domingo, 27 de junio de 2010

LEY DE LA INTELIGENCIA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
 Cuando somos la suma de todas las inteligencias. Cuando nos reconocemos como una parte íntegra de esa inteligencia y sabemos sin lugar a dudas que éste es el gran principio de la expansión del universo, no tardaremos en ser conscientes de que toda la inteligencia del universo cósmico trabaja con nosotros. También nos daremos cuenta con rapidez de que tanto la inteligencia de un gran genio como la pequeña mente de una simple célula del cuerpo trabajan con nosotros en perfecta armonía: Allí estoy hablando de la gran mente única cósmica e inteligente, a la que somos parte y por ende vinculados. En realidad, todos somos mente; somos la autoconciencia del universo. En el instante en que así lo sintamos no habrá nada que pueda apartarnos de esta Conciencia. De allí podemos extraer todo el conocimiento.

Existe toda una corriente de pensamiento motivador que es irresistible y sabemos que no hay nada que pueda desviarnos de nuestra verdadera realización. Somos uno con el todo; y por ello nos movemos irresistiblemente con el todo. No hay nada que pueda apartarnos de nuestra realización. La gota de agua sola es débil cuando se aparta del océano; devuélvela a él y se tornará tan poderosa como todo el océano. No importa si nos gusta o si creemos en ello. Se trata de la Ley Inteligente, de la cual todos somos parte de ella.

La suma de toda verdad es el gran principio de esta Ley. Tanto si pensamos que se trata de una gran verdad o una pequeña verdad, toda palabra verdadera, pensada o pronunciada forma parte de la gran verdad universal, y todos somos eso. Cuando alcanzamos esta unidad y nos mantenemos de manera absoluta en este precepto, entonces tenemos toda la verdad apoyándonos, aumentando nuestra resistencia. La fuerza del océano es la que proporciona la energía a la ola, y no es más que una porción de la energía del universo de la que el humano también es parte.
El mayor mecanismo de acción que tiene esta Ley de la Inteligencia es el amor, que constituye la suma de todo afecto, de toda ferviente emoción, de todo pensamiento positivo, mirada, palabra, hecho amoroso. Toda atracción amorosa, grande o pequeña, sublime o baja, hace que el amor único e infinito se manifieste espontáneamente y que no exista nada demasiado grande para nosotros. Cuando amamos de manera altruista tenemos todo un océano de amor cósmico con nosotros, y así lo que se considera inferior se torna superior porque se ha desarrollado hacia la perfección absoluta. Por ello todo el universo del amor está consciente de nosotros, ya que no hay mayor fuerza en la tierra o en el universo que el amor puro.

Igualmente, la suma de toda condición, toda forma y todo ser no es más que el infinito principio cósmico universal, tanto si se trata de individuos, planetas, constelaciones, átomos, electrones o la partícula más diminuta. Todos juntos conformamos el Único Infinito, cuyo cuerpo es el universo, la mente, la inteligencia cósmica, y el alma es el amor cósmico. Entretejidos conjuntamente en un todo, los cuerpos, mentes y almas se mantienen unidos a través de la fuerza vital cohesiva; no obstante, cada uno de ellos funciona como entidad individual eterna que se mueve con entera libertad en su órbita individual y octava en armonía, siendo atraídos, llevados y mantenidos juntos mediante el amor de ese universo armónico. Todos somos ese Gran Ser al que nada puede interponerse. Está formada por toda unidad de todo ser viviente, así como por todas las unidades del universo. Si una porción de una unidad se autoexcluye del todo, esto no influye en el ser principal, pero provoca muchos cambios en la unidad. El océano no es consciente de que pierda una gota de agua, pero la gota es muy consciente del océano cuando se entrega a él.

Debemos saber a ciencia cierta que estamos totalmente amalgamados con esta Ley que rigue el universo, y no podemos separarnos o apartarnos de ella. Así pues, trabajamos con este principio de poder que es todo poder. Nos movemos en ella y nos sumergimos nuestro ser en la Ley. Por eso cuando deseamos entrar en contacto con algún evento o persona en particular, no pensamos en algo alejado o difícil de conseguir, ya que sabemos que está dentro de nosotros y estamos consciente de su presencia y del dominio que ejerce con todo su poder. Por ese motivo, no debemos detenernos ni pararnos a considerar, sino tomar el sendero que conduce directamente a la aplicación de la ley en nuestro interior, para tener una vida total y perfecta con mayor abundancia de la verdad y el amor para ser libres.

Al liberarnos de los prejuicios que nos han sometido los dogmas y al comprender como funciona la Ley de la Inteligencia Universal, despertamos a nuestro auténtico patrimonio. Despertamos a la belleza y a la pureza inmemorial cuyo mensaje nos dice que somos eternamente bellos, puros y perfectos, espirituales, inmortales y divinos, son verdaderos templos del universo. Este despertar también nos hace comprender que nosotros jamás hemos descendido a ningún reino del mal. Nos damos cuenta que solo se trataba de un concepto humano que nos hacía creer que habíamos descendido. Tan pronto como nos liberamos de ese pensamiento, somos liberados hacia su verdadero patrimonio de divinidad y así nos impregnamos de ese resplandor que nos envuelve y nos invade en la clara atmósfera que nos rodea como un vapor de color blanco-dorado. Esta luz aumenta sin cesar hasta que cubre e inunda todo a nuestro alrededor. Comúnmente llamamos aura a esta luminosidad que aparece con una luz blanca de pureza cristalina, deslumbrante, que centellea con una luminosidad más grande, como el más puro de los diamantes y que emana de nuestros cuerpos. Allí nos hallamos en otro escalón al que hemos ascendido que se llama la Transfiguración, con nuestros cuerpos luminosos y resplandecientes, radiantes y hermosos, totalmente inmersos en vida divina.

Este es el verdadero ser que siempre ha poseído y tiene todo, que siempre ha existido y siempre existirá. Un ser luminosa que ningún germen de decadencia pueda destruirle. Es un ser vivo que tiene un proceso eterno de nacer, crecer, reproducir, morir y nacer más triunfante. Un cuerpo que resucita eternamente, que abandona el reino artificial y evoluciona hasta convertirse en una divinidad. ¿Todavía no sabes que eres dios? Y que este reino de dios es la cosa más natural del mundo. Aquí surge una pregunta cuando estaremos en este reino. Sencillo: Cuando el exterior sea como el interior.

Esta es la gran estructura del universo. Existe un lugar esplendido para cada humano y cada uno cuenta con un lugar individual. La estructura sólo se mantiene en pie porque todo el universo está en el lugar que le corresponde. Pueden pensar los lectores que este mensaje no aligera la carga de muchos desposeídos que habitan el mundo. Así es todos somos una creación especialmente diseñada y que tenemos una misión particular que cumplir producto de nuestras anteriores vidas, y esa labor nadie más puede desempeñar ni realizar y si abriésemos nuestro corazón y nuestra alma de par en par al espíritu renovador, aprenderemos de nuestro propio corazón a dirigirnos y encaminarnos. Allí hallaremos aquello que he señalado, emergen como seres divinos, superiores y libres.

Por muy descarriados e irreflexivos que nos consideremos, descubriremos que la Ley de la Inteligencia Universal nos ama con devoción y ternura en el momento que nos volcamos hacia ella, porque mora en nuestro ser interno. La unción que hemos recibido de esta ley poderosa que rige todo el universo mora en nosotros porque convive dentro de nuestro ser el macro y el micro cosmos y día a día aprendemos de sus enseñanzas, por eso es necesario no resucitar los viejos esquemas que nos impone las religiones, las teorías religiosas, los dogmas, sino dejar de ser guiados, instruidos desde nuestro interior. La verdad está ahí para ti y solamente debes hallarlo.

domingo, 6 de junio de 2010

SOMOS LA ESENCIA SUPREMA DEL UNIVERSO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
Al igual que el cuerpo representa el nivel inferior de las actividades del pensamiento, el espíritu es aquello en lo que la forma toma su impulso inicial a partir del canal de energía que nos proporciona las fuerzas que mueven el universo. Es el ser inmortal y real, en el que radican todos los potenciales. La atmósfera de los pensamientos es algo real, que cuenta con sustancia y contiene en sí misma todo lo que da forma al cuerpo. Por ello son muchos los que consideran insustancial todo aquello que no pueden ver; y aunque se les dice que no pueden ocultarse a sí mismos, no dejan de creer que son capaces de hacerlo. Es bueno saber que llevamos con nosotros el libro abierto de nuestras vidas, en el que todos podemos leer, nos demos cuenta o no de ellos. Algunos son buenos lectores, mientras que otros están menos dotados; pero todos pueden leer en nosotros y, por ello, nos resulta imposible ocultarnos. 

Además nuestra atmósfera de pensamiento precipita de manera constante las palabras lentamente enfriadas sobre nuestros cuerpos, algo que ven todas las personas. Con un poco de práctica podemos sentir la fuerza de los pensamientos, de la atmósfera que nos rodea y, de manera gradual, su existencia, tan real como el mundo exterior.
Al igual que el humano puede tocar la tierra con los pies, también , ayudado por la inspiración, puede ascender hasta las alturas celestiales, y así puede recorrer tierras, hablar con las divinidades, y cuanto más lo hace, más difícil le resulta discernir dónde finaliza la vida universal y donde empieza la existencia individual. Cuando el ser humano sella una alianza con el poder universal a través del entendimiento universal, la línea divisoria entre el universo y el humano desaparece. Cuando se llega a este punto, el humano entiende que él es el centro del universo, ya que no habrá conocimiento más elevado o que reporte más satisfacción que el conocimiento de su propio ser. Si no llegamos a conocer nuestro auténtico ser, no podremos descubrir las posibilidades latentes, los poderes ocultos, las facultades dormidas. ¿Qué sentido tiene que el humano gane el mundo entero y pierda su alma? Nuestra alma es nuestro ser espiritual, y si de verdad descubrimos el ser espiritual, podremos alcanzar todo un mundo para servir a nuestros semejantes.
Debemos aprender que alcanzando el objetivo supremo sondearemos las profundidades de nuestro auténtico ser, donde hallaremos la plenitud del bien. Por eso siempre debemos tener conciencia que somos una triada en unidad, compuesta de espíritu, alma y cuerpo. Pero cuando nos hallamos en un estado de ignorancia espiritual, tenemos la tendencia a pensar desde el nivel más bajo de nuestra naturaleza, que es el físico. En general la gran masa humana echa mano del cuerpo para lograr todo tipo de placer momentáneo y llega un momento en el que, a través de los sentidos, le llegan todos los dolores que puede soportar. Lo que no hemos aprendido a través de la sabiduría, debemos aprender a través de las dificultades y, tras repetidas experiencias y acabará dándose cuenta de que el mejor camino es el de la sabiduría.
El pensamiento que opera en el plano intelectual, eleva las vibraciones del cuerpo hasta el punto que se corresponde con el estado líquido. En ese plano, el pensamiento no es enteramente material ni espiritual. Oscila, como un péndulo entre la materialidad y la espiritualidad, pero llega un momento en que hay que elegir a quien sirve. Si opta por la materialidad, le espera un mundo de caos y confusión. Puede elegir potencializar el espíritu y, si es así, puede ascender hasta la cúpula del templo de la mente cósmica en el ser humano. Este nivel de pensamiento puede compararse con el estado gaseoso en la materia, que es elástico y tiende a expandirse de manera imprecisa. Así este orden universal permite que sea el ser humano quien decida si debe controlar su flujo de pensamiento para ponerlo en la dirección de la iluminación cuya luz refleja la sabiduría infinita y la felicidad inefable, cuya elevación permite eliminar los miedos, enfermedades, temores, dudas.
Al pensar el humano como una triada de espíritu, mente y cuerpo, lo consideramos desde el punto de vista de mente o alma y veremos que ocupa una posición entre los dos grandes extremos de la actividad mental. El más bajo, el cuerpo y el más elevado, el espíritu. La mente es el eslabón entre los visible y lo invisible. Operando en el plano de los sentidos, la mente se convierte en el recipiente de todos los apetitos, pasiones y apegos, allí es donde el que busca la elevación de conciencia y mente tiene que superar las falsas percepciones sensoriales. Al hallarse entre el espíritu y el cuerpo, aunque separado de ambos, el alma o mente puede pensar de un modo más bajo que la materia bruta; o puede entrar en unión consciente con el espíritu puro, allí donde existe abundancia de paz, pureza y conocimiento absoluto.
Cuando el humano que se supera espiritualmente se eleva hasta la esfera por encima de las falacias del terreno físico, piensa y actúa en el plano de la inteligencia pura. En este estado puede discriminar entre los instintos que comparte con el resto de los animales y las intuiciones de esa mente del conocimiento superior. Entra en un mundo de la sana satisfacción y de una urgencia cada vez mayor proveniente del alma que el empuja a alcanzar esferas más elevadas. Deja de ver las imágenes de tranquilidad y pasa a morar en la tierra de la tranquilidad, rodeada de belleza perpetua. Ha vislumbrado lo interior y, para él, eso se ha convertido en el todo; lo externo se ha transformado en lo interno. Vive en un mundo de causas, cuando antes lo hacía en un mundo de efectos.
El espíritu del ser humano es pura inteligencia; es una región del ser donde ni las opiniones humanas ni el testimonio de los sentidos puede contradecir la verdad atestiguada por la inmensa fuente que tiene la vida misma, la historia humana, cuyo descubrimiento le conduce a eliminar las dudas y los desalientos. Desde ese pináculo de su ser, el hombre observa todas las cosas con la clara visión del alma educada. Contempla más cosas del universo en su conjunto que cualquier filosofía pudiera soñar. Cuando aprende que no es un cuerpo con una mente dirigida tanto desde dentro como desde fuera pueden convertirse en obedientes sirvientes de su auténtico ser espiritual, entonces manifiesta el dominio otorgado por el universo que originalmente le pertenece.
Como conclusión, puedo decir que el espíritu es la esencia suprema del ser. Es el hálito del conocimiento superior, que le otorga una nueva visión y dirige sus actividades con justa autoridad de todas las cosas subordinadas a él. Y al amanecer a esta nueva era, engalanada con ropajes de un día cercano, muy pronto volverá a resplandecer desde el corazón virginal el espíritu cuya fuente es el universo en constante expansión y orden. Así que la puerta está lista para abrirse para aquellos que lo deseen entrar a una vida más grande y plena, joven y vibrante, dotada de una juventud, esperanza y un empeño perenne.
El alma del ser humano se halla en este umbral de cambio, más gloriosa que cualquiera que haya podido iluminar desde el amanecer de la creación que está situada a miles de millones de años y que su luz sigue alumbrando el corazón de todos los humanos.

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