martes, 12 de mayo de 2015

EL LIBRE ALBENDRIO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Todo hombre tiene naturalmente el deseo de saber” nos dice Aristóteles en su Metafísica, este gran sabio tiene la razón, puesto que la curiosidad del humano desde que comenzó a percibir su entorno es y sigue ilimitada, por su inquietud  intelectual, por esa gran ansia de saber e ir por el camino de las causas y razones u que son acicates para descubrir los fenómenos de la naturaleza, quererles someterlas y dominarlas. Y esta gran esfuerzo por llegar a sus respuestas explica las conquistas en todos los dominios de las ciencias, la cultura, las artes, construyendo un mundo de ciencia, tecnología y conocimiento que día a día asombra a la humanidad entera, pero no se ha podido descubrir a si mismo como fundamento para una vida llena de plenitud espiritual.

Cuando el humano comienza a buscar respuestas a sus profundas inquietudes interactúan  todas sus características psicosomáticas adquiridas o heredadas, según el grado de evolución, según sus propias vivencias como individuo, según los recuerdos del alma e intentará encontrarlas a través del conocimiento, de las religiones, la ciencia, la políticas o la misma filosofía, que desde siglos ha buscado respuestas a sus preocupaciones interiores.

El hombre tiene dos facultades: la inteligencia y la voluntad. Con la inteligencia se abre a la verdad y puede conocerla, analizarla y dar juicios de verdad; puede también equivocarse y errar cuando no tiene en cuenta todos los elementos de las cosas y se precipita en sus juicios. Con la voluntad, el hombre decide, opta por el bien particular, finito, limitado. No siempre ese bien elegido es el bien que realiza al hombre y está conforme a su dignidad. ¿Por qué lo elige?

Y una de las preocupaciones esenciales es la búsqueda de la libertad, que no se halla en soluciones teóricas, sino que se encuentra en el interior de la conciencia humana, y la existencia de este don  se puede alcanzar eligiendo vivir de acuerdo a nuestras  verdades, abrazamos la plenitud de la vida  y el convencimiento profundo  dirigir  nuestra voluntad a través del camino de la libertad.

INTERPRETACIONES DE LA LIBERTAD

Este don ha sido interpretado con diferentes enfoques como son el libre albedrío, el determinismo, la concepción Spinozista, la materialista, la kantiana, la hegeliana y la marxista, por nombrar algunas de ellas con sus diversas convicciones del concepto de libertad.

Determinismo: La libertad del hombre se encuentra negada. No existe fundamento que nuestras vidas y decisiones son una sucesión de causas y efectos sobre los cuales la voluntad humana no tiene ningún control, ya sea bajo el determinismo teológico que niega la libertad basándose en la idea de un dios que todo lo crea o destruye. Todo lo define y controla en un fatalismo u optimismo teológico. El determinismo científico niega la libertad basándose en la ciencia, donde cada fenómeno, cada efecto de la naturaleza, cada célula, átomo o gens tiene una función preestablecida en la mecánica universal. El determinismo psicológico, que niega la libertad, invocando el análisis del carácter como una sucesión de causa-efecto a las acciones que realza el ser humano.

Por su parte el concepto de libertad de Spinoza, manifiesta que la libertad no es otra cosa que el dominio de la razón sobre los efectos y actos casuales provocados por esos efectos, no existiendo la causalidad puesto que la naturaleza determina la existencia y los actos de todas las cosas. 

La concepción de libertad del materialismo (Holbach) establece que como el hombre no es más que una parte subordinada del gran todo que compone la naturaleza, sus decisiones tienen que hallarse bajo su influencia, coartada de esta manera su libertad, la cual, por esencia, se encuentra condicionada por su propio sensación de bienestar y sentido de conservación. Por lo tanto, todos los movimientos de su ser son la consecuencia necesaria de este impulso primitivo.

Si el dolor nos enseña lo que debemos evitar y el placer lo que debemos desear, queda de manifiesto que nos condicionamos a obtener sensaciones agradables e impedir todas aquellas que no lo son.


El aporte de la teoría kantiana de la libertad, contrapone el mundo fenoménico de los objetos, de la experiencia sensorial, al mundo nouménico (aquello que es objeto del conocimiento racional puro en oposición al fenómeno), de los principios subjetivos e idealistas, puesto que si al hombre se le considera como un ser físico, un ser sensorial cuya vida y actividad están determinadas por los deseos y los objetos. Entonces hay que considerarlo un ser necesariamente gobernado por las mismas leyes que gobiernan al resto de la naturaleza y, en este caso para la libertad no queda lugar en absoluto, pero cuando realizamos acciones morales y nos juzgamos de acuerdo con los valores establecidos por la razón y la moral, descubrimos la libertad.

La concepción hegeliana platea que el hombre no es una sustancia eterna e inmutable, colocada por encima de la historia, sino un ser histórico nacido siempre en el mundo de la historia, que forma a este mundo y a la vez este mundo que forma, lo forma a él y siendo así, el hombre siempre es determinado por las condiciones histórico sociales de su época, enfocando la libertad, no como un derivado de nuestra esencia eterna, sino como el resultado de la evolución de la historia de la humanidad, donde la necesidad del hombre se encuentra estrechamente asociada a la libertad histórica imperante en la época.

La visión marxista de la libertad establece que la libertad humana es absolutamente libre e independiente de toda causa y consiste no en una dependencia imaginaria de las leyes de la naturaleza sino de total conocimiento de la naturaleza en sí.

Según Lenin, “Mientras no conozcamos las leyes de la naturaleza, ésta al existir y actuar al margen de nuestro conocimiento nos convierte en esclavos de la ciega necesidad. Una vez conocida esta ley que actúa independientemente de nuestra voluntad y de nuestra conciencia, nos hacemos los amos de la naturaleza”. Así la libertad actúa sobre la base de conocer nuestra necesidad y el libre albedrío no es más que adoptar las decisiones con conocimiento de causa. 

Luego de analizar todas estas teorías, podemos definir el concepto de libre albedrío a la facultad que se le atribuye al hombre de poder decidir por su propia voluntad, espontáneamente, lo que en cada caso quiere decir, eligiendo las vías buenas o malas que desee.

Aristóteles en su “Ética a Nicomano” expresa que una acción obligada es una acción cuya causa reside en las circunstancias exteriores, y una acción basada en la fuerza, violencia o ignorancia, no puede definirse como una acción de auténtica libertad.

Para poder alcanzar un alto grado de libertad, se hace necesario lograr la independencia subjetiva del yo con respeto a las condiciones exteriores, pero el hombre, no puede emanciparse por completo de la influencia de la naturaleza exterior;  por consiguiente, ni la absoluta sumisión a la naturaleza ni una absoluta independencia con respecto a ella, constituyen la genuina y plena libertad del hombre.

Sin  embargo, la gran pregunta no es si existe el libre albedrío en el humano, o dicho en otras palabras, si existe la libertad en sus actos, sino que lo fundamental es disipar la interrogante ¿Es el hombre realmente libre o vive solamente una ilusión de libertad?

Para llegar a reflexionar adecuadamente acerca de esta interrogante y a todas y cada una
de las libertades definidas para el humano como son la libertad psicológica, la libertad civil, la libertad física y la libertad política, se hace necesario tomar en consideración las diversas tendencias filosóficas expuestas, pero además es imprescindible adoptar nuevas ópticas del pensamiento, aplicando otras variables que inciden en el comportamiento humano como son, la herencia y memoria genética del individuo, su conocimiento, su conciencia, sus emociones, sus vivencias que entre otras cosas son la causa y el origen de sus más profundos actos denominados instintivos o intuitivos.

Reflexionemos por un instante en una de estas variables, la herencia genética, latente en el proceso de la reproducción, al momento de fundirse en una sola, dos células provenientes de seres diferentes, de la misma especie, produciendo el milagro de la fecundación, y este milagro, traducido en miles de procesos similares, experimentados de generación tras generación ¿No esta transmitiendo una herencia genética como lo hace en la mayoría de los seres vivos de este planeta?, y esta herencia genética, ¿no está condicionada gran parte del futuro del nuevo ser, que aún no asoma sus ojos al mundo?

Al momento en que este ser llega a desarrollar su capacidad de pensamiento, ¿lo hace por si mismo o siguiendo una pauta predeterminada que le permite inferir nuevas conclusiones? y si este pensamiento, esta reflexión, esta conciencia ¿es propia o parte de una memoria genética adquirida a través de las generaciones?

Si nos salvamos la historia del hombre, su evolución antropológica, desde la prehistoria hasta nuestros días, veremos que a través de sus características intelectuales y emocionales y aplicando el desarrollo de su inteligencia, el hombre conoce el mundo que lo rodea, procesando a través de la percepción de sus órganos la información que le proporcionan su oído, vista, tacto, olfato y gusto. 

Sumando a lo anterior, adicionamos las funciones que se desarrollan a un nivel más abstracto como la generación de ideas que culminan con la “conciencia de su propia conciencia”. Todos estos elementos son mezclados y analizados: la memoria, la visión integral del mundo y su propio yo dentro de él, la programación de su actividad y finalmente el habla como culminación de esta función intelectual. ¿Lo hace actuar en libertad o les hace suponer que actúa en libertad?

Sus propias emociones que integran un campo mucho más subjetivo, pero no por ello menos demostrable, ¿inciden en su libertad?, recordemos que somos la única criatura en este planeta, que tiene conciencia de si mismo, y como tenemos conciencia de las cosas, nuestro estado mental influye sobre todo aquello que tenemos conciencia. El mundo físico que nos rodea, incluidos nuestros cuerpos, es una reacción del observador y creamos nuestro cuerpo, nuestras reacciones y nuestras decisiones, según creamos la experiencia de nuestro mundo.

Los biólogos reduccionistas (Determinismo biológico) nos afirmarían que vivimos sólo una ilusión de libertad, expresando de esta manera su esperanza de que en el futuro serán capaces de revelarnos la existencia de los genes responsables de nuestra capacidad intelectual, de las emociones y sentimientos, que hasta hoy son ubicados en el plano de la metafísica, y de llegar a conocer las estructuras moleculares que producen la “vocación” hacia lar artes, ciencias, letras o cultura.

Las condiciones biológicas que posee el individuo, condicionado cualitativa y cuantitativamente por las imposiciones del genoma humano, es modificada continuamente a través de cientos de generaciones por la incidencia del medio sobre nuestro genoma, influenciadas por las leyes físicas que inciden en la mecánica molecular, en el proceso de desarrollo del intelecto y en las emociones del individuo, todo ello reforzado por las corrientes del pensamiento en boga en el tiempo y espacio histórico al que pertenece, contribuyendo a condicionar sus actos buscando la estabilidad y armonía intelectual necesaria para su desarrollo y entendimiento interior, que a su vez, por las infinitas combinaciones que se han producido, hace impredecible e indeterminable sus actos.

Nuestra conciencia se caracteriza por una espontaneidad que, por esas mismas combinaciones de nuestra condición biológica, variables físicas, psíquicas e históricas a las que nos somete el entorno, en un permanente proceso evolutivo, se muestra cada vez menos limitada y le permite desarrollar un número infinito de ideas con iguales probabilidades de existir en una permanente creación de innovaciones impredecibles.

Lo anterior, es perfectamente coincidente con la teoría de la Libertad Psicológica que nos manifiesta que el hombre tiene la facultad de poder elegir de una manera impredecible entre diversas acciones igualmente posibles, reflexionando en el hacerlo o no hacerlo, con soluciones igualmente posibles, y si se es libre nadie podrá anticipar con certeza la decisión.

Sin embargo, existe realmente la libertad psicológica? 

Hago esta reflexión pues, todos los humanos antes de razonar, obedecemos, por desconocimiento o ignorancia, y antes de comprender creemos.

Obedecemos, antes de razonar, por los procesos de aprendizaje basándose en la fe, en el respeto o en el temor a las órdenes que nos entregar, durante nuestra niñez. Cómo caminar, hablar, comportarnos, cuando comer, que comer, cuando dormir, llorar, defecar y hasta jugar. Vemos a nuestros progenitores y los utilizamos como parámetros de referencia. A partir de allí, toda cosa o idea que nos impresione al espíritu para bien o para mal tendrán contenidos de creencia y seremos sensibles a las afirmaciones y los fundamentos sin objetar, y muchas veces lo haremos así el resto de nuestras vidas, porque creemos que así es.

Razonar, comprender y explicar, no tiene fundamentos si no se “cree”, si no existe el convencimiento. Con esto quiero decir que los procesos del conocimiento tienen por base un convencimiento y una creencia sólida, sin la cual no se puedan sostener todas las teorías y valores humanos, que se consolidan además con la actitud de los individuos que prefieren ser seguidores de aquellos que creen tienen la verdad.

El conocimiento tiene niveles de profundización, pues para manifestarse es necesario utilizar ciertos términos que signifiquen los contenidos de lo que intentamos transmitir, tales como el lenguaje hablado o escrito y, a medida que se va profundizando en los contenidos de la verdad, se relacionan como lo especializado, con lo científico, con el producto de la dialéctica y de la razón.

Cada transmisor de la verdad, lo hace siguiendo sus propios patrones, su propio razonamiento, su propia dialéctica y nivel de pensamiento, por consiguiente, el lenguaje que es la expresión del pensamiento transmite un conocimiento parcial e impregnado de patrones subjetivos que caracterizan al individuo.

La humanidad se transmite generación tras generación, adecuándose a las culturas y va siendo corroborada con las realidades. Este conocimiento es recibido de acuerdo con nuestra propia capacidad, nuestro propio nivel de recepción, los que nos lleva a preguntar ¿Existe la libertad psicológica en el hombre, o su libertad es en parte la libertad que le ha sido transmitida de acuerdo a los límites de libertad de otros individuos? 

La libertad civil, definida como el poder que posee el Estado o la sociedad jurídicamente organizada, para conceder a los ciudadanos la libertad de poder hacer todo aquello que no dañe al próximo.

Ante  este tipo de libertad, se puede manifestar que ningún rey, presidente, dictador o todopoderoso en la tierra tienen tanto poder como el de un individuo, que por enfermedad o desesperación ha decidido quitarse la vida. Es la libertad más completa, como fue definida hace tiempo por Albert Camus, la que se prepara para anularse a sí misma, a ir contra los instintos más básicos del hombre, los más fuertes y sin embargo este derecho intrínseco de libertad se la encuentra negada.

Veamos a nuestro alrededor, analicemos y reflexionemos en las libertades civiles de los hombres, cuando es el mundo aún se les persigue por ideas, color, raza o religión. ¿Podemos afirmar que la Libertad Civil es plena? Es mas ¿Existe la Libertad Civil o existen solo algunas libertades?, ¿es el hombre libre de hacer todo aquello que desee dentro de una sociedad o es solo una ilusión de libertad?

La libertad física, es el poder que tiene el individuo para hacer funcionar sus miembros y/o trasladarse de un lugar a otro a su libre decisión. Sin embargo, a través de una visión histórica del desarrollo del ser vivo, desde sus orígenes a la fecha, ha manifestado permanentemente su tendencia a auto organizarse, tratando de preservar su propia existencia, lo que nos lleva a inferir de que existe una inscripción en su propio genoma, en la cual el proyecto fundamental al que se dedica es el de sobrevivir.

La voluntad es alcanzar ese propósito de supervivencia se manifiesta en las mutaciones internas del propio ser a partir de la primitiva expresión unicelular, explicándonos de esta manera, el hecho de que las mil enzimas que componen una bacteria, hayan logrado sobrevivir a todas las condiciones adversas del medio. En cada uno de esos componentes debió existir un deseo de hacer para llegar a un resultado.

Nuestros antecesores, hombres primitivos, por evolución o mutación comenzaron por saltar para alcanzar los alimentos necesarios para la subsistencia y llegando a mantenerse erguidos por más tiempo, hasta que se convirtieron en bípedos, liberando sus manos, relajando los músculos de su cabeza, desarrollando una visión frontal y percibiendo la naturaleza desde otra perspectiva. Comenzaron a emplear herramientas y su uso desarrolló habilidades manuales. El cerebro se perfeccionó y creció en tamaño (el doble en un millón de años). La organización de sociedades, el trabajo compartido, la tutela y la educación sustituyeron las respuestas instintivas.

La voluntad de sobre vivir que encontramos en los seres vivos, no se limitó a fijar las pautas del organismo, se tradujo también en un esfuerzo coordinado del ser vivo por dominar su entorno. Obligó al mundo que lo rodeaba a cambiar. A su vez, estos cambios desequilibraron la ecología y el humano debió someterse a una nueva adaptación para mantener la armonía.

El hombre no se conformó a vivir dentro del mundo físico que la naturaleza le ofreció, sino que en forma cada vez más acelerada lo fue manipulando para cubrir nuevas necesidades de su desarrollo. La combinación del medio ambiente natural con las variables introducidas por el humano, denominado medio ambiente humano, es parte indisoluble del sistema que contribuye a crear. Es por ello que su actuación lo ha llevado a una verdadera trampa, en la que debe adaptarse psíquica y físicamente al mundo que lo rodea, bajo amenaza de su propia destrucción si no logra con él una relación de armonía.

La influencia del mundo físico sobre el ser humano se ve equiparada en importancia por la variable sociocultural. Esto produce una presión permanente sobre el fenómeno biológico singular que es el hombre, moldeando su personalidad en forma individual, pero siguiendo pautas comunes con el resto de sus congéneres. El conocimiento, la educación, los usos, las costumbres, las leyes, la ocupación, los medios de comunicación, van formando una estructura común a los humanos pertenecientes a su misma sociedad. 

El humano va desarrollando pues su psiquis, lo que trae como consecuencia una mayor ambición, ansias ilimitadas de llegar a nuevos objetivos, nuevos misterios que desvelar, barreras que superar. Amplía la capacidad de su cuerpo y su mano se ve extendida con un palo, con un hacha, con un arco y una flecha, con un fusil, con una aguja o un bisturí y más tarde con los milagros de la ciencia y la tecnología. Sus ojos se auxiliarán con lentes, telescopios, microscopios, aparatos de medición, de localización. Los nuevos medios de comunicación como la televisión, el cine, el internet, el teléfono, el satélite nos une más hasta llegar a ser una aldea global.

Su memoria se va ampliándose a través de los libros, las computadoras. Hoy el hombre es mucho más que un sr vivo, es la fusión del hombre y la tecnología.

Por lo tanto a raíz de esta variable ¿Podemos decir que el hombre es físicamente libre, o sus impulsos se encuentran atados a sus miembros tecnológicos en una aparente fusión de libertad?

La libertad política se encuentra definida como la libertad de cada humano en participar
en la administración del Estado.

Si  nosotros hemos de dirigir la evolución de las sociedades, deben ser capaces de dominar los procesos de su desarrollo. Pero ¿Puede ejercerse verdaderamente este dominio?

En la concepción evolucionista de la historia, el determinismo se alterna como el indeterminismo: el orden con el caos. Durante las fases del orden determinista la sociedad es previsible, al menos el principio: sabiendo bastante de los elementos que constituyen una sociedad, de las fuerzas que la rigen y de las fuerzas ambientales que obran sobre ella, podremos predecir con cierto grado de exactitud cómo se comportará, es decir, cuál será en el futuro su estado o condición aproximados. Sin embargo, durante una fase de cambio, como es la presente, el determinismo desaparece; y conocer los elementos y las fuerzas que obren muchas trayectorias posibles y el observador es esencialmente incapaz de decir cuál de ellas se adoptará y por consecuencia, que derechos o libertades impondrán a sus sociedades y a los individuos que la componen.

Conclusiones 

Entre todas estas libertades, la que otorga mayor libertad al individuo es su libertad psicológica, que es la conciencia de la libertad en sí, que como manifiesta Fellicien Chayalle en su Filosofía Moral, ¿Qué razón de orden psicológico hay para creer en la libertad? Una sola, pero decisiva, la conciencia de la libertad.

Tenemos conciencia de la libertad antes de la acción, pero eso es que reflexionamos antes de saber que decisión tomar y, también después de la acción, por eso es que nos juzgados moralmente responsables, aprobamos o desaprobamos nuestra conducta o la de los demás.

Esta conciencia de la libertad no es la ignorancia de los motivos a los cuales obedecemos. Jamás nos sentimos libres, como cuando después de haber reflexionado profundamente conocemos con toda claridad los motivos o móviles que nos llevan a tomar tal o cual decisión.

Los deterministas, sin embargo, objetan que la conciencia se engaña cuando nos afirma nuestra libertad. Los humanos realizan sus actos razonando su cumplimiento y creyendo que lo realiza libremente. Se creen libres, pero no lo son.

Es cierto que la conciencia a veces engaña, como nos engañan los sentidos, pero al igual que estos, la conciencia no nos engaña siempre. Cuando un dato sensible está de acuerdo con todos nuestros estados de conciencia y con todos los estados de todas las otras conciencias, el dato es verdadero, la convergencia mental es signo de la verdad.

El hombre que ha reflexionado profundamente antes de obrar, creerá siempre que en ese momento era libre, y todos los demás le juzgaran libre también, el acuerdo entre la conciencia del individuo y el acuerdo de las conciencias colectivas, serán los que permitan distinguir entre la conciencia sana y la ilusión de libertad.

Los actos realizados bajo la influencia de la pasión, de la coerción, de un deseo irreflexivo o de un hábito automático nunca serán actos libres. Solamente lo serán aquellos precedidos por el conocimiento y una profunda reflexión. Cuando el hombre conoce, reflexiona, actúa con todo su ser, obra con todo su yo, con el alma entera como dijera Platón.

Cuando digo que soy consciente, es que tengo consciencia de sensaciones tales como el dolor, el calor, el movimiento, el sonido, la tristeza, la felicidad, el hablar o el soñar. También tengo conciencia de recuerdos del pasado, de la comprensión de una idea propia o ajena, de la proyección de futuro o de una nueva idea, tengo conciencia de las causas y efectos de las cosas, dado por el conocimiento. Al mismo tiempo, esa actividad consciente razona y emite juicios, tiene la capacidad de considerar valores éticos como el bien o el mal. Se preocupa de problemas metafísicos como la religión, el origen y el destino del hombre. Y finalmente, trata de conocer su ubicación dentro del cosmos. Y esa conciencia que hoy ocupa su lugar en el espacio tiempo que es finito, procede de la suma de todas las consciencias que hemos heredado a través de los miles de millones de años y que han pasado de generación en generación, desde la aparición del primer gen humano hasta el presente convirtiendo, por la evolución natural de esas consciencias, a un hombre que es consciente de su propia consciencia. 

Por tanto podemos comprender que la libertad tiene sus límites, la falta de conocimiento, las emociones y las circunstancias exteriores pueden impedirnos reflexionar y de ese modo alcanzar la verdadera libertad, transformándonos en seres de instintos y de hábitos. Ciertas condiciones psicológicas, hereditarias o adquiridas, los límites es el carácter del individuo y en sus disposiciones momentáneas, pueden asimismo limitar su propia libertad.

Si la libertad varía con la reflexión y el conocimiento, esta a su vez tiene grados, puesto que los hombres reflexionan y poseen conocimientos en diferentes escalas. La libertad más elevada resulta de la educación de la voluntad y del estudio profundo. En todo caso, es menester, antes que nada, querer llegar a ser hombres de voluntad. La principal ventaja moral de la creencia de libertad es que se puede impulsar al hombre a liberarse de la tiranía de los deseos y de la ignorancia y de los hábitos. Ni impulsivo ni rutinario, sino sereno, meditativo, reflexivo y libre. Buda dice: “Dueños y herederos de nuestros actos, de ellos nacidos, a ellos ligados, de ellos dependemos. Todo acto que uno comete, sea bueno, sea malo, de aquel acto heredará”.

Por tanto todo depende de uno mismo. Ya que en el universo no hay garantías, pero tampoco límites.

Bibliografía:

Los problemas filosóficos del hombre, Manuel Rojas Polo
Cuerpo sin edad. Mentes sin cuerpos, Deepak Chopra
Teoría del conocimiento, J. Hessen
Diccionario Filosófico
Cosmos e Inmortalidad, José Schosser.
Tus zonas mágicas, Wayne W. Dyer


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