sábado, 1 de diciembre de 2007

LOS DRUIDAS Y EL REY ARTURO



VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

EL REY ARTURO 
Los historiadores han sostenido durante años que la historia del Rey Arturo era solo un mito, pero la leyenda se basa en un héroe real que lideró la desesperada resistencia celta a la invasión anglosajona de Bretaña en el siglo VI. Se trata de un rey semilegendario cuya existencia fue contada por primera vez por Nenius, un historiador del siglo IX. Esta primera historia fue aumentada por Godofredo de Monmouth, que describió la juventud e Arturo y sus relaciones con el mago Merlín. Después será el poeta Normando Wace, quien terminará de dotar al mito de Arturo de sus episodios definitivos y más famosos creando la Tabla Redonda en el Roman de Brut. Cuenta la leyenda que Uther, rey de lo que se conoce ahora como Gran Bretaña, decidió un día firmar la paz con uno de sus más fieros enemigos: el duque de Cornwall. Para ello invitó al duque y a su señora esposa a su castillo. Cuando Uther conoció a la duquesa Ingraine quedó totalmente enamorado de ella. 
Al darse cuenta de esta situación, la duquesa le pide a su marido retirarse inmediatamente del castillo y regresar a casa. El duque de Cornwall se retiró del castillo y reinició la guerra. El amor de Uther por la duquesa era tan grande que se enfermó y buscó la ayuda de Merlín, el mago de la corte. Éste le dijo que lo único que tenía era "Mal de Amores" y que podía ayudarlo con una condición: el hijo que tuviera con Ingraine se lo entregaría a él (a Merlín), para educarlo y prepararlo para cumplir su destino, que no era otro que ser el más grande monarca de Inglaterra. Esta conversación animó a Uther para ir con sus tropas, en busca de su amor. El duque se enteró de sus intenciones y fue a su encuentro. En la lucha Cornwall muere y los mensajeros de Uther convencen a Ingraine para que se convierta en su esposa. Al final, ella accedió y pronto se casaron. Cuando nació el heredero, fue Merlín a ver a Uther y éste se lo entregó como había prometido. La criatura fue entregada a Sir Héctor, un noble de la corte, quien no tenía conocimiento de la sangre real del niño. El infante fue bautizado con el nombre de Arturo. Cuando Arturo contaba con dos años su padre, Uther, murió. El reinó entró entonces en una etapa de anarquía casi incontrolable que duró por años. Un buen día Merlín reunido con el arzobispo de Canterbury le dijo a los nobles de la corte que sería Cristo a través de un milagro quien señalaría el sucesor legítimo de Uther. El milagro no se hizo esperar, y en el cementerio próximo a la iglesia apareció una espada encajada en una piedra. En la hoja de la espada estaba inscrito: "quien pueda desencajarme de esta piedra será rey de toda Bretaña por derecho de nacimiento". Ante este milagro todos los nobles intentaron sacar la espada, sin ningún resultado. Fue así como se decidió que, después del torneo tradicional de cada año, los caballeros asistentes podrían probar suerte con la espada milagrosa. En uno de esos torneos (años después de la muerte de Uther), participaba Sir Héctor y Sir Kay, su hijo. Arturo no participaba porque era todavía un muchacho de 15 años, Cuando se dio comienzo a la competencia, Sir Kay se dio cuenta que no tenía su espada, entonces le pidió a su hermanastro que se la fuera a buscar a su casa. Arturo fue corriendo a buscarla pero no pudo entrar a su casa, pues estaba cerrada, entonces se recordó de la espada que estaba en el cementerio y fue en su busca. Tomó la espada por su empuñadura y la sacó con total facilidad. Al entregársela a Sir Kay, éste se dio cuenta al instante que era la espada del cementerio, así que se la enseñó a su padre. Sir Héctor quedó lleno de estupefacción y se llevó a sus hijos hasta el cementerio. Allí le dijo a Arturo que volviera a meter la espada en su sitio, Arturo lo hizo. Luego, le instó a que la sacara nuevamente. Al ver a su hijo adoptivo sacar la espada tan fácilmente se postró de rodillas al igual que Sir Kay. Arturo se asombró de esto y Sir Héctor, con voz emocionada, le explicó que desde ese momento sería el rey de toda Bretaña. Fueron entonces donde el arzobispo y le contaron la gran hazaña. El arzobispo reunió a todos los caballeros alrededor de la espada y dejó probar su suerte a cada uno. Dejó para el final a Arturo y éste volvió a sacar fácilmente la espada de la piedra, esta vez delante de un gran número de personas. Fue así proclamado de manera oficial como rey de toda Bretaña y la espada se colocó solemnemente en altar mayor de la catedral de Canterbury. Poco después de su nombramiento, Arturo salió un día a pasear por un bosque cercano al palacio. En un camino solitario vio a unos maleantes que estaban acosando a un pobre anciano, cuando éstos vieron a Arturo acercarse salieron corriendo. El rey no se había dado cuenta que ese viejo indefenso no era otro que el mago de la corte, el gran Merlín. Éste, lejos de agradecerle su llegada, le dijo a Arturo que lo estaba esperando y que le iba salvar la vida. El joven monarca no lo entendió y siguió caminando junto con el mago. Unos minutos después se encontraron con un caballero en la mitad del camino, quien con aire arrogante les dijo: "nadie pasa por aquí sin antes pelear conmigo”. Arturo aceptó el reto y, aunque luchó con fiereza, el caballero era mucho más diestro. Tanto fue así que casi pierde la vida si no es por la ayuda de Merlín quien, gracias a sus poderes mágicos, adormeció al caballero. Después de esto Merlín le explicó que el nombre de ese arrogante caballero era Pellinore y sería el padre de Percival y Lamorak de Gales. Percival sería uno de los que buscarían el Santo Grial. Arturo no le dio mucha importancia a todo lo que dijo el mago, estaba más preocupado por su espada, que se había perdido en la pelea. Merlín le aseguró que había una mejor para él. Entonces se fueron a un lago cercano donde, de una manera misteriosa, estaba un brazo erguido que empuñaba una espada. "Ahí está tu espada", dijo Merlín. Arturo no sabía como llegar a la espada y entonces vio a lo lejos una balsa con una joven vestida de blanco. "ella es la dama del lago, debes convencerla para que te dé la espada". La dama se acercó y el Rey le pidió la espada, ella le dijo que se la daría si le concedía un deseo. Arturo aceptó y la dama le dijo: "Toma mi barca y navega hasta donde está el brazo, él te dará la espada. En cuanto a mi deseo, te lo pediré después". Cuando Arturo tomó por fin la espada notó que en la hoja podía leer una inscripción que decía: "Excalibur", más abajo decía: "Tómame". Y del otro lado de la hoja decía: "Arrójame lejos". Esta espada sería la protagonista de innumerables batallas victoriosas y de grandes hechos heroicos. El rey Arturo comenzó sus primeros años de gobierno pacificando al país, y creando un mejor estado de vida. Pronto fue respetado por sus súbditos y temido por sus enemigos. Cuando ya tenía edad para casarse le comentó a Merlín que en una visita que había hecho al reino de Cameliard había visto a la hija del rey y se había quedado prendado de ella. Acto seguido le pidió al mago que reuniera una comisión de representantes del reino británico para ir donde el rey Legradance para pedir la mano de Guenevere, su hija. El rey de Cameliard quedó encantado con la propuesta y además de conceder la mano de la princesa le mandó como regalo una gran mesa redonda que le había regalado Uther. En esta mesa cabían hasta ciento cincuenta caballeros sentados. Cuando Arturo escuchó las noticias que le traía Merlin, se alegró mucho y mandó a Sir Lancelot (su mejor caballero) a recibir a Guenevere y llevarla a Palacio. Cuando Sir Lancelot vio por primera vez a la futura reina se enamoró perdidamente y ella a su vez le sucedió lo mismo. Pero estaban conscientes de la situación en que estaban y prefirieron no hacer nada al respecto. La mesa se colocó en un gran salón del palacio. Arturo decidió que en ella se sentarían sus mejores caballeros y que para poder sentarse en ella tendrían que hacer un juramento especial de fidelidad al reino de Camelot, a la iglesia y a las más nobles costumbres. Ningún caballero que fuera miembro de esta Orden podría hacer actos ilegales, deshonestos y mucho menos criminales. Cuando se reunieron por primera vez ante la mesa y se disponían a sentarse un gran relámpago seguido por un fuerte trueno los sorprendió a todos. Merlín, que estaba en el salón de la mesa redonda, dijo en tono muy solemne: "Caballeros es el momento para que cada uno le rinda homenaje al rey". Uno a uno fue pasando al frente de Arturo haciéndole una reverencia como acto de sumisión, fidelidad y respeto. A medida que iban pasando, el nombre de cada caballero aparecía grabado en oro en una de las sillas. Una vez sentado en sus respectivos puestos, se dieron cuenta que sobraban tres. Pronto Merlín les explicó: "Dos de estos tres puestos serán para los dos mejores caballeros de cada año, y la otra silla será sólo para el hombre más digno del mundo. Si alguien no reúne méritos para sentarse en esta silla y osa sentarse, morirá en el acto". Fue así, que en lo sucesivo varios caballeros se turnaron el derecho de sentarse en los dos puestos de honor, pero ninguno se atrevía a sentarse en el puesto prohibido. Ni siquiera Lancelot, que era el considerado más valiente y digno de todos los caballeros, osaba con pensar siquiera en la posibilidad de sentarse ahí. Años después se presentó al palacio un gran sabio. Arturo lo hizo pasar. El anciano al ver el puesto vacante llamado: "el puesto peligroso", dijo: "El espíritu de Merlín me visitó y me dijo que en ese asiento se habrá de sentar el caballero más digno y más puro del reino, aquel que conseguirá traer el Santo Grial. Este caballero aún no ha nacido". Todos los que estaban reunidos se sorprendieron por la revelación y Arturo se sorprendió más por cuanto ni siquiera sabía de la muerte del mago. El Santo Grial era el cáliz donde José de Arimatea había depositado la sangre de Jesucristo. Se suponía que tenía propiedades mágicas y que el ser que lograra verlo podía ser testigo de una experiencia trascendental, espiritualmente hablando. Sucedió que un buen día (veinte años de haberse formado la Orden de la mesa redonda) se presentó al palacio Elaine, hija del Caballero Pelle, con el hijo que le había dado a Lancelot.
Al presentarse el niño en el salón, la silla prohibida fue objeto de un milagro: en el espaldar apareció grabado en letras de oro "Este asiento ha de ser Ocupado". Sir Lancelot vio este mensaje y supo que Galahad, su hijo, era el mejor prospecto para sentarse en esa silla. Tiempo después, Galahad le pidió a su padre el permiso para formar parte de la Orden, Lancelot se lo concedió. Cuando Sir Galahad cumplió los 15 años entró al salón de la gran mesa acompañado de un anciano. El anciano le apuntó el asiento prohibido y todos los caballeros observaron como se formó mágicamente el nombre de Galahad en el espaldar de la silla.
Sir Galahad tomó asiento en la silla prohibida y todos quedaron maravillados y le rindieron honores al digno caballero. Ese mismo día, más temprano, había aparecido en un lago una piedra con una espada clavada en ella. El rey Arturo instó a Lancelot y a Gawain para que intentaran sacar la espada, pero fue Sir Galahad quien la pudo sacar sin la menor dificultad. Esta espada había pertenecido a un gran caballero llamado Balin. Ese día comenzaban los torneos tradicionales, en los cuales Galahad demostró sus grandes habilidades guerreras y su valentía. Cuando acabaron esos días de torneo, todos los caballeros se reencontraron en la mesa redonda. Comenzaron a discutir de las cosas cotidianas del reino y cuando ya estaba avanzada la conversación fueron interrumpidos por un fuerte trueno en el medio del salón y seguidamente un gran rayo atravesó el centro de la mesa. Todos se quedaron estupefactos al ver en frente de ellos bajar a través del rayo el Santo Grial. Éste iba cubierto de una fina tela de oro. Una vez terminada la aparición, Sir Gawaine se levantó y con una voz sumamente emocionada dijo: "Nos ha sido negada la visión del Santo Grial y yo anuncio que mañana saldré en su búsqueda y no regresaré a Camelot hasta que lo haya visto". Este anuncio contagió a todos. Uno a uno se fueron levantando y haciendo el mismo juramento. El rey Arturo estaba consternado. Con lágrimas en los ojos le dijo a su querido sobrino que con su decisión había destinado a la Orden a su pronta disolución. Todos los caballeros se dispersarían por el mundo, y muy pocos regresarían con vida. La misma reina y Lancelot estaban tristes y sabían que la Orden de los Caballeros de la Mesa Redonda empezaba a disolverse para siempre. Muchas fueron las aventuras de todos los caballeros que fueron en busca del Santo Grial, pero fueron tres los caballeros que más se destacaron por sus logros. Éstos eran: Sir Galahad, Sir Percival y Sir Bors. Ellos se encontraron casualmente en un cruce de caminos en un bosque cercano al castillo del rey Pelles, Guardián de las santas reliquias. Fueron allí para cenar y pasar la noche. Durante la cena ocurrió una aparición del Grial con unos ángeles alrededor de él y un anciano con un letrero en la frente que decía José. Este anciano dió la comunión a los presentes, luego se dirigió a Sir Galahad y le dijo: "Ya has visto lo que tanto anhelabas, pero cuando vayas a la ciudad de Sarras lo verás mucho mejor. Irán los tres hacia esa ciudad llevando consigo el Grial y esta lanza que contiene la sangre de Jesucristo. Sólo unos de Uds. regresará a Camelot". Se fueron los tres juntos y tomaron una barca que los estaba esperando. Cuando llegaron a Sarras, el rey de esa ciudad se sintió temeroso por la visita de estos nobles caballeros y pensó que podrían buscar problemas. Resolvió detenerlos y mandarlos a una oscura mazmorra. Los tres caballeros pasaron un año encerrados. Durante este tiempo el Santo Grial los dotó de alimentos y bebidas. Cuando el rey de Sarras murió, el pueblo liberó a los caballeros y nombraron a Galahad como nuevo soberano. Sir Galahad gobernó por un año, durante el cual mandó hacer un gran altar donde colocar al Grial y a la lanza. Después de este lapso de tiempo ocurrió un aparición frente a este altar. Delante del Santo Grial estaba un obispo anciano arrodillado rezando. Todos los presentes: nobles, sacerdotes y los caballeros, se hincaron y el obispo celebró misa con ellos. Luego se dirigió a Sir Galahad y dijo: "Ven, acércate y verás lo que tanto anhelaste". Sir Galahad se acercó, titubeó unos segundos y se volteó hacia sus amigos.
Con un gesto se despidió de ellos. En su rostro se veía reflejada la satisfacción de lograr el más grande sueño que se pueda tener. Después se arrodilló junto al obispo y cayó muerto al suelo. Su alma subió con un grupo de querubines y las reliquias desaparecieron para siempre. Sir Percival y Sir Bors enterraron a Sir Galahad. Percival se dedicó desde entonces a una vida ermitaña y moriría después de un año. Fue Sir Bors quien regresó a Camelot y le contó al rey Arturo y a la reina cuanto había acontecido. El rey comprendió que al haberse acabado la búsqueda del Grial, ya no le quedaba mucho tiempo de vida a su reino. El gobierno del rey Arturo entró pronto en franca decadencia. Ya la Orden no era tan gloriosa como antes. Las intrigas dentro de la corte comenzaban a desestabilizar la paz del reino. Una de estas intrigas ocasionó un hecho triste y que luego desencadenaría la guerra civil. Sir Mordrer y Agravine tramaron una trampa a Sir Lancelot y la reina. Estos caballeros tenían desde hacía un buen tiempo deseos de adueñarse del poder y destronar o provocar la caída de Arturo. Encerraron pues a Lancelot y a la reina en un cuarto y luego exigieron a grandes voces y acompañados de un cuerpo de caballeros que salieran. Todo esto con la intención de demostrarle al rey de las relaciones adúlteras de la reina con su más querido caballero. Sir Lancelot abrió la puerta y dejó entrar a uno de los caballeros y la cerró rápidamente. Mató al caballero y luego volvió hacer lo mismo repetidas veces hasta que mató a trece caballeros. Entre ellos estaba Agravine. Entonces Mordred le informó a Arturo que había que apresar a Lancelot por traicionar al reino, pues estaba claro sus intenciones de destronarlo y quedarse con la reina.
El destino de la reina seria la hoguera, pues era una pecadora. Los caballeros tomaron diferentes partidos. Algunos defendieron a Lancelot, otros seguían al lado de Arturo. El rey estaba confundido, no podía frenar la cruenta lucha. No quería creer lo de la traición de Guenevere, pero la matanza que había realizado Lancelot no le parecía justa. Sir Lancelot quería acabar con la lucha, pero tenía que detener a la gente de Mordred que intentaba quemar en la hoguera a Guenevere. Salvó a la reina, pero en la lucha tuvo que enfrentar a Sir Gareth y a Sir Gaheris, hermanos de Gawain, y les dió muerte. En uno de los momentos de gran combate el rey cayó al suelo y Sir Bors que apoyaba a Sir Lancelot le dijo a éste: "Señor, si quiere lo mato y acabamos con esta lucha". Sir Lancelot le dijo inmediatamente que no y ayudó al rey a subirse al caballo. Este episodio le dolió mucho, tanto a él como al rey. Lancelot le confió a Arturo la suerte de la reina, éste le prometió que sería respetada su vida. Al final decidió irse al exilio hacia Francia. Sir Gawain juró perseguir al asesino de sus hermanos hasta matarlo. Se hizo acompañar del mismísimo Arturo para lograr su venganza, pero no podría satisfacer sus deseos, pues Lancelot lo derrotó en un fuerte duelo donde casi pierde la vida. Mientras todo esto sucedía, Mordred había informado oficialmente a todo el reino de la muerte del rey Arturo y se autoproclamó como su sucesor. El rey Arturo partió entonces junto con Gawain y un gran ejército para recuperar el poder. En la primera batalla contra las fuerzas de Mordred, Sir Gawain cayó mortalmente herido. Sus últimas palabras fueron de arrepentimiento por no haberse dado cuenta a tiempo de la alta traición de Mordred y se confesó culpable de haber alejado al rey Arturo de Camelot para saciar su venganza. Escribió una carta corta a Lancelot donde le rogaba que regresara a Inglaterra y ayudara al rey a derrotar a los traidores. Luego de esto, murió. La noche anterior a la última batalla contra Mordred, Arturo tuvo un sueño donde Gawain le decía que debía esperar a Lancelot para enfrentar a las fuerzas del traidor. Si no hacía esto, moriría junto a Mordred. El rey decidió entonces llegar a un acuerdo de paz con Mordred, para darle tiempo a que llegara Sir Lancelot. Mordred aceptó y se citaron un día para hacer oficial la firma del tratado de paz. En esta cita se hicieron acompañar los dos líderes de todo su ejército. El clima era tenso y un mal movimiento podía desencadenar la lucha. Fue la providencia la que ocasionó la desgracia: una serpiente mordió la pata de un caballo y el jinete sacó su espada para matarla. Esto fue entendido por el ejército contrario como una señal de guerra y se lanzaron todos ferozmente a la batalla. La mortandad fue increíble. Perdieron la vida más de cien mil soldados. De las tropas de Arturo solo sobrevivió Sir Bevidere. Mordred quedó solo. El rey vio ante sí a su enemigo y dijo: "Ven vida, ven muerte!". Y se lanzó, con Excalibur en la diestra, a matar a Mordred. Éste murió instantáneamente, pero Arturo cayó encima de la espada de su adversario y quedó a su vez muy mal herido. Arturo quedó tirado en el suelo y recordó el mensaje que tenía escrito su espada en un lado: "Arrójame lejos". Entonces llamó con voz débil a Sir Bevidere y le dijo: "lleva mi espada cerca del agua y arrójala lejos. Sir Bevidere tomó la espada pero no quiso deshacerse de ella y la escondió y le contó a Arturo que ya lo había hecho. El rey le preguntó que qué había pasado cuando la lanzó y Bevidere respondió que solo había visto a la espada entrar en el agua. Arturo lo reprendió y le dijo que era un mentiroso y le exigió que cumpliera su petición. Bevidere trató de engañar nuevamente al rey pero éste se enfadó lo suficiente como para convencerlo de que debía hacerlo. Al lanzar la espada al agua salió de su centro un misterioso brazo desnudo el cual tomó la espada y se hundió con ella. El caballero quedó profundamente sorprendido y asustado por el fenómeno que acababa de ver. Al contárselo a Arturo, éste sintió alivio y dijo: "ahora, llévame a mi cerca del agua". Cuando llegaron a la orilla del lago, una balsa estaba esperándolos. En la balsa estaban tres reinas vestidas de luto, con sus rostros tapados por un velo negro. Sir Bevidere colocó a su rey en la balsa y con lágrimas en los ojos se despidió de él. La balsa surcó las aguas y desapareció de la vista. Nunca se supo el destino del cuerpo de Arturo y mucho menos la identidad de las reinas que lo acompañaban en la balsa. Días después, Sir Bevidere se encontró con una capilla, en la cual habían enterrado a un señor que habían traído tres misteriosas damas vestidas de negro. El noble caballero supuso que ese era el cuerpo de Arturo y decidió construir una capilla cerca y dedicarse a una vida ermitaña. Mientras todo eso había sucedido, Sir Lancelot se encaminaba a apoyar las fuerzas de Arturo. Pronto se encontró con la tumba de Gawain y se enteró de la muerte del rey. Se dirigió entonces hacia la capilla de Sir Bevidere donde se dedicaría hasta el fin de sus días a la vida ermitaña. Cuando murió la reina, poco después que su esposo, se trasladó su cuerpo a la capilla donde se suponía yacía el cadáver del rey Arturo. El reino de Arturo había llegado a su fin. La anarquía reinaría un buen tiempo. La corte del rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda se convertirían en leyenda y nunca más volverían a coincidir hombres tan dignos con ideales tan puros en un mismo lugar y en una misma época. 
Fuente Consultada: Las Leyendas Celtas
 
Enseñanzas Druidas Lección 1 

Lo primero que un aspirante a Druida debe tener es un espíritu noble, una honestidad fuerte, una gran responsabilidad y por sobre todas las cosas un corazón puro y luminoso. Aquellos que quieran transitar el camino de los peregrinos del bosque deben saber que los espera un sendero de compromiso donde serán responsables de ayudar a la evolución de los seres de este planeta y del Universo. Deben tener presente que cuidarán con fervor el equilibrio de la naturaleza ya que forman parte de ella y serán uno con la misma, así como nuestros ancestros lo fueron en los primeros tiempos. Ser un Druida es cultivar la paciencia, es observar el espacio y atender las señales. Es tener conciencia de tener un poder que viene de una Fuerza Divina Suprema que debe ser respetada y jamás defraudada ni utilizada para fines oscuros o para beneficio personal. Ser un Druida es tener un estado contemplativo mediante el cual poder guiar a los seres que soliciten nuestro consejo sin interferir en sus decisiones. Saber que existe un plano sutil que nos ayuda y que merece nuestro respeto y cuidado. Este camino lo transitaremos juntos descubriendo a cada paso la magia que se esconde dentro de nosotros, los secretos con los que nuestro mago interior nos sorprenderá. Un buen Druida es observador y sabe leer entre líneas por ello te sugiero que leas atentamente este texto y encontrarás los principios, valores y cualidades que un buen mago debe poseer y desarrollar. Que la luz del Amor Universal te guíe. 


Lección 2 
Una noche caminaba el maestro Druida junto a su discípulo por el frondoso bosque de robles. Mientras avanzaban el maestro le iba revelando a su discípulo los misterios y secretos de la noche. De pronto el maestro se detuvo y alzó su vista al cielo. El discípulo sorprendido quedó observando en silencio a su maestro. Lentamente dirigió su vista hacia donde el maestro tenía enfocada su mirada, en estado de contemplación. Entonces divisó la luna que mostraba su oscura redondez sólo iluminada en su contorno por una fina luz. El discípulo acompañó al maestro en su contemplación. Pasados unos minutos el maestro con la vista firme en el cielo dijo: “Observa esta maravillosa Luna, hoy es el sexto día de luna nueva, ella en esta noche nos ayudará en lo imposible”. “Recuerda siempre hijo mío que en este tiempo podrás manifestar los deseos más profundos que provengan del corazón”. “Pídele con respeto su bendición y su energía acompañará tu pedido”. Luego de estas palabras el maestro con suavidad bajo su mirada y con la dulzura de la sabiduría miró a su discípulo. El discípulo miró con agradecimiento a su maestro ya que minutos antes de contemplar la luna estaba meditando en un asunto que lo tenía preocupado y el maestro leyendo sus pensamientos le había dado la respuesta. Ambos sonrieron y con la paz de los que poseen la luz del amor continuaron su camino por el misterioso sendero del bosque.
Lección 3
Era un día soleado, mi maestro y yo estábamos en el bosque junto al lago meditando sobre las maravillas del Universo. Aunque mis pensamientos se desviaban hacia el rostro de una doncella que había cautivado mi corazón y mi constante pregunta era como hacer para conquistarla. Mi maestro seguía contemplando el silencio con una paz que sólo el tiempo y la sabiduría pueden brindar. Mi paz no era la misma, poco a poco la ansiedad de resolver mi enigma comenzaba a ser más fuerte que mi calma. De pronto mi maestro fijó la vista en mí y con una voz bondadosa pero firme me dijo: “Hijo jamás debes utilizar la magia con fines egoístas. Recuerda que el Verdadero Amor es Libertad no Atadura”. “Si con magia intentas atar a una persona a tu ser recuerda que la divina fuerza que nos guía tarde o temprano pondrá las cosas nuevamente en su lugar y sólo te quedará sufrir y penar tu error por la ley de causa y efecto”. “Esa magia volverá a ti y su fuerza será tú desdicha”. Entonces yo le pregunté que debía hacer ante el amor que había despertado en mí esa doncella. El me contestó: “Tú no puedes atar pero si puedes llamar desde el corazón”. “Si llamas a tu Verdadero Amor desde tu profundo interior él vendrá a tu encuentro, si la doncella que te cautiva es quien debe estar a tu lado ten por seguro que acudirá a tí”. “Pero si ella no responde a ese llamado es lo mejor que siga su sendero y entonces la doncella verdadera tarde o temprano aparecerá”. “Ven hijo, acércate y te diré un viejo encantamiento que usó mi gran maestro Merlín para encontrar a su amada Viviane”. Me acerqué y así fue como mi maestro me reveló un poderoso conjuro para llamar desde el corazón al Verdadero Amor. 
Lección 4
Después de haber estado un tiempo junto al maestro en su morada en el bosque haciendo un trabajo de desarrollo interior e incorporando algunos conocimientos mágicos, éste decidió que era una buena tarde para caminar entre los árboles y las flores del maravilloso paisaje que nos rodeaba. Yo seguía silencioso a mi maestro ya que lo veía muy concentrado y en esos momentos lo mejor era observar sus movimientos y no sacarlo de su meditación consciente como el solía llamar a esos estados de mutismo. Así fue que por un largo tiempo del camino me dediqué a disfrutar y sentir el maravilloso espectáculo que tenía ante mí ya, que como eran las vísperas de la primavera, se podía apreciar los primeros brotes de las plantas, como las flores comenzaban a asomar sus pimpollos y algunas ya mostraban sus primeros colores. 

Al cabo de un tiempo llegamos a un lugar donde parecía que la primavera había llegado antes. Era un círculo formado por flores de todos colores, aromas y formas extrañas que invitaban a sonreír y respirar un aire que se sentía renovado. El Maestro me pidió que recorriera el lugar y buscara un poco de leña para hacer una pequeña fogata. Eso hice y al cabo de un rato de haber apilado una cantidad importante de leña me di cuenta que el sol se había retirado y poco a poco estaba oscureciendo. Al observar a mi Maestro ví que el estaba sentado en el suelo en medio del círculo de flores, al verme me invitó a sentarme junto a él. Una vez a su lado me miró profundamente a los ojos y me preguntó: Querido aprendiz dime ¿en qué tiempo estamos?, -a lo que le respondí con respeto: en Vísperas de Primavera. ¡Muy bien mi joven discípulo!, dijo sonriendo. Sabes, agregó, este tiempo es importante porque así como las plantas recuperan su verdor y comienzan a mostrar toda su belleza y asoman nuevos brotes que estuvieron dormidos durante el otoño y el invierno; también esa energía está en todo el Universo por lo tanto al formar nosotros parte del mismo, podemos tomar esa Energía para comenzar a manifestar y desarrollar esos proyectos y deseos que estuvimos trabajando mentalmente durante este ciclo de otoño e invierno. 

¡Ahora entiendo! le dije al Maestro, quiere decir que todo lo que trabajamos en la cabaña era preparación para este momento. ¡Exacto mi joven aprendiz!, ahora es el momento justo para encender el fuego de la manifestación, la luz de un nuevo ciclo que trae alegría, prosperidad, amor y nuevas energías para seguir el camino de evolución y crecimiento. 

Pero antes debemos agradecer y llamar a nuestros guías para que nos ayuden a potenciar la energía de la manifestación: “Canto a la Tierra, al Cielo, al Fuego, al Aire, al Agua por su vida y su saber. Al Padre Creador la luz de su esencia, a la Diosa sus lunares encantos. A los silfos su suave silbido, a las ondinas su transparente candor, a las salamandras su vivaz resplandor y a los duendes su próspera protección. La luz de su poder a los Maestros del Cosmos. Pido en este Renacimiento que brille en el Universo la Luz de la unión y comience la Era de la Manos Unidas, de Verdaderos Amores que juntos transiten un sendero de Amor. Pido un tiempo de Paz, Prosperidad, que haya Verdad en todos los seres y brille la luz en toda la Humanidad”. Ahora, dijo el Maestro, con esta Energía encendamos esta maravillosa fogata y pidamos lo que queramos desde el corazón y desde lo positivo que se manifieste y se concrete en nuestras vidas.
Maestro -le pregunté- que pasa si un día llueve o estoy en un lugar cerrado lejos de un bosque, no podré hacer este hermoso ritual. Estimado aprendiz -me contestó- puedes hacerlo igual solo que reemplazarás el fuego de los leños por un velón o una vela -siempre con el cuidado de dejarla lejos de un lugar que pueda ocasionar algún peligro- y pondrás en el lugar cerrado unas flores en los cuatro puntos cardinales de la casa o sea Norte, Sur, Este y Oeste. 

Gracias Maestro le respondí y luego ambos nos quedamos danzando, cantando y riéndonos a la luz de la Luna y las Estrellas hasta la madrugada del primer día de Primavera. ¡Feliz Primavera!, gritamos al Cielo y al Padre Creador.

Etiquetas