sábado, 1 de diciembre de 2007

PIEDRAS DEL PODER


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

En la enorme variedad de tamaños, formas, cualidades, colores y grados de pureza, las piedras son una sólida expresión de la cosmogonía y de las jerarquías del universo, pudiendo servir al ser humano como soporte y vehículo simbólico de conocimiento, y también -al igual que todos los símbolos sagrados- como despertador de la conciencia y ordenador de la mente. 
Siguiendo la máxima hermética que dice "Lo de abajo es igual a lo de arriba; y lo de arriba, igual a lo de abajo", podríamos afirmar que así como las estrellas son el reflejo de las manifestaciones sensibles de energías invisibles que se hallan en dimensiones metafísicas, del mismo modo el reino mineral es la expresión terrestre de esas energías celestes que en formas pétreas "maduran en las extrañas de la tierra". 
Tanto las piedras comunes, que representan a los astros ordinarios; como las semipreciosas y preciosas, relacionadas con determinadas estrellas y constelaciones zodiacales; y también los metales, que se encuentran en su interior y recogen las energías planetarias, hasta llegar al diamante, símbolo de la piedra angular. Los minerales constituyen un código simbólico y expresan un lenguaje mágico y sagrado que la antigüedad conoció desde remotos tiempos. Se cree que ellas atraen determinadas energías, ya que sirven de altar y lugar de residencia de los dioses; son capaces de realizar milagros y curaciones, pues tienen propiedades sobrenaturales, mágicas-teúrgicas y simbólicas; desde siempre fueron usadas como amuletos y talismanes, y en muchos casos como oráculos a través de los cuales algunos pueblos han forjado su destino. 
Piedras sagradas
 
Hay ciertas piedras en todas las tradiciones que han sido particularmente veneradas, ya que los antiguos consideraron que poseían una significación especial, pues las tomaron (como el propio Grial) se consideran moradas de la deidad; las llamadas "betilos", símbolos del centro primordial que después de la caída se ocultó en el interior de la tierra (y de la piedra), y cuyo poder y resplandor se establece al fin del ciclo. 
Este centro que está también representado en el símbolo de la Montaña Sagrada, como el monte Meru, el Sión y hasta el Gólgota para mencionar únicamente algunos de los innumerables montes sagrados que aparecen prácticamente en todas las tradiciones, considerada por muchos pueblos como residencia de los dioses y brillan en todo su esplendor durante su fase ascendente del ciclo cósmico, pero se oculta en el mundo subterráneo (en la caverna y en la piedra) en su fase descendente. 
Igual significado de habitáculo divino tiene la piedra negra que representa a la diosa madre Cibeles o el Omphalos del oráculo de Delfos que era representada por una piedra, símbolo de ese centro y morada de los dioses. Esta piedra representaba el punto de comunicación entre el cielo, la tierra y el mundo subterráneo, debemos mencionar los dólmenes y menhires celtas, así como los obeliscos egipcios que jugaron un papel similar. 
Algunos de esos betilos son aerolitos, piedras caídas del cielo como es el caso de las "piedras negras" que figuran en las tradiciones, tal cual la piedra negra engastada en una de las paredes de la Kaaba en la Meca y la propia piedra negra de la Cibeles. A estas piedras se les asigna un origen divino, pues el centro que ellos representan es en verdad un eje que sirve como camino de descenso de las energías cósmicas a las tierra y de ascenso de la tierra al cielo. 
Energías sutiles
 
Las innumerables esculturas en piedra y piedras talladas que han representado a los distintos dioses, espíritus, ángeles e ideas en todos los pueblos pasan a representar las energías sutiles y los hombres a su través, comprendiendo lo que significan y traspasando su mero aspecto formal y material para utilizarlas como soporte hacia el conocimiento de aquellas fuerzas superiores en ellas depositadas, las que habrán de transmitirse a los que son capaces de recibirlas. Lo último que hemos mencionado con respecto a la piedra es válido para cualquier símbolo sagrado en particular. 
Tal es el caso de ciertas hachas prehistóricas que aparecen por doquier y son una demostración más de la presencia, en las tradiciones particulares, de ciertos símbolos que pertenecen a los que llamamos la Tradición Primordial, como es el hacha de piedra de Parucu Râma y el martillo de Thor, origen del mallete masónico, instrumento capaz tanto de fulminar como iluminar la esencia. No solo símbolos sino transmisoras.
Los pectorales, los anillos y las coronas de reyes y altos sacerdotes que siempre fueron adornados con piedras preciosas, transmiten a sus portadores las fuerzas y cualidades que ellas simbolizan. Reproduzco el texto de un manuscrito del siglo XVII acerca del simbolismo de las piedras de la corona de San Eduardo, en el que se la denomina "diadema que asegura el triunfo". 
Estas piedras son:
1) Topacio: símbolo de las virtudes que debe ejercitar el rey;
2) Esmeralda: símbolo de la justicia del rey;
3) Sardónica: símbolo de la elevación del rey;
4) Crisolita: símbolo de la sabiduría y la prudencia del rey;
5) Calcedonia: símbolo del coraje del rey;
6) Jacinto: símbolo de la templanza y la sobriedad del rey;
7) Jaspe: símbolo de la abundancia que debe gozar el pueblo;
8) Crisópalo: símbolo de la búsqueda de las cosas celestes en el rey;
9) Berilo: símbolo del desprendimiento y la pureza del rey;
10) Zafiro: símbolo de la continencia del rey;
11) Amatista: símbolo de la función real que el rey no debe abandonar;
12) Onix: símbolo de la humildad, caridad y sinceridad del rey. 
También las concreciones fósiles, los corales y las perlas, que en diversos lugares fueron utilizados con fines talismánicos y curativos; lo mismo que los bezoar o piedras que se forman en el interior de los cuerpos de los animales que en todo lugar son considerados de valor mágico; y los llamados gamahez que son piedras con relieves de formas vegetales, animales, humanas o geométricas que se dibujan naturalmente en ellas y que han sido veneradas en todas las tradiciones. 
Podemos pues ver cómo para el pensamiento tradicional los símbolos de la naturaleza como la piedra, y lo mismo con los vegetales, animales y el cosmos, son portadores de ideas, fuerzas y energías sutiles que de algún modo en ellos se depositan. Constituyen un orden y un modelo arquetípico cuya comprensión puede hacer posible que el hombre -que contiene dentro de sí todas esas energías y fuerzas, pues él las sintetiza y gobierna- se comunique con aspectos más reales y superiores de sí mismo y logre finalmente el hallazgo de esa piedra misteriosa que es, para quien pueda traspasar las apariencias de las cosas, el único verdadero tesoro -oculto en las regiones más profundas de nuestro ser- al que podríamos aspirar. 

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