lunes, 1 de septiembre de 2008

IMPORTANCIA DE LOS IDIOMAS


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Se ha dicho que ponerse a estudiar cualquier idioma que no sea el propio es penetrar en un mundo desconocido, en un nuevo universo mental, sin duda enriquecedor y que nos obliga a replantearnos muchos de los conceptos que dábamos por válidos. En Quito un amigo francés, que está estudiando español a fondo, se ha quedaba asombrado ante la diferencia que existe entre “amor” y “amour”, y no digamos ante el descubrimiento del verbo “querer”, que puede significar a la vez “amar”, “desear”, “apetecer”, “tener voluntad o determinación de ejecutar una cosa”, etc. La riqueza del “querer” castellano -y no digamos del vocablo “querencia”- lo ha vapuleado de tal modo que el hombre empieza a dudar de algo que hasta ahora fue el axioma: de la superioridad del francés sobre el resto de los idiomas occidentales.

Siempre he envidiado a los políglotas. Se expresan con una precisión admirable y al propio tiempo se advierte en ellos que su cerebro alberga esquemas que a los demás no están vedados. A poco que se descuiden introducen en la conversación la frase: “como dirían los franceses...”, “como dirían los alemanes” y sueltan la palabra en francés o en alemán que nos deja K.O y que nos hace sospechar que tras ella se oculta “algo” fuera de nuestro alcance, que nosotros ignoramos que puede ser una mera sugerencia, pero también -y eso es peor- una idea fundamental.

En nuestra época, correctamente llamada de la intercomunicación, nos damos cuenta sin cesar de que el hombre de un solo idioma es un ser desvalido. Nuestros emigrantes conocen esto y han tenido que luchar duro para integrarse mal que bien en las sociedades que eligieron. En cuanto a los diplomáticos, pese a exigírseles, si no estoy equivocado dos idiomas además del propio, lo pasan fatal si en el país al que son destinados se habla una lengua que desconocen, Y allí el fracaso en parte de la política exterior ecuatoriana. Y advierten el temor que en los documentos “bilingües” que en ocasiones especiales han de firmar haya gato encerrado. Ejemplo señero de este riesgo lo tenemos en la tratados que los chinos, en la ONU o donde sea, firman en chino y en inglés. En principio, todo parece estar en regla; sin embargo, en caso de litigio, el idioma inglés “dice lo que dice y nada más”, en tanto que el representante chino puede demostrar que en su idioma “aquello” dice exactamente lo contrario. Son las ventajas de los idiomas orientales, de una riqueza sin par. Los ideogramas son más sutiles que nuestro alfabeto, más difíciles y enconados y su aprendizaje es mucho más lento, pero obliga a una gimnasia mental que a la postre resulta altamente beneficiosa. Una prueba es el idioma árabe, el Corán es arcano para los no árabes. El Corán en árabe es infinitamente expresivo y de un rango poético que al ser traducido se minimiza en forma casi vejatoria. Por algo los musulmanes fanáticos consideran inaceptable e incluso “hereje” cualquier traducción y peor la interpretación del Corán. Allí que nosotros al leer los “versos Satánicos” de Salman Rushdie, no lo entendamos en su profunda dimensión y por su parte el autor fue condenado a la pena de muerte por el Islam. Esto indujo a Ayatollah Jomeini en Irán a declarar obligatorio el estudio del árabe ya que “Dios reveló nuestro libro en árabe. De consiguiente, escribirlo o recitarlo en otro idioma es cometer un sacrilegio”.

Como fuere, uno de los puntos positivos de nuestra época, que también los tiene, es la creciente necesidad que el hombre experimenta de estudiar idiomas. El conocimiento de “otros” idiomas ayuda a comprender, a aceptar, a ceder. Hay algo en ellos que influye directamente sobre nuestras reacciones. Bertand Rusell pretendía que él era incapaz de enfadarse en francés. Valoremos esto como se merece, puesto que las guerras no entienden de semántica y están al margen de la capacidad de expresión verbal del ser humano.

(Artículo escrito en octubre del 1985, Diario La Verdad)

1 comentario:

  1. Apreciado Víctor Manuel: estoy de acuerdo con el tema central de tu artículo, la importancia de aprender otros idiomas ya que se manejan otros puntos de vista y otra manera de ver la vida.
    Pero quiero precisar algo: el Korán está escrito en árabe antiguo por lo que la mayoría de los musulmanes lo recitan de memoria pero no lo pueden leer. En cuanto a lo de Salman Rushdie, el problema no fue relacionado con el Korán ni con la figura de su profeta, pues en el libro solo se habla de un actor que hace una película interpretando a Mohamed. El problema fue que en su libro hay un personaje en el que fácilmente se reconoce a Khomeini, que vive en un palacio a su vuelta del exilio y que, convertido en un monstruo, abre una enorme boca que se va tragando a la gente.
    Eso es lo que enfureció al imam dictador.

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