miércoles, 23 de enero de 2019

EL SIMBOLISMO DE LA ARQUITECTURA ESPIRITUAL

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA

Desde la más remota antiguedad las hermandades, fraternidades, gremios y religiones se concentraban en una actividad que manifieste el poder del conocimiento, la influencia en las creencias a través de las manifestaciones arquitectónicas, que se buscaban y buscan de esta manera influir a través de sus edificaciones ciertas manifestaciones o fuerzas de la evolución cósmica y geológica de la tierra con las condiciones del origen, la composición química y física y la evolución de la materia viva así como de las organismos que estas constituye.

El mundo es una gran vitrina de estos estilos de arquitectura, donde la audacia de las lineas, las monumentales estructuras cargadas de simbolos e inundadas de luz permiten que afloren el sentimiento de recogimiento, donde la contemplación es plegarias de piedra.

Muchos se especializaron en la maestria de la construcción, agrupados en cofradias y dirigidos por un Maestro. Sentían orgullo de su contribución, al levantar monumentos que conmuevan la elocuencia de la palabra, que guarden los más valiosos tesoros artísticos y sea un sitio de recogimiento espiritual, para que la alquimia efectue las transformaciones del plomo en oro, donde pocos logran ese cambio y muchos pese a su esfuerzo siguen siendo una piedra bruta en constante espera de pulir sus aristas y deficiencias.

Todas estas construcciones apuntan al sol naciente y poniente, donde el arte simbólico se manifiesta para interpretar la simbología de los saberes, muchos hoy perdidos, pero todos han copiado el modelo faraónico en la medida de sus posibilidades y así podemos expresar que todas las fraternidades y religiones utilizan en sus monumentos una especie de sello o marca que distinge y reconoce a sus adeptos según su grado de aprendizaje. Estos mensajes hay que descifrarlos, interpretarlos y adaptarlos como una filosofía de vida.

Generalmente se ingreso a un gremio como aprendiz, y tras un periódo de formación, es ascendido previo examen al siguiente grado de compañero y asi sucesivamente con el transcurrir del tiempo y una formación sólida llegará a ser Maestro de Obra y luego a las más altas instancias del gremio. Y en este peregrinaje que dura toda la vida, va en pos de nuevos conocimientos adquiridos mendiante el estudio de la obra, teniendo en cuenta el saber de la simbología, la alquimia, los conocimientos cabalísticos aplicados al mundo. Por tanto ser miembrode estos gremios es más que un modus vivendi, es toda una filosofía, donde la obra debe quedar inmortalizada para que las nuevas generaciones aporten luz a la oscuridad.

En todo gremio de constructores hay dos elementos indispensables que hay que dominar el hermetismo y el simbolismo, y esa es su verdadera riqueza, no la material sino la esotérica, donde la regla es el secreto para mantener a la organización incolumne, fuerte, sólida ante los embates del humano y del tiempo, y así la disciplina obliga a la abnegación y esta al anonimato, a la discreción en hacer el bien.


Jung establece que aparece lo espiritual en la psiquis como instinto, es un principio sui géneris. Platón por su parte, en el Timeo, especifica la idea de que el alma es extranjera a la tierra, desciende del universo inespacial e intemporal y desarrolla un proceso de crecimiento y vitalización que corresponde al período de la involución a la salvación. En un momento dado se produce la inversión de ese movimiento descedente y penetrante, el alma recuerda que su origen está fuera del espacio y del tiempo, fuera de las criaturas y del mundo del objeto, incluso más allá de las imágenes; entonces tiende a la destrucción de lo corporal y la ascensión de retorno. Esto es un principio del alma superior a toda la naturaleza, por lo cual podemos elevarnos por encima del orden y de todos los sistemas del mundo. Cuando el alma se separa, entonces, de todas las naturalezas subordinadas, cambia esta vida por otra, y abandona el orden de las cosas para ligarse y mezclarse a otros. Esta idea de rotación es la clave y meta de la mayor parte de los simbolos trascedentales como la rueda de las transmutaciones budistas, el ciclo zodiacal, el mito del génesis, el opus de los alquimistas, la idea del mundo como laberinto, de la vida como peregrinación, todo esto conduce a la idea del centro como simbolo de la finalidad absoluta del humano. Con esta proyección se construyen grande y bellas edificaciones como motor de representación e identidad de los valores del conocimiento, con componentes místicos y químicos que simbolizan el anhelo positivo de la busqueda de las verdades espirituales mediante el trabajo y la virtud. El material utilizado en las construcciones de estos templos invisibles deben ser de la mejor calidad, es decir la fuente de las vivencias intelectuales y espirituales que son simbolos vividos basados en la teoría del universo y del destino del alma.

Cuando sintamos los cambios dentro de nuestro templo interno, contemplemos sus elementos, decoraciones, colores, sonidos y nos harán recordar de los Maestros Constructores donde sus palabras lo expresaron en imagenes, donde la supraconciencia entra en contacto con la esfera del espíritu para enseñarnos la esencia, en la cual se fusiona el mundo material y el sobrenatural mediante el conocimiento normativo de la matería simbólica.

Este lenguaje de imágenes y emociones, basado en una condensación expresiva y precisa que habla de las verdades trascedentales exteriores al hombre (orden cósmico) e interiores (pensamiento, orden moral, evolución anímica, destino del alma) presenta una condición que le confiere un carácter dramático a la esencia del simbolo que consiste en poder exponer simultáneamente varios aspectos de la idea que se expresa. Esta virtud de interpretar recibe su verdadera significación cuando sirve de soporte para elevarnos al conocimiento de las verdades sobrenaturales o metafísicas, en el propio y verdadero sentido de la palabra, lo cual es precisamente la función del simbolismo. El simbolo debe ser inferior siempre a la cosa simbolizada y esta idea ratifica que lo superior no puede nunca simbolizar lo inferior sino inversamente, lo superior nos recuerda lo inferior, atribuyendo al simbolo la misión de abolir los límites de ese fragmento que es el humano para integrarlo en unidades más amplias como es la sociedad, la cultura y el universo. Esta unificación no equivale a una confusión, más bien permite la circulación de un nivel a otro, integrando todos esos niveles y planos sin destruir sino ordenando en un sistema perfecto. Así un arbol puede ser sagrado sin dejar de ser árbol, en virtud del poder que manifiesta el hombre ante el elemento, y allí explico la relación intrinseca que consiste en el parentezco esencial de un proceso que por la aceptación de la gente se convierte en realidad y que conecta el mundo exterior al mundo interior.




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