sábado, 1 de diciembre de 2007

SEGUNDO DIALOGO DEL AMOR PLATONICO

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
El Banquete es el diálogo más importante de Platón en torno al concepto del amor. Sus escenas se desenvuelven justamente en un banquete que se desarrolla en casa de Agatón para celebrar el éxito de una de sus tragedias. Los comensales han acordado dedicar su reunión, en parte, a realizar discursos sobre el dios Eros, el cual no habría recibido jamás un elogio consistente por parte de poetas y sofistas. El texto se transforma así en una serie de discursos sobre el amor que van desde lo más superficial a lo más profundo, destacándose el discurso final de Sócrates que nos entrega el pensamiento de Platón al respecto. El primer discurso es el de Fedro quien señala que Eros, el dios del amor, es la divinidad más antigua. Eros, según él, hace que los hombres sientan vergüenza y ambición, además, que el influjo de éste en los hombres es mayor que cualquier otro sentimiento, ya que su poder impulsa a grandes acciones, como cuando el amante muere por su amado. En su presencia los amantes se abstienen necesariamente de toda vileza y cobardía. En suma, Eros es una fuerza inspiradora de acciones elevadas. El segundo discurso corresponde a Pausanias, quien distingue entre dos tipos de Eros, cada uno de los cuales sigue a una Afrodita distinta: Afrodita Pandemos y Afrodita Celestial. El Eros de Afrodita Pandemos, es el de aquellos hombres que aman lo corporal y que buscan lograr sus fines sin interesarse en el proceso. El Eros de Afrodita Celestial es propio de hombres que buscan la perfección moral. Quien está bajo el influjo de este Eros, busca una relación permanente para la educación física y la filosofía así como educar a su amado en la sabiduría y el valor. Esta distinción entre los dos Eros demuestra que este discurso está pronunciado con un discernimiento más profundo y con una conciencia más elevada que la del primer discurso. El tercer discurso es del médico Erixímaco quien -aceptando la distinción de Pausanias- sostiene que no sólo los hombres poseen un doble Eros, sino todas las cosas. Basándose en la medicina, Erixímaco señala que los cuerpos poseen este doble Eros o deseo y que es justo consentir a los buenos deseos que se identifican con el amor denominado celeste. Según Erixímaco es labor del profesional médico saber cuáles son dichos buenos deseos. 
Asimismo, para otorgar un mejor orden a las cosas -desde lo humano y lo divino hasta las estaciones y los climas- debemos estimular los deseos que nos conducen a la piedad y a la justicia. Doquiera que hay armonía y ritmo cabe hablar de la presencia del amor. Tal es -grosso modo- la interpretación que Erixímaco hace de Eros. En ella el significado de Eros resulta ampliado al identificárselo con una fuerza universal de la naturaleza. Ciertamente el discurso de Erixímaco es más profundo que los anteriores, aunque peque de algún grado de arrogancia profesional. El discurso siguiente desarrolla una fantástica concepción antropológica y le pertenece a Aristófanes. Este nos dice que, primitivamente, existían tres tipos de seres humanos, los cuales tenían sus órganos duplicados. Unos eran machos; otros, hembras y, finalmente estaban los andróginos. Estos seres primitivos habrían conspirado contra los dioses, y puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, partió en dos a los seres primitivos en castigo por su conspiración. Desde entonces los seres humanos buscan su otra mitad. Cada mitad de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad. Aristófanes en su discurso describe al Eros como un deseo apasionado por algo que es afán a nuestra naturaleza y la complementa. Ciertamente aquí Aristófanes confunde amor con instinto sexual. Sitúa en un mismo nivel el amor homosexual y el amor heterosexual, lo cual, desde la perspectiva de la evolución espiritual es un error. El próximo discurso es de Agatón, quien critica a los demás por no haber descrito, según él, la verdadera naturaleza del Eros. Su discurso utiliza bellas palabras, pero sin mucho control del significado de ellas. Para él Eros posee un sinfín de virtudes tales como la belleza, la ternura, la juventud, el valor, la moderación, la sabiduría y la justicia. 
Agrega, además, que Eros es el más grande de los poetas, porque es quien inspira la poesía. El Amor habitaría en las almas de los hombres, siendo ajeno a toda violencia y derramando todas las bendiciones. En síntesis, podemos decir que Agatón piensa que el Eros está siempre ocupado de la belleza y vive en las almas de los hombres, lo cual, no es poco decir. Sócrates, además, intentará fundamentar lo dicho por Agatón en el discurso que sigue. El discurso del personaje Sócrates puede ser considerado como el verdadero pensamiento de Platón acerca de la naturaleza del amor. ¿Cuál es su afirmación fundamental? La afirmación fundamental es que el amor es una forma de necesidad que tiene una meta y su relación con esta meta es de deseo, de exigencia. El amor anhela siempre lo bello y lo bueno y, por tanto, no es ninguno de éstos sino algo intermedio entre lo bello y lo bueno. Tampoco el amor puede ser considerado un dios, porque si fuera un dios no amaría, puesto que en un ser perfecto es imposible que haya anhelo, deseo o pasión. Por lo mismo, el Amor es un ser entre mortal e inmortal, es decir, un espíritu o daimon. Y al ser un ser intermedio él es quien completa y mantiene conectado a todas las cosas. Platón aclara: "Un dios no puede mezclarse con el hombre, pero a través de Eros se lleva a cabo toda relación y diálogo de los dioses con los hombres, despiertos o en ensueño. Más precisamente Eros tiene por padre a Poros (Riqueza) y por madre a Penía (Pobreza). Del primero hereda su tendencia a acaparar lo bueno y lo bello, su valentía, su atractivo y poder, su astucia, su anhelo de sabiduría. De la segunda, su falta de bienes, su rudeza, su indigencia. Así, resulta que Eros es filósofo, porque no es ignorante ni tampoco sabio. Pero no sólo esto sino también la belleza, porque la meta real del amor es la belleza, la cual, según Platón no es diferente del bien. Esto significa que el amor busca la felicidad, es decir, la posesión del bien, al cual tiende todo el género humano. Asimismo, Eros busca la creación en la belleza, tanto en el cuerpo como en el alma. Platón nos lo aclara: ¿Por qué el amor de creación? Dar nacimiento a algo es ser tan duradero e inmortal como un mortal puede serlo. Estamos de acuerdo, pues, en que Eros ha de desear la inmortalidad juntamente con lo bueno, si es que desea poseer el bien para siempre. La inmortalidad es, pues, el objeto de Eros. Para Platón cualquier tendencia a la creación es la búsqueda de la inmortalidad de lo creado. Así, aquellos hombres que son fecundos en el cuerpo son amantes de las mujeres y buscan su inmortalidad en sus hijos. Pero aquellos hombres que son fecundos en el alma, anhelan dar a luz sabiduría y otras formas más elevadas. Ellos son los poetas y los inventores. Un tipo de hombre aún superior en sabiduría manifestará ésta en la administración del estado. Además, busca y se esfuerza por conducirla a su máxima perfección. Aquí hay más amistad que Eros, siendo una relación mucho más estable en la medida que esta unión tiene su razón de ser en un fruto más bello e inmortal. Según el filósofo griego existe una vía ascendente para conocer el verdadero amor, para llegar a la contemplación de lo bello en sí. Se trata de un ascenso erótico que contempla los siguientes grados: 
1. El amor a la belleza corporal que posee dos momentos: el amor a un cuerpo bello determinado y el amor a la belleza corpórea en general. 
2. El amor a la belleza de las almas, es decir, a la belleza moral que se manifiesta en los quehaceres y en las reglas de conducta de los hombres. 
3. El amor a los conocimientos, el cual trasciende la servidumbre de los seres concretos. 
4. El amor a lo bello en sí, el cual es el nivel supremo de amor y que participan todas las cosas bellas. 
Hemos recorrido correctamente los senderos anteriores en todas sus etapas. Esta meta del amor es la Idea misma de lo bello en todo su esplendor. Ella es eterna, increada, imperecedera, estable, porque es eternamente idéntica a sí misma. 
De esta Belleza en sí, además, participan todas las cosas bellas.

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