VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
M:. M:.
Cuando se vive la época navideña, donde
hablamos mucho de solidaridad y nos enfrentamos a la soledad que crece junto al
egoísmo y la competencia del consumo, no visibilizando la pobreza y
perpetuando la explotación de los marginados de la vida. Por ello he
planteado el tema de la generosidad, como análisis
y reflexión, tratando de sensibilizar el espíritu y por ende mejorar
el entorno en el cuales convivimos.
Partamos de que es un hábito de hacer el bien
a nuestros semejantes y también una virtud de dar no solamente bienes
materiales sino también nuestro tiempo, talento y la propia vida, sin esperar
nada a cambio. Esta cualidad suele ir ligada por un amor intenso hacia los
demás, para quienes se desea y se busca su bien personal; es el
cariño más firme que enseña que la generosidad es la principal cualidad de un
alma iluminada que se entrega hacia los demás. Para poder compartir y ser
bondadoso, primero debemos amarnos a sí mismos, para luego
proyectarnos a los demás, y es el primer paso hacia la iluminación y felicidad
duradera. La generosidad, no es solamente un proceso que acerca, sino que
además impulsa e inspira a los demás.
La generosidad reclama varias condiciones:
Debe haber privación propia. Si se hace un bien a otro sin privación propia, no
se habla de generosidad sino de bondad, que también es una virtud estupenda.
Igualmente, esta pérdida de un bien propio debe tener un valor moral o de
utilidad. Si es ligera o fácil sigue habiendo bondad. Si uno regala lo que le
sobra, es bueno pero no se le llamaría generosidad sino desprendimiento
bondadoso, como ejercicio coherente a una escala de valores que calme las
angustias de la conciencia.
No vale ser generoso para obtener
contraprestaciones, pero a pesar de ello éstas llegan por aplicación de la ley
de causa y efecto. La generosidad actúa en el corazón que
se expande y aleja el egoísmo. Y al dejar de ser egoísta, el espíritu vibra con
mayor intensidad, mejorando la salud y el entorno, de
esta forma se gana amigos y este círculo de amistad que se construye viene
a constituirse en una relación personal desinteresada, que nace y se fortalece
con el trato, basada en un sentimiento recíproco de cariño. Es un tipo de
alianza y unión de afectos que se funda en los sentimientos recibidos y que en
la misma medida que se dan, es una comunicación de espíritus que se brindan
apoyo mutuo, comprensión, cariño, en la más absoluta armonía entre
las personas, con lo cual somos capaces de respetar y de ser tolerante al
extremo.
La relación de amistad basada en la
generosidad, es de afecto y confianza, y nos sirve de refugio, porque en ella
podemos tener amparo, comprensión, ayuda y afectuosa protección. Allí se puede
encontrar consuelo y auxilio sin tener que dar nada a cambio. En este tipo de
amistad verdadera, no se tiene desarrollado el sentido de la posesión y no es
absorbente en su trato, no hay en ella exigencias, ni pretensión caprichosa o
desmedida, ni obligaciones, al contrario hay libertad y apoyo mutuo.
Y el beneficio más evidente es el que recibe el otro, y esto también es
beneficio para sí mismo.
Varios son los modos de ejercitar la
generosidad: siendo servicial, por ejemplo, ofrecerse a realizar los encargos
de otros, cuidar a los enfermos, acompañar a los ancianos, brindar consejos,
sacar a pasear a las mascotas. Esto significa dedicar tiempo a los demás, y
suele ser un ejercicio estupendo de generosidad, de elevar la autoestima y
valorar la vida en plenitud. Otra acción importante es regalar los objetos que
se van guardando sin darles uso y que con el paso del tiempo se convertirán en
inservibles. No se debe guardar, hay que donar a personas que
les darán mucha utilidad. Con estos pocos ejemplos que he descrito se puede ir
creciendo en solidaridad, como una muestra clara de que se ama en abundancia.
Y para amar en generosidad hay que ser
espirituales, porque son dones inseparables en la vida. La gente esclavizada a
las normas materialistas del mundo, al dinero, a la posesión y posición
social se aferran a las cosas, por lo tanto no pueden
poseer esta virtud. Esta actitud tiene que dejar de ser predominante
en la vida y más bien tienen que luchar contra ella a diario, significando
mantener la meta espiritual por delante de la material. Una de las grandes
pruebas es la buena voluntad de compartir con otros. Si han recibido, hay que
entregar una parte, y practicando esta clase de generosidad pueden testificar
el gozo y satisfacción que da el dar, ya que implica la decisión de servir y
ayudar.
La generosidad es un concepto que poco a poco
se ha ido perdiendo, porque en esta sociedad sin valores espirituales, se cree
que cuando alguien da algo por nada, es que hay una intención detrás, sin
apreciar lo bueno que hay en la vida de los seres humanos. Cuando se entrega lo
que sólo uno puede dar, la armonía que genera dentro de uno ilumina la vida de
los demás.
Para concluir a manera de reflexión,
transcribo un cuento del escritor español Pedro Pablo Sacristán: "Érase
una vez una nube que vivía sobre un país muy bello. Un día, vio pasar otra nube
mucho más grande y sintió tanta envidia, que decidió que para ser más grande
nunca más daría su agua a nadie, y nunca más llovería.
Efectivamente, la nube fue creciendo, al
tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las
personas, después los animales, y finalmente las plantas, hasta que aquel país
se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio
cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde
sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño,
sin poder hacer nada para evitarlo.
La nube comprendió entonces su error, y que
su avaricia y egoísmo serían la causa de su desaparición, pero justo antes de
evaporarse, cuando sólo quedaba de ella un suspiro de algodón, apareció una
suave brisa. La nube era tan pequeña y pesaba tan poco, que el viento la llevó
consigo mucho tiempo hasta llegar a un país lejano, precioso, donde volvió a
recuperar su tamaño.
Y aprendida la lección, siguió siendo una
nube pequeña y modesta, pero dejaba lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel
país se convirtió en el más verde, más bonito y con más arcoíris del
mundo."