lunes, 12 de octubre de 2015

LA PALABRA PRECISA



VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

En un mundo invadido las 24 horas por campañas publicitarias, noticias negativas y alarmistas, espectáculos donde la violencia es el personaje central, medios de comunicación intolerantes y aborrecibles, es necesario hacer un pare en esa vorágine para buscar la expresión impecable y elevada, donde la palabra sea el reflejo de nuestros deseos de cambios, de transformación, de meditación, de paz y alegría y así pensaremos bondadosamente, hablaremos suavemente y con claridad y verdad y estaremos cambiando al mundo. 


La palabra una vez dicha no tiene regreso.
La sabiduría de la causa y el efecto nos enseña que todo es importante, cada respiración, cada sílaba, cada oración. A medida que caminamos por lograr la iluminación de nuestro ser, nada carece de significación, todo cuenta. Imaginémonos que todos los pensamientos se arremolinan en este instante en nuestra cabeza. Qué pensamientos desearíamos expresar ese momento? Sería una elección  que como muchas veces lo hacemos inconscientemente sin darnos cuenta del significado de lo que decimos y que muchas veces hiere o mata causando conflictos. Valoremos  las palabras para que nos ayuden a concretar nuestros pensamientos y conceptos, a definir nuestras prioridades, ratificar nuestras ideas y opiniones y expresar de una manera sabia nuestra visión de las cosas y nuestras intenciones. Y si no podemos hacerlo ese momento, mejor callemos; el silencio también es expresivo.


La palabra posee poder y nos ayuda a comunicarnos nuestras intenciones en forma consciente, por ello no debemos descuidar reflexionar sobre lo que pronunciamos acerca del yo, del no yo y de otros yo que vamos inventando conforme avanza la edad. No utilicemos la palabra para afianzar y confirmar el yo ilusorio. No la utilicemos para expresar que existimos y que estamos aquí vanidosamente delimitando nuestro espacio territorial con el falso ego, el falso yo. Al poner de manifiesto nuestros puntos de vista, utilizamos palabras para definir la ciudad concreta del ego y la noción del “mi” y de “lo mío” y así solo nos contamos a nosotros mismos historias acerca de nosotros y de nuestras vidas.

Al hablar a otros, hablaremos de nosotros valorando lo valioso  de la palabra pronunciada con excelencia, donde se refleje la sabiduría interna, la visión clara pero profunda de los fenómenos que nos suceden cotidianamente. Las palabras articuladas sin necesidad del ego y del engaño son maravillosas porque significa que podemos hablar con claridad, sin propósitos ocultos y con simplicidad, alcanzando momentos de felicidad plena en la vida, ya que resonarán en la inmortalidad del tiempo como enseñanzas que se transmitirán. Todos tenemos momentos notables, momentos en que nos hallamos en contacto con quienes somos y lo que somos. En ese momento preciso podemos ser capaces de expresar nuestra propia verdad honradamente, sin temores, como buscadores de una luz que nos aclare la vida, el espíritu y que eleven el alma se eleve hacia los confines del universo como luz guiadora.

Rechacemos la manipulación donde la falsedad pretende adquirir ribetes de verdad mediante
Peña Nieto un político mentiroso producto del marketing
de la televisión de México
declaraciones engañosas e inescrupulosas. Vivimos en el mundo de la mentira abierta que es contraproducente en la conciencia, en especial de los débiles, de las masas que marchan sin saber a dónde van. Los que avanzamos en el sendero espiritual es probable que no nos llegue la sutileza de los mensajes que recibimos, ya que descubrimos rápidamente por la intuición lo claro de lo oscuro, lo franco de la falsedad. No somos débiles ni vulnerables como la gran masa, sino fuertes y poderosos, y tenemos el control de nosotros mismos y utilizamos la palabra con propiedad, sin crear falsas personalidades que dejan sentirnos incompletos, alienados.


Tomemos conciencia de involucrarnos en el bien de la palabra. Tratemos de escucharnos a sí mismos, de forma que podamos oír como suena dentro de uno desde una perspectiva diferente, como si nos encontraremos fuera de sí mismos siendo oyentes objetivos. Decir con claridad, es una actividad que nos pertenece al momento presente con conciencia  de lo que decimos para no causar daño y que la experiencia de que nos escuchen sea placentero y deje profundas enseñanzas y sea de provecho en todas las situaciones que nos enfrenta el destino.




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