VICTOR
MANUEL GUZMAN VILLENA
Cuando
la oportunidad significa coincidencia, la posibilidad surge del hecho sin que
ninguna inteligencia humana puede predecir, la intersección de estos eventos
causales escogió por sorpresa a quien le condicionará para bien o para mal, era
su centro ¿Cómo no creer en el azar cuando, en el recodo de una calle, en una
plaza, uno se encuentra con un viejo conocido, un ladrón o la mujer de su
corazón? Coincidencia o capricho del destino, el "azar" es la ilusión
de aquel que, abrumado por la sorpresa y tomando temporalmente el centro del
mundo, hace una ley de lo que le sucede y confunde lo inesperado con el
impredecible. El hombre ha llamado el azar.
Desde
otro punto de vista el azar significa contingencia, es decir se refiere a la ausencia de significado,
a la naturaleza indemostrable y fortuita de todo lo que existe, a la
irremediable gratuidad de la realidad, ¿No naciste por casualidad, entre la
nada y el infinito, en un mundo que no le importa, y del cual desaparecerás sin
dejar más rastros que recuerdos? Ahora, así como el viento da la impresión de
soplar al azar, de ser libre como el aire, mientras obedece las leyes de la física,
el hecho arriesgado de tu nacimiento puede presentarse como el resultado de una
combinación improbable de circunstancias, es, no obstante, el resultado de una
concatenación implacable de causalidad, de una cadena de posibilidades
absolutamente necesarias entre sí. Peor aún: intente, si puede, "caminar
al azar", caminará de cierta manera, y si da o no un objetivo a su
caminata, no obtendrá menos acción. En otras palabras, lejos de ser lo opuesto
a la necesidad, el azar es solo otra forma de decir que las cosas son lo que
son. Todo es coincidencia y todo es necesario: nacer por casualidad no significa
que uno pueda haber nacido en otro lugar, sino que la apariencia de un ser es
indiferente a la vida de la cual es inquilino. Ninguna explicación disipa la
sensación de oportunidad que sigue, como su eco, la intuición de que el mundo
es a la vez extraño y explicable, injustificable e imperioso, necesario, pero
sin el por qué. La enigmática ausencia de misterio es una invitación permanente
a complacernos ciegamente al azar que nos lleva, mientras damos a la vida el
beneficio de la duda.
Podemos
clasificar en dos tipos de categorías el azar: la llamada posibilidad subjetiva
y la llamada posibilidad objetiva.
La
posibilidad subjetiva sugiere que la idea de azar es un fenómeno que
consideraremos aleatorio, como resultado del azar. El azar no es, por lo tanto,
una operación inherente al sistema estudiado. Se considera subjetivo porque soy
yo quien, como sujeto observador, concluye que hay posibilidad. En otras palabras,
el azar no existe, es solo una aproximación que hacemos para explicar un
fenómeno del cual no conocemos todas las causas. Entonces, si soy capaz de
conocer todos los factores, todas las causas que conducen a un fenómeno dado,
no hay más oportunidad, solo la complejidad de un fenómeno que pude
desentrañar.
Por el contrario, la idea del
azar objetivo considera que es una propiedad inherente a la estructura del
mundo real y que no depende del conocimiento que tenemos de él. Una oportunidad
objetiva puede asumir diferentes realidades:
Se considera oportunidad objetiva cuando no es el
producto de una causa intencional, cuando no hay diseño. También puede ser el
encuentro casual de dos eventos independientes. Esto se llama en lenguaje común
una coincidencia. Tenga en cuenta que para que exista esta oportunidad, debe
haber posibilidad de independencia, es decir, que todo no está estrictamente
conectado, que finalmente el universo o realidad está constituido por actos de
libertad. Por lo tanto, podemos considerar como una casualidad, el encuentro
casual en una luz roja de personas que no se han visto durante mucho tiempo,
que por lo tanto viven de forma completamente independiente (la vida de uno no
afecta la vida del otro), que se encuentran en esa ubicación específica por
razones totalmente diferentes.
La sugerencia a mis lectores
sería de no someternos ni al azar ni al destino. Para escapar de un orden de
cosas totalmente determinado, debemos tener en nosotros mismos un principio de
acción que es el nuestro y que nada manda imperativamente. Hay que trazar el
camino, encontrar y transitar hasta llegar a la meta propuesta. En ese caminar
encontraremos una infinidad de causas que se combinan e interactúan una con la
otra pero seguiremos siendo responsables de nuestras acciones. Eso nos hace
conocer el futuro lo suficientemente bien como para prepararse para él, y dado
que el conocimiento de la causalidad resulta ser insuficiente, este
conocimiento debe ser alimentado por la intuición como un instrumento de apoyo
y decisión. Para ellos en el mundo espiritual cada fraternidad u organización
mantiene bajo estricta observancia el ritualismo, que para el mundo profano
puede parecen sin sentido, pero tienen sus efectos, tan increíbles y eficaces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario