VICTOR
MANUEL GUZMAN VILLENA
Tao Sté se había desilusionado porque
sus congéneres no sabían vivir en
armonía con la naturaleza. Deseando pasar sus últimos de su vida en soledad, se
subió al lomo de un búfalo de agua y se dirigió al oeste, el lugar que hoy es Tíbet.
Cuando llegó al paso de Hankao, un guardián al enterarse de sus intenciones de
apartarse de la sociedad, intentó persuadirle para que volviera atrás. Pero aunque no consiguió, logró convencerle de que
al menos escribiera la esencia de sus enseñanzas para que los demás pudieran
aprovechar la sabiduría. Al cabo de tres días Lao Tsé volvió con un conciso
volumen compuesto de ocho y un aforismos titulado Tao
Te Ching, que significa “El camino y
su poder”. Una de las principales percepciones descritas en el libro es que si
observamos la naturaleza que expresa y nos conectamos con la sabiduría
intuitiva que hay en nuestro interior y ésta nos guiará en cualquier situación.
Para ello hay que estudiar y fomentar como
hábito diario los principios del tai chi
chuan, que se lo realiza en lugares
abiertos, es una meditación dinámica realizada con movimientos lentos, que se
practica para gozar de salud, equilibrio y longevidad; el chi gong, un antiguo sistema chino de respiración y movimientos
concebido para mejorar la salud y el bienestar y para prevenir las
enfermedades; el feng shui, el arte chino de crear un entorno basado en patrones yin
y yang y en la circulación energética; y la acupuntura,
una medicina complementaria que equilibra la polaridad de las energías del
cuerpo insertado unas finas agujas en puntos de los meridianos para que el chi
vuelva a circular adecuadamente y el paciente recupere la salud. Este flujo
energético que podemos controlar se llama
Tao, que viene hacer la esencia primordial o el aspecto fundamental del universo; es el orden natural de toda la existencia, mediante el abandono de nuestro propio camino para seguir en su lugar el gran camino
PRINCIPIOS
El tao es un principio cósmico que infunde
vitalidad a todos los aspectos de la vida. Cosmológicamente, que al moverse se
convierte en dos polos opuestos que fluyen entre sí, conocidos como el yin y el
yang y de los que surge a su vez el mundo material, que aparece ser lo opuesto
a la unidad.
El taoísmo se practica viviendo en armonía
con la sabiduría. Es decir el no ir en contra de la acción de la naturaleza. El
agua es un símbolo común en los textos taoístas que nos recuerda que la
adaptabilidad es también un signo de fuerza. No hay nada que sea más adaptable
que el agua y, sin embargo, el agua puede erosionar una piedra. Esta filosofía
de vida nos enseña a fluir con los procesos y los cambios naturales en lugar de
ir en contra de ellos. Practicar es valorar la flexibilidad y la humildad.
La vida y la muerte son partes de un ciclo
que se van alternando y que no se debe desear ni temer. Nuestro destino es
participar en la coagulación y la dispersión de la vida. Por lo que siempre
debemos tener presente en preservar y cuidar la vida para gozar de longevidad e
incluso de inmortalidad mediante prácticas de alquimia interna y externa:
meditación, ejercicios de visualización y prácticas físicas.
FLUYENDO COMO EL AGUA
Con esta introducción es más asequible entender
el Tao, y así podremos reconocer fácilmente el símbolo del yin y el yang, que
consiste en un círculo dividido en el centro por una línea serpenteante que
semeja a un río fluyendo de la parte superior a la inferior.
Una mitad del círculo es negro y la otra
blanco. Dentro de cada mitad hay un pequeño círculo de color opuesto: en la
parte negra es blanca, y en la parte blanca es negro. Simboliza la energía que
fluye de un polo a otro en la continua danza de los opuestos. El día se
convierte en la noche y la noche se convierte en el día. Las mareas suben y
bajan. La temperatura cambia de caliente a fría. A veces estamos sanos y otras
enfermos; a veces estamos alegres y otras tristes. Todos experimentamos en la
vida cotidiana esta danza a través de este fluir que se da entre las
polaridades.
De la misma forma que el invierno se
convierte en primavera y que los nuevos retoños reemplazan a las ramas desnudas
del invierno, nuestra vida tiene una inteligencia y un misterio que la guían
como un río invisible que sabe cómo volver a su fuente. Esta inteligencia entrelazada
en el paso de las estaciones fluye a lo largo de nuestra vida.
Podemos ver este río fluyendo en nuestra
vida, cuando conocemos a las personas que necesitamos conocer, o cuando nos
encontramos con las oportunidades que nos permiten prosperar, y con los retos
que nos ayudan a cultivar nuestros recursos interiores.
Para lograrlo hay que ser receptivos,
observar la vida en la simplicidad de la
naturaleza y cultivando la sensación intuitiva que nos permite ceder en la
contraposición de la vida. Ninguno de los dos se considera bueno o malo, ambos
son complementarios, necesarios para mantener nuestro equilibrio. El equilibrio
se da en la circulación de la energía entre opuestos, lo oscuro, húmedo y
femenino como la tierra y lo luminoso, seco y masculino como el cielo.
NO RESISTIR
En el desarrollo de nuestro camino
espiritual, del progreso material, de una vida correcta, de una relación
afectiva, comprendemos que el camino siempre está fluyendo. Que seguimos un
proceso para llegar a la felicidad plena.
Pero también hay ocasiones en las que nos
resistimos a dejarnos llevar por la corriente de nuestra vida. No queremos
aceptar las realidades, y por más que nos opongamos a ellas seguimos bajando
por el río de nuestra vida. Pero al verlo en retrospectiva puede que
comprendamos lo estúpido que es resistirnos, no sólo porque es inútil, sino
además porque aquello que tanto temíamos nos ofrece unos regalos inesperados.
Incluso en estados intermedios en los que nos sentimos impotentes, afligidos y
desolados, advertimos que al aceptar estas emociones en lugar de rechazarlas
experimentamos una profunda y extraña paz. Por tanto podemos sentir que es más
sensato fluir con el río de nuestra vida.
ALCANZAR
Fluir con el curso de la vida implica aceptar
los procesos relajados. Aceptar las situaciones, en lugar de intentar
cambiarlas o controlarlas. Tenemos que aprender a ser como el agua. El agua
sortea cualquier obstáculo y se adapta a aquello que lo contiene, busca los
lugares más bajos. El agua vence lo duro y lo quebradizo. Excava los cañones de
roca y desmorona las montañas. El agua es infinitamente dúctil y adaptable y,
al mismo tiempo, infinitamente fuerte. Es absurdo resistirse a la corriente. El
agua se escurre por nuestros dedos, no podemos retener ni rechazar esta escurridiza
corriente. Y sin embargo, en otros contextos intentamos oponernos a ella todo
el tiempo y ello nos impide avanzar en armonía y explotamos.SIGAMOS EL CURSO DE LA VIDA
Saborear una dulce naranja, aspirar el
perfume de una flor o embelesarnos con
las formas de un atardecer es maravillarnos de la perfección de la naturaleza, de
sus actos creativos de la naturaleza que se llevan a cabo a través de un
misterioso proceso más allá de nuestro control y que nos enseña a ser humildes ¿Por qué interferir o intentar controlar aquello
que ya es magnífico en su fluir natural? sin embargo, nos cuesta mucho intentar
hacerlo. Queremos controlar y cambiar las cosas y a veces incluso forzarlas a
que salgan como nosotros queremos. ¿Qué podemos hacer para vivir dejando que
la corriente siga su curso?
Quizás hayamos observado una práctica de tai chi en la que los participantes se
mueven de manera lenta y concentrada, siendo conscientes de la respiración. Este
proceso meditativo nos da una idea de lo que es estar presente. Hay que bajar
el ritmo habitual de pensar y actuar para ser conscientes de lo que está
ocurriendo en el momento presente. Si aprendemos a observar con armonía y
tranquilidad podremos reaccionar de la forma más adecuada.
NO LUCHEMOS CONTRA CORRIENTE
Posiblemente una de las cosas que más nos
cuesta es dejar que las situaciones ocurran, en lugar de intentar que sucedan
como nosotros queremos. Tenemos un ego tan fuerte que estamos convencidos de
que tener el control, o las riendas, significa ser responsables, decididos.
Pero esta postura no es la mejor.
Veamos algunas de las implicaciones que
tiene. Muchos de nosotros tal vez creamos que para hacer mejor un trabajo por
importante que éste sea difícil o lleno de dificultades, porque así nos
enseñaron desde la escuela o a través de la
religión, que el sufrimiento es el camino para tener una mejor vida. Nos
hacen empujar una gran roca hacia la cima de la colina. Lo que tenemos que
lograr convencer a nuestra mente es que los logros más importantes no son
difíciles de alcanzar y que es inútil seguir luchando contra la corriente. Dejemos
de intentar controlar una situación, y eso no significa que no debamos
esforzarnos por solucionar pero sin preocupación, porque el tiempo se encarga
de ello si nosotros no podemos. Y muchas veces hacer un esfuerzo adicional es
necesario. Al igual que el río fluye con fuerza al ir colina abajo, también hay
momentos en los que es adecuado que reforzar más. Hay muchas situaciones
personales, familiares, laborales, que nos van a exigir un esfuerzo adicional,
pero esto no significa que es ir contracorriente, sino que al contrario
significar responder a la situación que
se requiere, es más bien es ir con la corriente.
NUEVAS FORMAS DE MANIFESTARNOS
La vida nos dice cuándo hemos perdido el
equilibrio. La corriente de nuestra vida nos indica que estamos intentando
manipular una situación en lugar de dejar que siga su curso natural. Si somos
sensibles al fluir de la corriente de la vida, podremos adaptar el esfuerzo que
aplicamos y ver si es más adecuado ceder a ella o actuar. Ignorar las señales y
seguir empecinadamente por el mismo camino o quitarles importancia a cualquier
precio, implica que estás intentando controlar la situación en lugar de
rendirte a la sabiduría del fluir de la vida que nos ofrece a cada instante.
Hay que aprender a confiar en el fluir de
nuestro río de la vida para dejarnos llegar. No se trata de renunciar
temerariamente a tener el control. Al contrario, ceder al curso que sigue la
inteligencia de la naturaleza, es una decisión muy sagaz, aunque a veces
parezca no exigir esfuerzo. Por tanto hay que confiar en el fluir que nos lleva
el río. Si confiamos en su sabiduría nos sentiremos más seguros mientras nos
aventuramos hacia lo desconocido. A veces cuando tenemos miedo, buscamos alguna
certeza. Queremos conocer el lugar al que nos estamos dirigiendo. Podemos
incluso crearnos una vida pobre y previsible para evitar la desazón que nos
produce lo desconocido. Sin embargo, la vida nos obliga a entregarnos a ella.
Quizá de pronto nos quedamos sin trabajo, enfermamos, romperos una relación
sentimental, o nos encontramos en medio
de un desastre natural. Y sin embargo de estas situaciones inesperadas nos
enseñan a afrontar la vida de una nueva forma, a manifestarnos en nuevos
recursos interiores.
Si aún nos hemos aprendido la actitud de
no ir en contra de la acción de la naturaleza, no perdamos la oportunidad de
hacerlo. Pero para ello hay que cultivar la paciencia, como la nieve que cae de
la hoja en el momento exacto en que la fuerza de la gravedad la impulsa a
hacer. El sauce se dobla bajo la fuerza del viento. Nuestras vidas también
están sometidas a la presión y al empuje de los ritmos de la naturaleza. Para
estar en armonía con este fluir, debemos cultivar la paciencia que nos permite
esperar el momento adecuado para actuar o ceder.
Al esperar, la situación se aclara. Para
estar atento al momento oportuno hay que ser paciente. En algunas ocasiones, es
más prudente esperar a que nuestro amante se acerque y nos diga un cumplido o
nos dé un beso antes de preguntarle si nos quiere. En otras ocasiones, es mejor
quedar con la persona que nos atrae en lugar de dejar que siga con su vida sin
hacerle saber que la amamos. En la espera hay que descubrir el momento idóneo
guiándote por tu intuición para sentir cuándo debes actuar o ceder. Las cosas
suelen ir más lentas de lo que nuestro ego desea, hay una parte nuestra que es
impaciente y quiere la respuesta ahora y al observar esta parte podemos
reconocerla. Para ello hay que llevar una vida armoniosa con el misterio
invisible que está tejido en la matriz de la naturaleza que nos invita a
mantener una actitud abierta ante la vida, para fluir intuitivamente con sus
siempre cambiantes corrientes. Esta forma espontánea de actuar y fluir nos da
una nueva libertad. Al practicar esta danza de la vida aprendemos a cultivar la
paciencia, a esperar el momento oportuno para actuar o para ceder, y a fluir
con el ritmo de las energías mientras éstas se mueven entre los polos opuestos y
complementarios de la vida.