lunes, 1 de noviembre de 2010

TODO LO QUE ENVIAS TE SERA DEVUELTO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
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Siempre debemos tener presente que a cada instante debemos desempeñar nuestro papel en el gran proyecto de la vida, a fin de no convertirnos en meras marionetas, sino depender únicamente de nosotros mismos. De esta forma nosotros somos los dueños absolutos de todas las situaciones. Somos triunfadores y conquistadores. Somos humanos y a la vez divinos que caminamos siendo uno. No hay más que un principio, el ser humano. De nosotros emana energía, porque poseemos el poder de ser generadores, siempre en constante aumento, que podemos enviar impulsos de energía eléctrica tan intensos que podemos transformar el cuerpo de quien intente perjudicarnos. Cualquier intento de resistir esta energía, no hace más que aumentar su volumen y por ende su velocidad. Todos vivimos bajo esta ley, que se denomina vibración mental. No se trata de ningún privilegio especial reservado a unos pocos, sino que es para todos. Ya que somos la gran causa u origen absoluto de la creación, cada criatura es un reino divino.

 El principio de Vibración nos enseña que: "Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra". Y encierra la verdad de que todo está en movimiento, de que nada permanece inmóvil, cosas ambas que confirman por su parte la ciencia moderna, y cada nuevo descubrimiento lo verifica y comprueba. Este principio hermético es parte doctrina que se atribuye a Hermes Trismegisto, de origen griego y significa “el tres veces grande”. De su nombre deriva la palabra “hermético” que significa impenetrable, incomprensible, cerrado. Su identidad, se pierde en la noche de los tiempos remontándose al Egipto pre-faraónico, mucho antes de Moisés. Ciertas tradiciones hebreas lo consideran contemporáneo de Abraham y más adelante, es identificado con el dios Thot, intermediario entre Dios y los hombres. Algunos eruditos opinan que Hermes fue deificado, y otros piensan que no es sino el aspecto humano de ese mismo dios. Este principio explica las diferencias entre las diversas manifestaciones de la materia, de la fuerza, de la mente y aun del mismo espíritu, las que no son sino el resultado de los varios estados vibratorios. Todo se halla en vibración y cuanta más alta es ésta, tanto más elevada es su posición en la escala. La vibración del espíritu es de una intensidad infinita; tanto, que prácticamente puede considerarse como si estuviera en reposo, de igual manera que una rueda que gira rápidamente parece que está sin movimiento. Y en el otro extremo de la escala hay formas de materia densa, cuya vibración es tan débil que parece también estar en reposo. Entre ambos polos hay millones de millones de grados de intensidad vibratoria. Desde el corpúsculo y el electrón, desde el átomo y la molécula hasta el astro y los Universos, todo está en vibración. Y esto es igualmente cierto en lo que respecta a los estados o planos de la energía o fuerza de los planos mentales y espirituales.

 Esta ley es tan poderosa que la puedes utilizar para devolver pensamientos o deseos falsos y perjudiciales dirigidos contra ti. Puedes, si así lo deseas, emplear este rayo de luz dotándole de una fuerza para ampliar y transformar energía negativa en positiva, es decir de vibraciones inferiores en superiores, es decir en luz que se intensifica emitiendo tu poder. Y cuando la persona que recibe lo acepta, todo mal en potencia queda eliminado, olvidado y perdonado y ningún mal podrá alcanzarte a ti o al emisor de este pensamiento dañino. Y en lugar de falta de armonía existe una perfecta. Como ves, tanto si envías bien como mal, te será devuelto elevado al cuadrado. Por tanto en ti se manifiesta la ley que emites el bien en lugar del mal, pero incluso con esa actitud, el verdaderamente humilde no juzga, sino que pone todo el amor que posee para que ese puro rayo de luz genere y emita puro amor. Si lo logra, tendrá legiones a sus órdenes en busca de esa pura luz que es vida, amor, pureza y belleza, eterna e insondable.

El cuerpo humano tiene siete centros que pueden utilizarse como reflectores. Puedes usar esos puntos centrales para resplandecer con una luminosidad mucho mayor que cualquier luz artificial. Esa luz refulge con mayor potencia y llega más lejos de lo que puede alcanzar cualquier rayo. Si logras encender todos los centros energéticos al mismo tiempo, estarás completamente rodeado de una armadura que nada puede penetrar para perjdicarte o hacerte daño. 
Aquel que entiende el principio de vibración, ha captado el centro del poder.

jueves, 14 de octubre de 2010

DESCUBRIENDO EL TESORO OCULTO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA


Cuenta una antigua leyenda hindú que en un tiempo todos los hombres que vivían sobre la tierra eran dioses, pero como el hombre pecó tanto, Brahma, el dios supremo, decidió castigarlo privándolo del aliento divino que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudiera encontrarlo y emplearlo nuevamente para el mal.
- Lo esconderemos en lo profundo de la tierra, dijeron los otros dioses. 
- No, dijo Brahma, porque el hombre cavará profundamente en la tierra y lo encontrará.
- Entonces, lo sumergiremos en el fondo de los océanos, dijeron. 
- Tampoco, dijo Brahma, porque el hombre aprenderá a sumergirse en el océano y también allí lo encontrará. 
- Escondámoslo en la montaña más alta, dijeron. 

- No, dijo Brahma, porque un día el hombre subirá a todas las montañas de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino. 
- Entonces no sabemos en dónde esconderlo ni tampoco sabemos de un lugar en donde el hombre no pueda encontrarlo, dijeron los dioses menores. 
- Y dijo Brahma: Escondedlo dentro del hombre mismo; jamás pensará en buscarlo allí.
Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay un ser divino. Y desde entonces el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace dios y que todo el tiempo ha llevado en su interior. Reflexionando en esta antigua leyenda se puede afirmar que en otros tiempos el ser humano era totalmente consciente de ser ese centro motivador y conocía su herencia y dominio. Vivía plenamente en un estado de divinidad, pero casi todos han renunciado a ese don divino, y hoy la gran mayoría desconoce esa cualidad que es la verdadera herencia de la humanidad. Lo que el ser humano tuvo en una ocasión, puede volver a alcanzarse. Ese es el principio que subyace a la infinita variedad de vida y manifestaciones que vemos a nuestro alrededor y que incluye nuestra vida junto con las de todas las cosas existentes, ya que todo lo que existe tiene vida.
Estoy Seguro que al ritmo de la ciencia, los argumentos para demostrar que las cosas no son materiales, serán amplias, suficientes y demostrables, ya que la ciencia no tardará en ver que todas las cosas pueden reducirse a un elemento primigenio que contiene innumerables partículas distribuidas universalmente, que responden a influencias vibratorias, y que están en perfecto y absoluto equilibro. Por consiguiente, se deduce, en términos matemáticos, que tuvo que haber algún tipo de movimiento, alguna acción inicial, que agrupase las infinitas partículas de esta sustancia universal penetrante, para que con su evolución se formare los objetos. Este poder no se origina totalmente en el interior de una partícula, sino que se trata de un poder más grande. No obstante, armonizando con la partícula a través de vuestro pensamiento y acción decidida, y cooperando con la vibración se da selectividad a estas partículas. Por ello, la ciencia física se verá obligada a hacer las deducciones necesarias para comprender y reconocer la presencia de una fuerza que hoy por hoy no se comprende porque está inactiva, y que permanece inactiva porque no se la reconoce.
No se trata de un universo material como se cree. Esa sólo es una definición. Ese universo se manifestó a partir del espíritu y, por tanto, es espiritual. Es ordenado, verdadero. Si es verdadero es científico, si es científico, es inteligente, es vida unida con vida inteligente. La vida unida y guiada por la inteligencia se convierte en determinación y, a través de la determinación, pasa a ser vocación. El espíritu es la energía primaria, vibrante y originaria, inmortal y libre, por lo mismo que es de naturaleza simple. Por tanto los espíritus pueden obrar sobre la materia, ya que el espíritu se refiere más propiamente a la vida psíquica o a la parte más elevada de nuestro ser, en cuanto inteligente y volente. Podemos entrar en el espíritu y utilizar su energía simplemente aceptando o reconociendo que existe; entonces, se manifiesta y todo el espíritu se transforma en un manantial interno e inagotable de vida perpetua y original. Esto determinación no es cuestión de largos años de estudio, ni pasar por períodos de formación, privaciones ni penalidades, solo es cuestión de aceptación que esa vibración existe y que fluye dentro de ti.
Todos somos una gran sustancia de la mente creativa, gracias a ello sabemos que todas las cosas existen, no en la mente sino en la realidad. Que llena todos los espacios, y todos nuestros pensamientos, palabras y acciones proporcionarán una mayor actividad a dicho principio, pues habríamos descubierto su dominio y estaremos utilizando la energía para emitirlo. Al emitir ese poder que fluye desde nosotros nos convertimos en una fuente de suministro que nunca se agota y nos convertimos en divinidades, ya que generamos energía en nuestro interior y también en nuestro alrededor, pero está permanece inactiva hasta que pensemos en ella y que existe. Entonces veremos fluir desde nuestro ser interno de manera ilimitada. le presentaremos al mundo y el mundo se beneficiará de ello. Por tanto nosotros debemos presentar esa realización manifestando la fuerza motriz mediante el poder de la realización, con cada i uno de nuestros pensamientos y actos. Entonces seremos dioses que nos manifestamos desde nuestro interior y que somos realizadores positivos y definitivos.
Allí hemos culminado la belleza arquitectónica de construir nuestro templo Interno, sabiendo con conciencia que dicho templo es nuestro cuerpo puro y verdadero, exaltado por una morada sagrada, íntegra y total. Somos seres energizadores, recipientes íntegros que fuimos para derramar este principio vibracional que fluye a través de nosotros y que derramamos en amor con constante expansión para que la humanidad se beneficie bebiendo esta agua de pura vida y quienes lo hagan no volverán nunca más a sentir sed. Para ello debemos ser humildes para manifestarnos con humildad, siendo nosotros mismos la propia fuerza y energía impulsadora que se va tornando más potente y accesible y convertiremos a nuestra vida cotidiana es una verdadera obra maestra.

CONCLUSION
 
Sabiendo, en primer lugar, que esa energía existe, y luego utilizándola con absoluta confianza, no tardaremos en ser totalmente conscientes de ella. Sabremos que es exhaustiva en nosotros y a través de nosotros. Fluirá hacia nosotros en la misma medida que la permitamos fluir desde nosotros, Es decir somos el yo soy que vive en la cámara secreta de nuestra propia alma. Solo tenemos que dar el primer paso para descubrir nuestro mayor tesoro para ir en buscar de la realización.

martes, 7 de septiembre de 2010

EL PODER DEL ESPIRITU


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

El mundo está sujeto a su visión. Observa con detenimiento lo que sienten los habitantes de la tierra, y de que modo se pueden ayudar a satisfacer sus deseos y necesidades. Al escuchar los miles de sonidos que nos rodean y que normalmente son audibles, como el canto del colibrí, los sonidos de los gorriones recién nacidos, el cantar del gallo anunciando el nuevo día, las notas del grillo que cantan para atraer a la hembra, así como otros miles de sonidos musicales que están muy por encima del alcance del oído humano, notaremos que estas criaturas son capaces de sentir, controlar y emitir sonidos que pueden producir diversos tipos de sensaciones emocionales como amor, paz, armonía y perfección que benefician a todo el mundo.Además pueden amplificar y emitir las vibraciones de las sensación de abundancia y gran alegría, de un modo que rodean y penetran a toda la humanidad hasta un nivel de quererlo, toda unidad de la familia humana puede disfrutarlas.

Cuando se reconoce la existencia de esta condición, toda unidad humana coopera amplificando y emitiendo esas vibraciones, entonces lo que necesita la humanidad toma forma entre sus miembros. Sus deseos son satisfechos cuando se activa las vibraciones necesarias, y no podemos escapar a su presencia. Así vamos tomando forma todos los deseos perfectos del humano. El vasto océano del espacio creativo, ilimitado y móvil, es muy claro; no obstante, está lleno de energía vibratoria y emanante. A esa energía emanada se la reconoce como una sustancia acuosa en la que todas las sustancias se hallan en estado soluble o en suspensión, con las que éstas mantienen una relación armoniosa, dispuesta a responder a la llamada del ritmo vibratorio que le permitirá combinarse para dar lugar a las formas. Cuando se establece la correcta influencia vibratoria a través del pensamiento de la unidad humana, en cooperación con el todo, los elementos carecen de otra opción y por ello se aprestan a ocupar el molde dispuesto por el deseo. Ésta es una ley absoluta y nadie puede apartarse de su curso.

Al escuchar un instrumento musical que toca en un tono muy bajo, que poco a poco baje hasta que deje de resultarnos audibles. Las sensaciones o emociones del sonido que hemos experimentado persisten dentro de nuestro cerebro. Con las vibraciones ocurre lo mismo, aunque es inaudible. Ahora elevemos esas notas a través de la escala hasta que sean tan agudas que vuelvan a resultar inaudibles. La sensación o emoción persiste; lo mismo ocurre con la vibración más elevada. Sabemos que ninguna de esas influencias cesa aunque se hallen fuera del alcance del oído físico.

Eso es lo que denominamos espíritu. Cuando lo físico pierde el control, lo toma el espíritu; y ese control es mucho más definido, lo meramente físico y resulta más susceptible al control de las influencias mentales o vibracionales, pues el pensamiento es un aliado muy cercano al espíritu. Lo físico se limita al cuerpo y no se extiende más allá de él. Lo físico está limitado a las acciones del cuerpo, pero no a sus reacciones. Cuando se trata de reacciones corporales somos espíritu; así podemos ver lo limitado que es el cuerpo físico.

El espíritu no sólo inunda todos los átomos de lo denominado físico, sino que también penetra la parte más diminuta de toda sustancia, tanto si es sólida como gaseosa. De hecho, la sustancia toma sus diversas formas a partir del impulso que forja su molde. El ser humano es el único proyector y coordinador de las diversas pautas que adopta esa sustancia. Existe un vínculo invisible, como el impulso del pensamiento o del corazón amplificado en miles de millones de ciclos, a través del que discurren órdenes espirituales que controlan todo el universo. Esos grandes impulsos palpitantes o latidos cardíacos circulan a través de la inteligencia que inunda todo lo acuoso que rodea el cosmos, su contrapartida espiritual. Esos gigantescos latidos corrientes vitales a cada átomo de todo el cosmos y los mantiene moviéndose en un orden y ritmo perfectos. En esta infinita vastedad cósmica no pueden existir células enfermas o discordantes, ya que, con tan sólo una de ellas podría desbaratarse todo. El resultado sería el caos durante un tiempo. Eso es lo que le sucede al organismo humano cuando se ve perturbado por el pensamiento discordante. Por eso el término “Divinidad” surgió de este control central. El latido de la unidad humana se corresponde con este latido, aunque en pequeña escala.

El ser humano, la unidad de la humanidad, es un universo bien organizado. No obstante, es necesario que como unidad asuma esa divinidad y se haga cargo de ella, ya que es parte de una gran inteligencia que dirige el vasto cosmos en perfecta armonía. Son las fuerzas físicas las que actúan en este control perfecto, ya que está presente en todas las emanaciones, en lo acuoso y hasta en las formas físicas más inferiores. Si ocurriera una catástrofe, el ser humano no sólo tendría ese poder, sino que es su propio poder el que se transforma en inteligencia primigenia en la que no existe destrucción. Ya que cuando la calma reina de nuevo y la armonía se ha restaurado, al ser humano que ha regresado a recomenzar, a mantener la unidad con el infinito y a permitirse esperar a que las condiciones maduren para la manifestación de los universos. Entonces, con la conciencia de anteriores experiencias, está mejor equipado para asistir a la inducción de una condición más perfeccionada y duradera. El señor humano no puede fracasar en este sentido, ya que es más preciso que cualquier otra forma; y el fracaso no está escrito en su horizonte ni en su conciencia. 
Cuando el sabio dice: "Soy inmortal, eterno, atemporal; no hay nada en la vida o en la luz que yo no sea” está contemplando este paisaje. Ésa es la verdadera divinidad. Suya verdaderamente es la ascensión.

domingo, 22 de agosto de 2010

NUESTRO CAMINO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
Cerremos los ojos. Imaginemos que el borde del universo está a nuestros pies. Nos relajamos, inspiramos y lentamente nos inclinamos hacia adelante. Nuestro centro de gravedad se desplaza, rebasa la superficie de apoyo, y las leyes de la física, en su último suspiro, nos hacen perder el equilibrio y nos lanzan al vacío. Hemos invadido el territorio de la nada. Es indescriptible, tampoco tiene límites, pero está. En realidad, no podemos ni nombrarla, porque es pura indeterminada; pero nos resulta más cómodo ponerle un nombre que dejar un espacio en blanco en el papel.

Tampoco nos hacemos a la idea de reflexionar sobre un concepto vacío en sí mismo, que no es ni concepto al fin y al cabo. En fin, son formalidades. Al sentirnos parte de la eternidad y el vacío, hemos perdido nuestras vidas y todas las circunstancias que las conformaban. Ya no somos personas, porque no existe ningún otro ser con quien compararnos; no tenemos sentimientos, porque no hay nada hacia que proyectarnos; no tenemos identidad, porque no hay nadie de quien distinguirnos. Aquí no hay día ni noche, no hay forma, no hay consciencia, ni cuerpo ni mente, ni conocimiento ni ignorancia, sólo un fluir continuo de la nada. Comenzamos a fluir, nos disolvemos poco a poco y nos confundimos con ella. Al fin y al cabo, si no hay nada, tampoco somos nadie. pero no estamos solos, somos la gran soledad. Ya no estamos en el vacío, somos el vacío; fuimos con él y ya nada contingente tiene sentido para nosotros. Más bien no es indiferente. No juzgamos, no valoramos. En realidad, no hay nada que juzgar y nada que valorar. No hay nada por lo que sufrir, sólo vacío y nosotros somos él. Es la no-experiencia del ego, nuestra personalidad puramente fenoménica ha caído. Es curioso pero el vació nos ha desnudado del ropaje de nuestras vidas, de los disfraces que teníamos por verdaderas esencias. Toda y cada una de las cosas que nos determinaban, ligaba y aferraban al mundo, han ido cayendo como los pétalos de una rosa, perecedera al fin y al cabo. Todo ha desaparecido menos el vacío que ocupaba. Éste sigue allí, formando parte del gran vacío, y esperando a un nuevo huésped para darle forma y hacerle soñar. Así nos dio la nuestra. Y nosotros que hemos comprendido la irrealidad de aquella, hemos vuelto a él. Todas las cosas llevan en sí el germen del vacío, después se concretan en el mundo y así forman las cosas condicionadas de la experiencia. Darse cuenta de todo esto es iluminarse por la verdad.

Llegar a experimentarlo es despertar de la gran ilusión de lo puramente fenoménico, de lo que sólo llena el vacío. Somos nuestro propio sueño, y cuando despertamos, desaparecemos y el despertar mismo pierde su sentido. Ahora que conocemos el gran secreto, volvemos la mirada al mundo y vemos cómo las personas viven un gran sueño común. Por aferrarse al mundo, sufren, son infelices y desequilibran su espíritu. Pierden la unicidad con el Ser. Y no hacen por voluntad. Inconscientemente profundizan en su innata ignorancia, dejándose enredar por sus propias ideas sobre las cosas, ideas que les alejan más y más del camino de la verdad.


Sabemos que tienen que regresar a su sencillez elemental, a la realidad primaria...pero claro, ¿cómo vamos a decírselo nosotros? No se puede hablarle a alguien de cosas, las cuales no está preparado para comprender. Cada persona debe seguir su propio camino y en su momento. El nuestro no les valdrá; es nuestro. Más vale que guardemos silencio y esperemos a que las cosas sigan su curso y que lo grande se vaya abriendo paso a través de cada uno. Sólo podemos dar consejos y enseñar. La vida tiene su forma de hacer las cosas y cada uno debe ser capaz de percibirla. No es cuestión de aplicar nuestras reglas al camino, sino percatarnos de hacia donde nos lleva y dejarnos guiar por él. Imaginémonos que el camino es un valle, este será nuestro sendero medio. Por él discurre la vida. Mientras seguimos por el fondo del valle, permanecemos en armonía con el universo y estamos en equilibrio. Aquí no hay lugar para contrarios, todo permanece en la unidad elemental. Sin embargo, si nos desviamos hacia una de las laderas, dejamos el fondo del valle y comenzamos a subir hacia la montaña. Nos desviamos del camino y creamos un desequilibrio, porque así se desequilibra él mismo, así que inmediatamente surge un contra-estado y se vuelve a la situación inicial. A causa de nuestra desviación, surgirá una desviación de igual magnitud, pero en el otro lado del valle. Habremos creado un par de contrarios. Pero el equilibrio resultante no será el equilibrio primario sino un remedio. El camino, por sí mismo, no puede manifestar contrarios porque éstos subsisten en él en identidad. Sólo el caminante puede crearlos desviándose del sendero medio. Por tanto sólo existen para él, no tienen naturaleza verdadera.

El Buda cuando llega a la otra orilla y vuelve la vista atrás, se da cuenta de que todo ha desaparecido, más bien, que nada existía realmente; ni esta orilla ni la otra, ni el río ni la barca, ni el bien ni el mal, ni el sufrimiento ni la felicidad, ni el samsara ni el nirnava. Sólo el Vacio (por darle algún nombre) es. Sólo él puede ser capaz de reconocer la verdad e integrarla-integración de sí mismo pero la transmisión se hace de corazón a corazón. La verdad fluye y si dejamos que nos impregne, le habremos integrado en nosotros, o más bien, ella nos habrá acogido. Debe ser una transmisión de corazón a corazón porque el saber que vamos a alcanzar no es intelectual no se puede explicar con palabras; es intuitivo, inconsciente, tiene que ser sentido. Por ello, es “una transmisión que está más allá de la doctrina” y “ni siquiera un maestro sabría transmitir la verdad”. Toda enseñanza queda limitada a indicar, a orientar hacia aquello que ya está en uno mismo, sin que lo sepa. Todos llevamos el germen del vacío en nosotros.

Debemos recorrer el camino para reunir nuestra pequeña gota de agua con el océano y dejar que su fluir nos muestre que somos uno, el universo, la gran soledad. Descubrir nuestra esencia es “mirar en el propio ser”. Y ese será el Gran Despertar, cual es pisar la otra orilla y mirar atrás. El enfermo de espíritu humano vive en un estado mental involuntario de ignorancia; no se da cuenta de que se mueve en un mundo de meras convenciones que determinan sus sentimientos. Vive en la ilusión de que sus ideas acerca de las cosas constituyen la realidad última de las mismas.

viernes, 23 de julio de 2010

LA LEY DE LAS REALIDADES


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA 
Cuando la ley de la verdad alcance la conciencia, borrará todo lo que la humanidad ha pensado erróneamente. Con el paso de los siglos y el retroceso del velo material a cargo del proceso evolutivo, llegan pensamientos a la mente que tienen su origen en la verdad o como afirmo en el hecho cósmico original; y esos pensamientos que llenan la memoria del pasado, enfrentados a los hechos del presente y eclipsados por las profecías del futuro, se alzan sobre el camino de la evolución de la la conciencia de la raza. Así pues, la raza vuelve a ser llamada una y otra vez hacia el principio existencial original. Mediante este retorno y repetición, a la humanidad se le muestra que la creación es eterna; pero las criaturas humanas están siempre cambiando y se hallan bajo una manifestación de la Ley llamada principio de acción y reacción. Cuando los humanos han llegado lo suficientemente lejos, la Gran Ley de la Verdad absoluta se ocupa de ponerlos cara a cara con el plan original. De este modo, vemos que la Ley Cósmica nunca permite que la vida se salga demasiado de la tangente. Esta ley siempre está polarizada en ecualización, equilibrio y armonía. 
A pesar de los ídolos o credos, la humanidad será conducida a la unión completa con las Realidades Absolutas. Todo aquello que se no se halle en perfecto acuerdo y unión con el hecho cósmico existente debe desaparecer cuando la ley de la Verdad Absoluta domine en la conciencia humana. Cuando llega la verdad, los pensamientos de la humanidad liberan sus creaciones imperfectas, que son producto de verdades a medias.
La ley Cósmica Absoluta debe ser cumplida totalmente. Pensar, hablar o actuar conducirá finalmente a la humanidad a la ley de la Realidad. Las antiguas civilizaciones nos dicen que todo árbol que no ha plantado dentro de ti acabará siendo desenraizado, es como el ciclo en que los ciegos conducen a los ciegos a la maraña de ignorancia, superstición y falsedades creadas por quienes creen en que los humanos deben ser guiados y prohibidos de pensar para así lograr que nunca encuentren la verdad y por ende su libertad. Este tipo de charlatanes quieren una civilización que se erija en falsedades y supersticiones y ahogadas en confusión a través del dolor y la tragedia de sus emociones malversadas. Pero el humano empieza a crear una nueva raza evolucionada abierta de par en par para dar cabida a un nacimiento del saber a través de una auténtica verdad y no de la especulación.
No existe más camino que ir desde ese plano de conciencia a otro más elevado y avanzado en el sendero cósmico. La única condición prohibida en la vibración del gran cosmos en esa característica del pensamiento que lleva a los humanos a apegarse con tanta firmeza a lo que cree, de modo que, si se sigue aferrando desesperadamente a las viejas falsedades sin ser capaz de soltarlas, no habrá manera de que pueda despertar a una esfera más elevada de pensamiento universal.

Si la raza o nación se niega a soltar las cosas creadas por una parte del pensamiento en lugar de abrazar lo que de verdad existe, la Ley se ocupa de su progreso, permitiendo que las vibraciones acumuladas y emitidas por esa condición se reflejen universalmente sobre sí mismas, y luego mediante la guerra, la discordia, los conflictos y la muerte, esa raza o nación es barrida, a fin de que pueda situarse de nuevo en un plano más elevado. De esta manera, puede establecer un nuevo contacto con el principio de la gran conciencia humana. 
La civilización se acerca rápidamente a un gran momento reconstructivo. Todo lo que ahora parece estable y bien cimentado no tardará en sumergirse en un estado de inversión. Todos los árboles que no hayan sido plantados por la verdad serán desenraizados. Se avecina un desmantelamiento cósmico de las presentes instituciones sociales que dominan la tierra, sean políticas, financieras o religiosas, para hacer sitio a la emergencia de una nueva era, en que la humanidad podrá establecer un contacto más estrecho con lo que es y con lo que fue antes de la aparición de la presente conciencia humana. La verdad espera con una benevolencia atenta, amante y radiante a que el humano vea que puede abrazar aquello que siempre ha existido y convertirse en su conciencia. 
La humanidad está alejándose de los predicadores de las nuevas religiones que han aparecido como hongos y que ofrecen parar el sufrimiento, conducirles al nuevo edén o paraíso donde no habita el demonio, como fue en las anteriores generaciones. Solo es un negocio más de la crisis que afronta el mundo. Estas creencias van perdiendo valor por la pujante individualidad y el discernimiento espiritual de la conciencia de las nuevas generaciones. Falsedades, tradiciones y supersticiones se acercan a su fin. Lo mismo puede decirse de las civilizaciones que crearon. Los viejos ídolos están bien para las conciencias de los débiles pero que se aproximan a un punto muerto. Sus falsas ilusiones han provocado su destrucción, ya que han demostrado no ser más que cuentos de niños tramados por una alianza sacerdotal y paternalista con el fin de adormecer a los pequeños llorones de la escala evolutiva. Quienes pudieron ver más allá no lloraron, y por ello no los pusieron a dormir. Supieron que aquellos cuentos no eran ciertos, y muchos se han manifestado para denunciar las falsedades y que siempre ha podido ser visto y contactado por una parte de la humanidad. De ellos, surgirá una conciencia nueva y revitalizada, totalmente despierta y dispuesta a acabar con los ídolos que el hombre ha creado para que sus semejantes sigan en esas creencias. Con ello, crearán el espacio necesario para que surjan nuevos ideales, que en realidad, son tan antiguos como el amanecer de la creación.
Estos ideales exigirán a quienes enseñan, conducen o inspiran que lo hagan desde un plano de contacto real, tan elevado que no deje lugar a errores o contradicciones, y en un plano de interpretación sencillo que no dé lugar a malentendidos. Quien se despierte a la inteligencia y espiritualidad más elevada se negará a volver a su estado anterior de conciencia, pues se ha sentido maltratado y decepcionado con los fragmentos del pasado. Exigirá un pensamiento más intenso y vital y una construcción basada en la verdad.
Las multitudes escuchan en todo momento y por diferentes medios de comunicación las tradiciones ligadas a siglos pasados, sobre creencias de mensajes que les prepara a un sitio en el paraíso, mediante una vida de sufrimiento, de mortificaciones y dolores para obtener el perdón del pecado y ser privilegiado con ese sitio en un paraíso inexistente e irreal. Este mensaje nuevo y viejo a la vez, es el toque de trompeta que puede escucharse de las inconsistentes voces de los dogmas religiosos. Pero en el horizonte se expande un nuevo enfoque que tiene el significado totalmente nuevo, que provienen de una nueva visión más clara y de una percepción más definida, es la emanación de la verdad que se descubre que está dentro de nosotros mismo y que nadie manipulará. Así poco a poco empieza a surgir de las cenizas de la ortodoxia el auténtico templo que no ha sido erigido con las manos, y que es eterno como la expansión del universo. Así surge una nueva raza de pensadores que comienza a despuntar con pasos gigantes. La marea no tardará en barrer la tierra y se llevará con ella los restos de confusión, que han cubierto los senderos de quienes están poniendo todo su empeño en la evolución. 

domingo, 27 de junio de 2010

LEY DE LA INTELIGENCIA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
 Cuando somos la suma de todas las inteligencias. Cuando nos reconocemos como una parte íntegra de esa inteligencia y sabemos sin lugar a dudas que éste es el gran principio de la expansión del universo, no tardaremos en ser conscientes de que toda la inteligencia del universo cósmico trabaja con nosotros. También nos daremos cuenta con rapidez de que tanto la inteligencia de un gran genio como la pequeña mente de una simple célula del cuerpo trabajan con nosotros en perfecta armonía: Allí estoy hablando de la gran mente única cósmica e inteligente, a la que somos parte y por ende vinculados. En realidad, todos somos mente; somos la autoconciencia del universo. En el instante en que así lo sintamos no habrá nada que pueda apartarnos de esta Conciencia. De allí podemos extraer todo el conocimiento.

Existe toda una corriente de pensamiento motivador que es irresistible y sabemos que no hay nada que pueda desviarnos de nuestra verdadera realización. Somos uno con el todo; y por ello nos movemos irresistiblemente con el todo. No hay nada que pueda apartarnos de nuestra realización. La gota de agua sola es débil cuando se aparta del océano; devuélvela a él y se tornará tan poderosa como todo el océano. No importa si nos gusta o si creemos en ello. Se trata de la Ley Inteligente, de la cual todos somos parte de ella.

La suma de toda verdad es el gran principio de esta Ley. Tanto si pensamos que se trata de una gran verdad o una pequeña verdad, toda palabra verdadera, pensada o pronunciada forma parte de la gran verdad universal, y todos somos eso. Cuando alcanzamos esta unidad y nos mantenemos de manera absoluta en este precepto, entonces tenemos toda la verdad apoyándonos, aumentando nuestra resistencia. La fuerza del océano es la que proporciona la energía a la ola, y no es más que una porción de la energía del universo de la que el humano también es parte.
El mayor mecanismo de acción que tiene esta Ley de la Inteligencia es el amor, que constituye la suma de todo afecto, de toda ferviente emoción, de todo pensamiento positivo, mirada, palabra, hecho amoroso. Toda atracción amorosa, grande o pequeña, sublime o baja, hace que el amor único e infinito se manifieste espontáneamente y que no exista nada demasiado grande para nosotros. Cuando amamos de manera altruista tenemos todo un océano de amor cósmico con nosotros, y así lo que se considera inferior se torna superior porque se ha desarrollado hacia la perfección absoluta. Por ello todo el universo del amor está consciente de nosotros, ya que no hay mayor fuerza en la tierra o en el universo que el amor puro.

Igualmente, la suma de toda condición, toda forma y todo ser no es más que el infinito principio cósmico universal, tanto si se trata de individuos, planetas, constelaciones, átomos, electrones o la partícula más diminuta. Todos juntos conformamos el Único Infinito, cuyo cuerpo es el universo, la mente, la inteligencia cósmica, y el alma es el amor cósmico. Entretejidos conjuntamente en un todo, los cuerpos, mentes y almas se mantienen unidos a través de la fuerza vital cohesiva; no obstante, cada uno de ellos funciona como entidad individual eterna que se mueve con entera libertad en su órbita individual y octava en armonía, siendo atraídos, llevados y mantenidos juntos mediante el amor de ese universo armónico. Todos somos ese Gran Ser al que nada puede interponerse. Está formada por toda unidad de todo ser viviente, así como por todas las unidades del universo. Si una porción de una unidad se autoexcluye del todo, esto no influye en el ser principal, pero provoca muchos cambios en la unidad. El océano no es consciente de que pierda una gota de agua, pero la gota es muy consciente del océano cuando se entrega a él.

Debemos saber a ciencia cierta que estamos totalmente amalgamados con esta Ley que rigue el universo, y no podemos separarnos o apartarnos de ella. Así pues, trabajamos con este principio de poder que es todo poder. Nos movemos en ella y nos sumergimos nuestro ser en la Ley. Por eso cuando deseamos entrar en contacto con algún evento o persona en particular, no pensamos en algo alejado o difícil de conseguir, ya que sabemos que está dentro de nosotros y estamos consciente de su presencia y del dominio que ejerce con todo su poder. Por ese motivo, no debemos detenernos ni pararnos a considerar, sino tomar el sendero que conduce directamente a la aplicación de la ley en nuestro interior, para tener una vida total y perfecta con mayor abundancia de la verdad y el amor para ser libres.

Al liberarnos de los prejuicios que nos han sometido los dogmas y al comprender como funciona la Ley de la Inteligencia Universal, despertamos a nuestro auténtico patrimonio. Despertamos a la belleza y a la pureza inmemorial cuyo mensaje nos dice que somos eternamente bellos, puros y perfectos, espirituales, inmortales y divinos, son verdaderos templos del universo. Este despertar también nos hace comprender que nosotros jamás hemos descendido a ningún reino del mal. Nos damos cuenta que solo se trataba de un concepto humano que nos hacía creer que habíamos descendido. Tan pronto como nos liberamos de ese pensamiento, somos liberados hacia su verdadero patrimonio de divinidad y así nos impregnamos de ese resplandor que nos envuelve y nos invade en la clara atmósfera que nos rodea como un vapor de color blanco-dorado. Esta luz aumenta sin cesar hasta que cubre e inunda todo a nuestro alrededor. Comúnmente llamamos aura a esta luminosidad que aparece con una luz blanca de pureza cristalina, deslumbrante, que centellea con una luminosidad más grande, como el más puro de los diamantes y que emana de nuestros cuerpos. Allí nos hallamos en otro escalón al que hemos ascendido que se llama la Transfiguración, con nuestros cuerpos luminosos y resplandecientes, radiantes y hermosos, totalmente inmersos en vida divina.

Este es el verdadero ser que siempre ha poseído y tiene todo, que siempre ha existido y siempre existirá. Un ser luminosa que ningún germen de decadencia pueda destruirle. Es un ser vivo que tiene un proceso eterno de nacer, crecer, reproducir, morir y nacer más triunfante. Un cuerpo que resucita eternamente, que abandona el reino artificial y evoluciona hasta convertirse en una divinidad. ¿Todavía no sabes que eres dios? Y que este reino de dios es la cosa más natural del mundo. Aquí surge una pregunta cuando estaremos en este reino. Sencillo: Cuando el exterior sea como el interior.

Esta es la gran estructura del universo. Existe un lugar esplendido para cada humano y cada uno cuenta con un lugar individual. La estructura sólo se mantiene en pie porque todo el universo está en el lugar que le corresponde. Pueden pensar los lectores que este mensaje no aligera la carga de muchos desposeídos que habitan el mundo. Así es todos somos una creación especialmente diseñada y que tenemos una misión particular que cumplir producto de nuestras anteriores vidas, y esa labor nadie más puede desempeñar ni realizar y si abriésemos nuestro corazón y nuestra alma de par en par al espíritu renovador, aprenderemos de nuestro propio corazón a dirigirnos y encaminarnos. Allí hallaremos aquello que he señalado, emergen como seres divinos, superiores y libres.

Por muy descarriados e irreflexivos que nos consideremos, descubriremos que la Ley de la Inteligencia Universal nos ama con devoción y ternura en el momento que nos volcamos hacia ella, porque mora en nuestro ser interno. La unción que hemos recibido de esta ley poderosa que rige todo el universo mora en nosotros porque convive dentro de nuestro ser el macro y el micro cosmos y día a día aprendemos de sus enseñanzas, por eso es necesario no resucitar los viejos esquemas que nos impone las religiones, las teorías religiosas, los dogmas, sino dejar de ser guiados, instruidos desde nuestro interior. La verdad está ahí para ti y solamente debes hallarlo.

domingo, 6 de junio de 2010

SOMOS LA ESENCIA SUPREMA DEL UNIVERSO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
Al igual que el cuerpo representa el nivel inferior de las actividades del pensamiento, el espíritu es aquello en lo que la forma toma su impulso inicial a partir del canal de energía que nos proporciona las fuerzas que mueven el universo. Es el ser inmortal y real, en el que radican todos los potenciales. La atmósfera de los pensamientos es algo real, que cuenta con sustancia y contiene en sí misma todo lo que da forma al cuerpo. Por ello son muchos los que consideran insustancial todo aquello que no pueden ver; y aunque se les dice que no pueden ocultarse a sí mismos, no dejan de creer que son capaces de hacerlo. Es bueno saber que llevamos con nosotros el libro abierto de nuestras vidas, en el que todos podemos leer, nos demos cuenta o no de ellos. Algunos son buenos lectores, mientras que otros están menos dotados; pero todos pueden leer en nosotros y, por ello, nos resulta imposible ocultarnos. 

Además nuestra atmósfera de pensamiento precipita de manera constante las palabras lentamente enfriadas sobre nuestros cuerpos, algo que ven todas las personas. Con un poco de práctica podemos sentir la fuerza de los pensamientos, de la atmósfera que nos rodea y, de manera gradual, su existencia, tan real como el mundo exterior.
Al igual que el humano puede tocar la tierra con los pies, también , ayudado por la inspiración, puede ascender hasta las alturas celestiales, y así puede recorrer tierras, hablar con las divinidades, y cuanto más lo hace, más difícil le resulta discernir dónde finaliza la vida universal y donde empieza la existencia individual. Cuando el ser humano sella una alianza con el poder universal a través del entendimiento universal, la línea divisoria entre el universo y el humano desaparece. Cuando se llega a este punto, el humano entiende que él es el centro del universo, ya que no habrá conocimiento más elevado o que reporte más satisfacción que el conocimiento de su propio ser. Si no llegamos a conocer nuestro auténtico ser, no podremos descubrir las posibilidades latentes, los poderes ocultos, las facultades dormidas. ¿Qué sentido tiene que el humano gane el mundo entero y pierda su alma? Nuestra alma es nuestro ser espiritual, y si de verdad descubrimos el ser espiritual, podremos alcanzar todo un mundo para servir a nuestros semejantes.
Debemos aprender que alcanzando el objetivo supremo sondearemos las profundidades de nuestro auténtico ser, donde hallaremos la plenitud del bien. Por eso siempre debemos tener conciencia que somos una triada en unidad, compuesta de espíritu, alma y cuerpo. Pero cuando nos hallamos en un estado de ignorancia espiritual, tenemos la tendencia a pensar desde el nivel más bajo de nuestra naturaleza, que es el físico. En general la gran masa humana echa mano del cuerpo para lograr todo tipo de placer momentáneo y llega un momento en el que, a través de los sentidos, le llegan todos los dolores que puede soportar. Lo que no hemos aprendido a través de la sabiduría, debemos aprender a través de las dificultades y, tras repetidas experiencias y acabará dándose cuenta de que el mejor camino es el de la sabiduría.
El pensamiento que opera en el plano intelectual, eleva las vibraciones del cuerpo hasta el punto que se corresponde con el estado líquido. En ese plano, el pensamiento no es enteramente material ni espiritual. Oscila, como un péndulo entre la materialidad y la espiritualidad, pero llega un momento en que hay que elegir a quien sirve. Si opta por la materialidad, le espera un mundo de caos y confusión. Puede elegir potencializar el espíritu y, si es así, puede ascender hasta la cúpula del templo de la mente cósmica en el ser humano. Este nivel de pensamiento puede compararse con el estado gaseoso en la materia, que es elástico y tiende a expandirse de manera imprecisa. Así este orden universal permite que sea el ser humano quien decida si debe controlar su flujo de pensamiento para ponerlo en la dirección de la iluminación cuya luz refleja la sabiduría infinita y la felicidad inefable, cuya elevación permite eliminar los miedos, enfermedades, temores, dudas.
Al pensar el humano como una triada de espíritu, mente y cuerpo, lo consideramos desde el punto de vista de mente o alma y veremos que ocupa una posición entre los dos grandes extremos de la actividad mental. El más bajo, el cuerpo y el más elevado, el espíritu. La mente es el eslabón entre los visible y lo invisible. Operando en el plano de los sentidos, la mente se convierte en el recipiente de todos los apetitos, pasiones y apegos, allí es donde el que busca la elevación de conciencia y mente tiene que superar las falsas percepciones sensoriales. Al hallarse entre el espíritu y el cuerpo, aunque separado de ambos, el alma o mente puede pensar de un modo más bajo que la materia bruta; o puede entrar en unión consciente con el espíritu puro, allí donde existe abundancia de paz, pureza y conocimiento absoluto.
Cuando el humano que se supera espiritualmente se eleva hasta la esfera por encima de las falacias del terreno físico, piensa y actúa en el plano de la inteligencia pura. En este estado puede discriminar entre los instintos que comparte con el resto de los animales y las intuiciones de esa mente del conocimiento superior. Entra en un mundo de la sana satisfacción y de una urgencia cada vez mayor proveniente del alma que el empuja a alcanzar esferas más elevadas. Deja de ver las imágenes de tranquilidad y pasa a morar en la tierra de la tranquilidad, rodeada de belleza perpetua. Ha vislumbrado lo interior y, para él, eso se ha convertido en el todo; lo externo se ha transformado en lo interno. Vive en un mundo de causas, cuando antes lo hacía en un mundo de efectos.
El espíritu del ser humano es pura inteligencia; es una región del ser donde ni las opiniones humanas ni el testimonio de los sentidos puede contradecir la verdad atestiguada por la inmensa fuente que tiene la vida misma, la historia humana, cuyo descubrimiento le conduce a eliminar las dudas y los desalientos. Desde ese pináculo de su ser, el hombre observa todas las cosas con la clara visión del alma educada. Contempla más cosas del universo en su conjunto que cualquier filosofía pudiera soñar. Cuando aprende que no es un cuerpo con una mente dirigida tanto desde dentro como desde fuera pueden convertirse en obedientes sirvientes de su auténtico ser espiritual, entonces manifiesta el dominio otorgado por el universo que originalmente le pertenece.
Como conclusión, puedo decir que el espíritu es la esencia suprema del ser. Es el hálito del conocimiento superior, que le otorga una nueva visión y dirige sus actividades con justa autoridad de todas las cosas subordinadas a él. Y al amanecer a esta nueva era, engalanada con ropajes de un día cercano, muy pronto volverá a resplandecer desde el corazón virginal el espíritu cuya fuente es el universo en constante expansión y orden. Así que la puerta está lista para abrirse para aquellos que lo deseen entrar a una vida más grande y plena, joven y vibrante, dotada de una juventud, esperanza y un empeño perenne.
El alma del ser humano se halla en este umbral de cambio, más gloriosa que cualquiera que haya podido iluminar desde el amanecer de la creación que está situada a miles de millones de años y que su luz sigue alumbrando el corazón de todos los humanos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

LA FUERZA VITAL


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA 
Pese a que la ciencia occidental con su influencia judaica-cristiana ha querido desvirtuar su existencia, por no ser una materia útil para su uso, consumo material o progreso tecnológico y sobre todo que sirva como instrumento de anulación del individuo, la Fuerza Vital sigue perenne por toda la eternidad en el desarrollo del universo y por ende en la vida de todos los humanos. Es el estado de vida más excelso de cada persona, el potencial que poseen todos los seres humanos. El yo inferior, con todos sus impulsos y deseos se fusiona con el ritmo vital del cosmos, el yo superior. Entonces, liberamos la energía inherente a nuestra vida, que nos permite conocernos, perseverar en nuestros esfuerzos y gozar de ilimitada sabiduría y vitalidad, ya que no existe separación entre el mundo interior de los seres humanos y su entorno; por eso, los cambios que ocurren en lo profundo de la vida de las personas se ven reflejados en sus circunstancias externas.
Esta energía existe antes de los tiempos, según la sabiduría milenaria del pueblo chino. Fueron sus ondulantes movimientos los que dieron origen a las estrellas, planetas, la naturaleza, en fin todo lo que podemos concebir como existente. Esta noble fuerza habita en todo lo existente, de una u otra forma; y no solo habita en cada parte de la naturaleza, sino que además suministra crecimiento, evolución, acción y hasta provee de pensamiento al ser humano.
Lo definieron como la existencia de una energía que desde antes de la creación mantiene su esencia, y es la que mantiene el equilibrio de los planetas en el universo, así como de los vegetales y de todo cuanto tenga vida. La energía o fuerza vital de vida es indispensable para vivir, para estar saludable y alegre; y también es indispensable incrementarla, equilibrarla y recuperarla cuando enfermamos o caemos en depresión o tenemos incluso alguna fatiga. 
Situándonos en la vida terrenal, si analizamos la vida de una persona, desde su nacimiento hasta el fin que llamamos muerte, vemos que el bebé es inconsciente de los fluidos vitales que recorren su cuerpo, ya que éstos se hallan inactivos porque los órganos que generan los fluidos vitales permanecen en estado latente y todavía no se han desarrollado. Durante esta etapa de desarrollo, si el niño es normal, activo y rebosa de vida, los fluidos se irán haciendo más fuertes, hasta que el niño alcance la etapa de desarrollo, la juventud, en la que dichos fluidos se tornan activos, y en la que pueden comenzar a disiparse.
Si dicha disipación lleva a sus extremos, ocurre que en pocos años el joven empezará a mostrar signos de edad. Los ojos van perdiendo brillo y el cuerpo sus actividades y gracia. Los rasgos se marcan. Al cabo de algunos años el cerebro pierde su capacidad para coordinar los músculos y el cuerpo se convierte en el de un decrépito anciano o anciana y luego en cáscara vacía del antiguo ser.
Pero si ha conservado y va utilizando el flujo de los fluidos vitales con conciencia. Permitiendo que éstos circulen de manera natural por su cuerpo, veremos lo fuerte y vigoroso que es. Si esa persona conserva los fluidos, aunque no perciba ningún ideal elevado de vida, aparte de nacer y vivir un corto espacio de tiempo en esta tierra para luego fallecer, la duración de esa vida será más larga y sana que la de la persona que ha disipado los fluidos vitales banalmente.
Cuando se conserva toda la fuerza vital, el cuerpo está tan cargado de energía, que es capaz de insuflar vida en todas las formas. Allí el artista de la vida es capaz de pintar su gran obra maestra, modelar su gran escultura que exprese su ideal e insuflarle el hálito de vida, haciendo que se torne vivo. Se puede observar las formas perfectas por la cual su creador ha cumplido su responsabilidad y podemos descubrir al auténtico genio. Ejemplo de lo afirmado es la vida y obra del Maestro del humanismo renacentista, Leonardo da Vinci, practicante de la fuerza vital y que podemos estudiar su sabiduría en sus tratados, dibujos, pinturas, ensayos filosóficos e inventos.
Los genios cuando empiezan a desarrollarse, van adquiriendo consciente o inconscientemente, la capacidad de conservar y emitir las fuerzas vitales puras a través de sus canales naturales; esta condición ha animado su cuerpo y la facultad creativa, y por ello ve que ahí hay algo superior a lo ordinario que él debe expresar. Mientras conserve las fuerzas vitales y les dé rienda suelta, irá de logro en logro; pero si permite diseminar arbitrariamente esa energía, no tardará en perder su poder creativo.
Cuando nuestra fuerza vital, esta llama interior es fuerte, tenemos claridad para pedir lo que necesitamos, vamos tras nuestros sueños y anhelos más profundos. Y nuestra seguridad no se fundamenta en que los demás aprueben o aprecien nuestra persona, nuestras obras, nuestros logros o errores. Tenemos alegría, esperanza, soportamos las críticas y nuestras imperfecciones.
Cuando nuestra fuerza vital es pequeña, somos vulnerables, frágiles y débiles. Tenemos miedo y somos aprehensivos, estamos llenos de dudas y necesitamos cosas externas que nos hagan sentir mejor. No nos comunicamos con los demás, no nos sentimos merecedores del amor, del aprecio y la felicidad, somos escépticos y nos sentimos desengañados; probablemente seremos presas fáciles de la crítica, el auto desprecio, las adicciones y las enfermedades.
El sentir empatía hacia los demás, dedicarnos tiempo a nosotros mismos, reconocer nuestros logros, pasar tiempo con quienes amamos, descansar, divertirnos, hacer ejercicio, comer sanamente, gastar el dinero con sabiduría, dedicar tiempo a cultivarnos, ser sincero con nosotros mismos y con los demás, contribuir a mejorar las condiciones de vida de la sociedad, en especial de los marginados, perdonar, buscar lo bueno, hacer lo que te gusta, recibir el amor y la ayuda de los demás, decir tu verdad, perseguir tus sueños son algunas de las decisiones y acciones que fortalecerán nuestra fuerza vital y nuestra llama interior.
Si el humano comprendiese que este fluido vital es muchas veces más vital que una cantidad similar de sangre, lo conservaría en lugar de disiparlo, para luego con el transcurrir del tiempo no lamentarse de su ignorancia que le ha llevado a la decrepitud prematura. Por tanto hay que tratar siempre de conservar estas fuerzas vitales sin deformarlas y viviremos siempre con mayor vitalidad, mejor dotados para hacer frente al transcurrir del tiempo y siempre seremos amables y generosos y llenos de amor y ternura por la vida y sus semejantes.

domingo, 18 de abril de 2010

LA LEY DEL AMOR FUERZA CURATIVA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Cada uno de nosotros en el fondo de nuestra alma llevamos el Árbol de la Vida, que crece y madura hasta su total perfección, que nos brinda abundantes y vivificantes frutos de amor. Ha sido definido como el más grande don que posee la humanidad, ya que el amor nunca deja de satisfacer todas las demandas del corazón. El principio divino del amor puede utilizarse para eliminar todos los pesares, enfermedades, las condiciones e incluso las carencias que hostigan al ser humano. Con la comprensión y el uso correcto de la influencia sutil e ilimitada del amor, el mundo puede curarse de sus heridas y el dulce manto de su compasión cubriría todas las discordias, la ignorancia y todos sus errores.
Con sus alas extendidas, el amor busca los puntos áridos del corazón humano, y con un toque mágico redime y transforma. El amor es eterno, ilimitado, inmutable; va más allá de cualquier visión y se adentra en la infinitud para concebir su fin. El amor satisface la ley por sí mismo, con su obra perfecta y se revela en nuestra propia alma. El amor siempre busca una entrada para penetrar en el alma y desbordarla. Si no se ve perturbada por la perversidad y el pensamiento disonante del hombre, la eterna e inmutable corriente de amor fluye sin cesar, llevándose por delante hacia el gran mar universal del olvido, cualquier discordia que pudiera perturbar la paz del humano. El amor es fruto perfecto del espíritu; avanza vendando las heridas de la humanidad, acercando a las naciones hacia una mayor armonía y trayendo paz y prosperidad al mundo. Es el latido del mundo, del universo. La humanidad debe cargarse de esa corriente de amor si quiere transformarse y transformar.
Para esta transformación en amor se necesita valor y fortaleza, y así éste sentimiento llenará tu corazón envolviéndote en un aura impenetrable donde el temor y el miedo no tienen cabida. Y más bien se expande como una conciencia universal. Amar es liberar y abrir el infinito depósito de tesoros del alma. Si amamos no podemos dejar de dar, y dar es obtener, para así cumplir los preceptos de la Ley del Amor. Al dar, ponemos en marcha la ley infalible de que cada uno recibe lo que se merece, pues la abundancia que das se te devuelve en cumplimiento de la Ley de Correspondencia que como es arriba es abajo y como es abajo es arriba.
Si trabajamos en el espíritu del amor nos mantendremos en contacto consciente con la armonía del universo que nos rebosa de abundancia para todos, y nos permite elevar la mente y alejar las limitaciones. Para concebir la abundancia debemos oscilar entre lo universal y lo particular, es decir entre el macro y el micro cosmos y así podemos gozar de la alegría de la perfecta libertad, siendo responsables de todo pensamiento y acción. Nuestra conciencia no puede alcanzar esta libertad en un instante. hay que recorrer un largo camino, lleno de obstáculos , pero con la preparación para este glorioso evento se abrirá a igual que el pétalo de una flor se perfecciona en todos sus detalles en el interior del capullo abre su sépalo y aparece la bella flor. De igual manera, el ser humano debe romper el caparazón del yo, antes de poder brotar. La Ley del Amor es beneficiosa, pues es buena. Cuando vivimos conforme a esta ley, se convierte en piedra angular donde basamos la salud, la felicidad, nuestra paz, nuestros éxitos y logros. Si nos guiamos por este sentimiento, ningún mal puede alcanzarnos. No necesitamos ser curados ya que somos totalmente íntegros.
Sabemos muy bien que el gran corazón de la humanidad hay un profundo anhelo que nunca puede ser satisfecho con nada que no sea una conciencia o comprensión muy clara del amor. Reconocemos este anhelo porque los corazones lloran por ser invadido por el amor. No hay nada que el alma humana anhele tanto como conocer al amor. Conocerle bien es vida eterna. Vemos que la gente no deja de ir de una cosa a otra, con la esperanza de hallar satisfacción o descanso a través de algún logro o con realizaciones de algún deseo limitado y mortal. Vamos tras de las cosas hasta obtenerlas, sólo para a continuación darnos cuenta que seguimos insatisfecho s porque queremos más, ya no nos satisface lo conseguido, y así entramos en una espiral de sufrimiento y agobio constante que nos produce a la larga enfermedades mortales, de la cual no saldremos con vida. Unos acumulan casas, tierras; otros aspiran grandes riquezas y algunos desean grandes conocimientos, sin saber que tienen el privilegio de saber porque el ser humano ya cuenta con todo ese saber en su interior. Por eso es importante meditar sobre nuestras vidas y sus procesos, hasta llegar a un estado de conciencia donde nos demos cuenta que solo amamos los logros y no lo que verdaderamente somos. Debemos revertir esa manera de sentir y hacer reinar al mundo espiritual sobre el material, de esta manera todas nuestras obras se mantendrá en comunión consciente con la fuente de la vida que es el amor.
Pero si malversamos el don del amor. Hacemos caso omiso de sus benéficas leyes, que en forma constante como un manantial de agua pura y dulce nos entrega su paz y la profusión, estaremos construyendo un desierto donde solo habite una vida cansada y nostálgica, llena de pesares, amarguras, conflictos, sin el disfrute de la paciencia y la tolerancia, llenándonos de enemigos gratuitos que te destruyen , y es en este estado de insatisfacciones cuando queremos intentar mediante pasos vacilantes regresar a la casa donde habita el amor. Pueda que haya que recorrer ese camino a través de experiencias amargas o bien en la alegría, resultante de soltar todas las cosas materiales con coraje sin derrumbarse emocionalmente. No importa cómo alcancemos la comprensión y el conocimiento, al final continuaremos avanzando hacia la realización de nuestra aspiración. Con cada paso fuerte y audaz que demos, sin titubear ni dudar buscaremos la iluminación de nuestro interior y así nuestra conciencia se despierta y descubriremos que el hogar donde mora el amor está ahí y es la fuerza que nos hace vivir, movernos y existir. Vivimos en ella con cada uno de nuestros latidos.
Por tanto hay que liberar al amor dentro de nosotros, dejando que fluya a través de la conciencia para alcanzar nuestro organismo estimulando cada una de nuestras células. Entonces el amor armonizará, el alma volviéndole radiante; la mente se iluminará; el pensamiento se tornará agudo, brillante, vivo, preciso; la palabra se hará positiva, verdadera, constructiva; la carne se renovará, purificará y dinamizará; los asuntos se ajustarán y todas las cosas adoptarán su verdadera posición. Se trata de un ejercicio muy difícil pero gratificante que agradeceremos para siempre al amor el estar vivos y ser felices.


Preceptos del amor
La inteligencia sin amor, te hace perverso.
La justicia sin amor, te hace implacable.
La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.
El éxito sin amor, te hace arrogante.
La riqueza sin amor, te hace avaro.
La docilidad sin amor, te hace servil.
La pobreza sin amor, te hace orgulloso.
La belleza sin amor, te hace ridículo.
La autoridad sin amor, te hace tirano.
El trabajo sin amor, te hace esclavo.
La simplicidad sin amor, te quita valor.
La ley sin amor, te esclaviza.
La política sin amor, te hace egoísta.
La fe sin amor te hace fanático.
La vida sin amor, no tiene sentido.

lunes, 5 de abril de 2010

EL SILENCIO SIMBOLO DE PODER



VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
Este trabajo está dedicado a mi querida
amiga Elisa Golott, quien recorre el
camino del conocimiento en
la búsqueda de la verdad 
Cuando nosotros alcanzamos el lugar del silencio en nuestros pensamientos, estamos en el lugar del poder, donde todo no es más que una unidad, un solo poder. Ya que al concentrarnos, cuando llevamos nuestras fuerzas a un centro de energía único, tomamos contacto con esas fuerzas del universo que es el centro de energía único y tomamos contacto con este centro en el silencio. Estamos unidos a él; entonces estamos unidos a todo su poder para formar un solo ente.
La única manera de unirse a este poder es entrar en contacto consiente con él. Eso solo se puede hacer en nuestro templo interno, más no en lo externo, ya que esta unidad emana desde nuestro interior. Por tanto es importante en los estados de meditación alejarnos del exterior hacia el silencio interior. Sin ello no podremos esperar la unión consciente con el universo que está a nuestra disposición y nos serviremos de él constantemente. Es allí que sabremos que estamos unidos a su poder y comprenderemos a la humanidad. El humano renunciará a las ilusiones de su amor propio, constatará su ignorancia y su pequeñez y estará pronto a instruirse. Se verá que no se puede enseñar nada a los orgullosos y que sólo los humildes de espíritu pueden percibir la verdad. Sus pies reposarán sobre la roca, no se trabará más y adquirirá el sentido del equilibrio y la decisión.
En un primer momento, puede ser difícil comprender que esta fuente es el único poder, la única sustancia, la única inteligencia real comprobada. Pero a la medida que el humano capta la verdadera naturaleza y exterioriza activamente, toma un hábito de servirse constantemente de ese poder, comiendo, corriendo, respirando, amando y cumpliendo las grandes tareas de la su vida.
El humano no ha aprendido a hacer grandes obras, por no haber comprendido la inmensidad del poder de la naturaleza y por no saber servirse de ese poder para las obras menores. Las fuerzas armónicas del universo no escuchan nuestro flujo de las palabras, ni nuestros clamores ardientes repetidos. Es necesario buscarle en el centro de nuestro interior, en esa conexión invisible que poseemos con él dentro de nosotros mismos. Morado en espíritu y en verdad, el universo escucha la llamada del alma sinceramente abierta a él. Quien quiera que tome contacto con esta fuerza en el secreto constatará su poder para la realización de todos sus deseos, ya que el universo recompensa públicamente a quien le busca en el secreto de su alma y le tenga allí. Se puede hablar con esta inmenso poder en la realización interna secreta que se halla en lo más profundo de nuestra alma con una voz tranquila que nos da paz.
Esta noción de equilibrio mental nos da la llave de ir hasta el fin de una idea para que desaparezca y las nuevas se adapten y tomen su puesto. Así uno aprende el hábito de juntar todos los problemas delicados para meditarlos en silencio. No los resolveremos todos, pero nos familiarizaremos con ellos hasta que un día no lejano los dejemos escapar y olvidarnos. No hay persona más extranjera al hombre que él mismo. Y si quieres conocer a este extranjero que entra en tu sitio de trabajo, cierra la puerta y allí te encontrarás con su más peligroso enemigo y aprenderá a dominarlo, pero también encontrarás a tu verdadero Yo, tu amigo más fiel, el más sabio maestro, tu consejero más seguro, fuente de toda bondad, de toda fuerza, de todo poder. Allí uno siente y conoce la intimidad de las relaciones entre el cosmos y el humano, entre el espíritu y el cuerpo. Uno ve que la dualidad existe nada más que en la conciencia humana, ya que en la realidad hay unidad.
Ahora lo importante es conocer la puerta de entrada secreta y silenciosa de nos pone en contacto con el universo. Para ello voy a interpretar la escalera de Jacob, quien se había dormido sobre la piedra de la materialidad. En una resplandeciente iluminación divina percibió que el exterior no es más que una imagen concebida interiormente. Se impresionó tanto que gritó: El Señor (la ley) está ciertamente aquí en la puerta del cielo. A la manera de Jacob, comprenderemos que la puerta del universo se abre a través de su propia conciencia.. Para ello descubriremos que estamos en el centro del todo. Que estamos unidos a las cosas visibles e invisibles, bañados por el poder de transformar, de cambiar todas las formas, modificando los estados de conciencia a nuestro gusto.
 
La puerta se abre cuando el humano desea el bien. Su deseo es aquel del universo que nos rodea y que contiene una fuente inagotable de sabiduría, que es necesario para satisfacer todo un buen deseo. Ese deseo que nos servimos para escapar de nuestras propias limitaciones y volvernos abundantemente libres, y que le podemos llamar un nuevo nacimiento. Y ese gran don nos ofrece a través del silencio, donde el contacto con el pensamiento nos permite pensar y conocernos tal y como somos en realidad. El hombre contacta con el pensamiento que maneja la armonía del universo a través de la verdadera meditación y forma entonces una expresión verdadera. Actualmente por nuestras falsas creencias nos hemos formado una expresión errónea de que el ser supremo es el poder y nosotros sus súbditos. No se trata de cambiar el ser de esta forma sino la forma dada al ser. Para ello es necesario renovar nuestro pensamiento, transformar los conceptos imperfectos en conceptos perfectos y útiles.
Volviendo al poder del silencio, es necesario forzar a la imaginación personal a callar, para permitir al pensamiento iluminar la conciencia en todo su esplendor. Entonces comprenderemos cómo el sol de la justicia (de buen uso) se alza, trayendo la curación en sus alas. El pensamiento que mantiene al universo en su perfecto movimiento y expansión inunda la conciencia como cuando el sol inunda un cuarto oscuro. Este pensamiento del universo nos invade como el aire puro que penetra en un sitio cerrado, donde se produce una mezcla gracias a la cual solo queda un solo aire que es puro y sano. Eso llamamos la unidad de todas las cosas. Así cada alma tiene por tarea personal elevar su punto de vista a tal altura de conciencia que ésta se funda con el todo. En este estado de conciencia comprenderemos que todas las criaturas visibles e invisibles tienen su mismo origen en las leyes de la naturaleza que se expande por todo el universo. Por eso todos somos micro y macro cosmos. En este estado comprenderemos la inmortalidad que tenemos. Allí comprenderemos la identidad que no se pierde jamás porque somos eternos. Allí comprenderemos que hay que construir un solo templo en nuestro interior, construido por la mano del hombre que quiere cambiar para luego exteriorizar sus buenas acciones por la tierra. Este templo donde la conciencia y las ilusiones habiten en él para conocernos el poder que tenemos todos dentro de nosotros
MI SILENCIO ES MI MAESTRO 
En este espacio de mi vida he aprendido a escuchar al silencio... Mirando a mí alrededor me rodea una inmensa paz y una intensa alegría de encontrarme conmigo mismo Ya puedo sentir el sonido del viento, el golpeteo de la lluvia cuando visita el suelo, y hace eco en el murmurar de las plantas... En el silencio he descubierto que es mejor escuchar que hablar; que es mejor comprender que opinar; que es mejor dar que recibir. Es en la quietud de mi alma, donde encontrado los dones más maravillosos que se me han dado como un regalo la vida. Y es en silencio de la calma de mi mente, donde mis pensamientos se lanzan sin temor a explorar mis fantasías y a todos aquellos espacios que me rodean y que nunca antes fui capaz de captar y tampoco de percibir su esencia. Es en este gran manantial de amor que llamamos "Vida" es donde fortalezco mi espíritu, y a mi silencio lo hago libre ataduras buscando "no sabemos qué", pero que se lo hace imprescindible encontrarlo. Mi silencio es la sencillez de mi alma, donde conozco la verdad y el camino; es la humildad de sabernos nada, lo que me lleva a dar todo de lo que pienso y de que soy capaz de lograr, para que otros puedan ver en mí su espejo. Es en la razón ilógica de mi existencia, que no me percato que, mis sentidos se fortalecen cuando lo utilizo como guía y maestro. Y al escuchar la elocuencia del silencio, es cuando verdaderamente conozco el ritmo de los latidos de mi corazón desafiando a la muerte y enfrentado a la vida.

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