindú clásica que emergieron en tiempos de Harsha Vardhana. Estas seis escuelas se agrupan por lo general en tres parejas. Al yoga, por ejemplo, se lo vincula con el samkhya o escuela de los números, que también puede tener un origen muy antiguo. Según la filosofía samkhya, el mundo se compone de veinticinco principios básicos, veinticuatro de los cuales son materia y uno solo es espíritu o el yo. En este sistema no hay creador, ni seres divinos, toda la materia es eterna y no engendrada. Toda la materia posee tres cualidades en diferentes grados o bien es más o menos veraz, más o menos apasionada o más o menos oscura. La mezcla de estas cualidades determinada lo virtuoso o noble que es algo inerte, cruel, fuerte o brillante, etc. Las veinticuatro formas de la materia evidencian cierta evolución, ya que el prakriti (engendra) la inteligencia (buddki) de la que surge lo que denominaríamos sentido del yo (aham kara) lo que da lugar  a la mente (manas). De la mente surge los cinco sentidos y de ellos,  los cinco órganos de los sentidos y los cinco órganos de la acción. Bajo toda la materia subyacen los cinco elementos: éter, aire, luz, agua y tierra. El puresa, el sentimiento de ser un individuo con su propio espíritu, conlleva la idea de que toda la gente es igual pero al mismo tiempo diferente. La salvación se consigue únicamente cuando la persona comprende la separación básica entre el purusa y el prakriti, lo que le permite al espíritu dejar de sufrir y alcanzar su completa liberación. El misticismo de esta concepción coincide de forma clara con las creencias platónicas y gnósticas de Egipto y Grecia.



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