miércoles, 28 de noviembre de 2007

ALQUIMIA MENTAL


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Por el estudio cultiva el hombre la inteligencia. Por la educación modela el alma, crea hábitos mentales, disciplina, sentimientos de deber y de responsabilidad; desarrolla el espíritu de observación, el juicio, la voluntad. Por la educación aprende a gobernar sus sentimientos. El hombre es guiado en la vida, más que por la inteligencia, sobre todo, por sentimientos de los que deriva su carácter. 

¿Cómo puede gobernarse una nación, una ciudad, dirigir ejércitos o una modesta fábrica o liderar un grupo, si se ignora el arte de manejar los sentimientos y las pasiones de los humanos? ¿Cómo podrá un hombre manejar los sentimientos ajenos si desconoce el arte de manejar los suyos propios? Desde el momento de nuestro despertar a la vida, asistimos a la contemplación de sus fenómenos y a la experimentación de lo que ocurre dentro de nuestro propio Yo y fuera de él. El arte de manejar los sentimientos nos lo enseña la vida; nuestro primer aprendizaje es enteramente experimental y a menudo doloroso. El niño que atraído por el brillo de una llama trata de tocarla y siente el dolor vivo de la quemadura, aprende por sí mismo a gobernar sus impulsos, a dominar sus sentimientos. La contemplación y experimentación de los fenómenos de la vida van grabando los caracteres psicológicos del Yo y traduciéndose en hábitos que, si asimilan lo bueno e imitan lo perfecto, donde quiera que estén, van despojando al ser interior de deformaciones innatas y de accesorios primitivos como de lastre inútil y van contorneando la personalidad con rasgos adaptables al mejor cumplimiento de un destino en la vida y al logro de la felicidad, supremo móvil de todos los actos humanos. Pasado y presente El fenómeno fisiológico actual, es decir, el Yo físico con sus órganos en función, con el aliento de la vida, con la facultad de movimiento y de percepción por los sentidos; el fenómeno psicológico, o sea, el alma en operación, con la facultad de conocimiento, raciocinio e imaginación, con la facultad de amar, desear y rechazar; el momento de relación entre el mundo interior y sus dominios y el mundo exterior y sus realidades, constituye el presente, lo absoluto de la vida, en el tiempo. El presente no está sujeto a medida, es una continuidad, un enlace perenne entre lo que fue y lo que será, entre lo que acaeció y lo que vendrá; tiene el valor de la vida misma, y por esto es lo único que en verdad interesa al humano en el tiempo. El pasado no existe, el porvenir es una secuencia del presente. Si el momento actual vale lo que la vida y es lo único que interesa, es lo que ahora piensas, es lo que ahora haces, lo que importa. Ya estudies, trabajes, descanses, ya te recrees, cada una de tus ocupaciones, atienda a tu espíritu o a tu cuerpo, debe determinar una feliz solución al presente. La solución feliz del instante demanda un acopio de fuerzas para enfocar con vigor las facultades en el vivir momentáneo. La solución feliz del presente es el preludio de un futuro victorioso. si estás seguro de que dar al presente cuanto eres capaz de dar, no temas el porvenir, espéralo confiado y optimista. Pero no vuelvas al pretérito, si no es para aplicar en favor del presente las experiencias que te dejó. No vuelvas a las cosas ingratas del pasado, ellas están sepultadas definitivamente en la nada. No obstruyas el curso del vivir momentáneo, no impidas la posible felicidad actual, viviendo el ayer, lamentando los errores y extravíos que cometiste, apesadumbrándote por lo que pudo ser y no fue, por lo que pudiste hacer y no hiciste. Si te alimentas con el pasado, tu rostro se tornará lúgubre, tu carácter huraño y reservado, no inspirarás simpatía, no podrás ganar amigos ni prosperar en la vida. Luego de eliminar los recuerdos del pasado y los temores del mañana, la mente por medio de la facultad de la imaginación es más poderosa que la voluntad. Probemos el aserto: En el insomnio, mientras mayor es el esfuerzo por conciliar el sueño, mayor es la excitación y el desvelo. En la risa, cuanto más violenta la voluntad el atacado de risa más incontenible se vuelve. En el miedo, el ciclista novel, por ejemplo, cuanto más procura evadir un peligro que se le presenta más derechamente va hacia él. 

Pero si el individuo que está desvelado, abandona su imaginación a ideas de sueño, pronto se queda dormido. Si es atacado de risa, piensa en un suceso triste, al punto domina la risa. Si el ciclista que ve acercarse el peligro, imagina que lo vence, seguramente recobra la sangre fría necesaria para salvarlo. La imaginación consigue lo que no el esfuerzo de la voluntad. Somos en verdad impotentes para dominar con solo la voluntad, los sentimientos de tristeza, envidia, codicia, venganza, celos, desaliento, etc. que carcomen nuestra conciencia y crecen y se agigantan con espontánea rapidez una vez que nos invadieron, si la mente no va en inmediato auxilio de la voluntad, oponiéndose con el más eficaz reactivo, que son los pensamientos contrarios, es decir, generosos, alegres, optimistas, lo cual se llama también reflexión. El hombre es capaz de dominar su conciencia, cuando se ha habituado a gobernar su cabeza. Cuando de costumbre alberga ideas sanas, nobles, placenteras, acaba por dar a su carácter hermosas cualidades, a su rostro iguales rasgos; y su conducta es, por consiguiente, una fiel derivación de esas ideas. Si se acostumbra a mantenerse sereno y dueño de sí, acaba por adquirir un temperamento dúctil y a la vez firme, al que no desmoralizan ni desconciertan las grandes contradicciones que le sorprenden, ni las pequeñas molestias y contratiempos diarios ineludibles de la vida. Muchos de los que se creen desdichados y vencidos de la vida, llegaron en verdad a tan triste condición por haber contraído la costumbre de pensar siempre en la desgracia. Esta malsana costumbre les hace perder la visión exacta de las cosas y el concepto de las proporciones y así los objetos más inofensivos toman torvas actitudes, sucesos más inocentes adquieren contornos agresivos y se convierten en víctimas y verdugos de sí mismo. 

El funesto hábito de quejarse, de maldecir de su suerte, de creer que algún invisible les persigue estropeando y desbaratando todos sus intentos, es el peor fantasma que puede perseguirles para atormentar su vida y amargar a los que le rodean. Aquí el remedio diario es revestir a tu ánimo con la serenidad, que es la fe en la vida y en ti mismo; siempre hay que prepararse a la jornada del día con la cordial disposición del que va a una fiesta, sin prevenciones, recelos, ni cautelas. Si con la inteligencia abierta a toda comprensión, con la memoria cerrada a todo recuerdo ingrato, con la voluntad pronta a seguir las buenas sugestiones de tu espíritu. Por medio de la imaginación puedes colocarte en las más favorables disposiciones mentales, morales y físicas. El libre albedrío tienes para escoger la índole de pensamientos que vivan en tu mente y de emociones que vibren en tu ánimo. Es el secreto de la alquimia mental.


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