domingo, 29 de junio de 2014

LA PLENITUD DE LA FELICIDAD

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA 

 La presión de la sociedad en la que vivimos ordena a nuestro cerebro a pensar siempre que los problemas son parte esencial de nuestras vidas y nos obliga a desenvolvernos  con la tortura, con atribulaciones  de no tener una paz interior que nos permita ser felices y alegres. Sin saber que la naturaleza nos ha dotado a cada uno de nosotros de la capacidad necesaria para  derribarlos  de una manera simple y rápida esas barreras anímicas, verdaderos obstáculos síquicos que limitan o invalidan nuestra innata aptitud para resolverlos.

Ermenson reflexionaba: “la vida consiste en lo que un humano piensa todo el día”. Si piensas en el éxito, creas un clima espiritual que posibilita el éxito. Si piensas en el fracaso, ya estás a dos dedos de él. Puesto estos grilletes intelectuales no se tiene existencia tangible, es preciso tratar de suprimirlos por medios puramente espirituales. Por eso es por lo que, para obtener ese resultado, me valgo de aquellos principios universales, cuya aplicación  aliviado  y curado, a través de las edades a miles de generaciones. Son cuatro los principios y temibles enemigos de nuestra paz interior, y que es, casi siempre, uno de ellos el que proyecta su ominosa sombra en el ánimo conturbado por algún problema.

La falta de confianza en uno mismo.  Allí es importante desplegar todas las fortalezas y el valor, y el mejor modo de resolver los conflictos propios consiste en ayudar al prójimo a zanjar los suyos. Allí al ser útil  se potencializará  el esfuerzo y la constancia en creer que tu eres todo y puedes resolver todo, así calará hondo en tus rincones crepusculares del  espíritu, de donde con lentitud pero con certeza expulsarás a la desconfianza en sí mismo. No siempre resulta fácil. En este mundo no hay cosa más difícil que cambiar de modo de pensar, pero es posible. Lo sé  porque hemos visto a muchos triunfar en esta ardua empresa.

El resentimiento. Muchos son los mensajes que recibo en mi página electrónica donde publico estos temas.  Donde las personas  se muestran convencidas de que el autor de sus males es otra persona y allí  la ebullición produce el hervor de un cólera reprimido. Ese resentimiento que clama por desahogarse hace mucho daño a la persona que lo alimenta que a la que le sirve de objeto o pábulo. Esa carga de malquerencia agota las energías del más fuerte. Impide toda comunicación conciliadora. Es algo muy difícil de conseguir  neutralizar los sentimientos, hay que estar en un plano elevado para lograrlo y olvidarlo. No hay más que un remedio para el resentimiento: el perdón. Algunas veces nos puede tomar mucho tiempo perdonar porque hay que  reforzar  los esfuerzos fallidos de eliminar este veneno.

Culpa y remordimiento. Un remordimiento oculto o embozado, no se desvanece por sí solo. se nos clava en la conciencia llenándola de angustia y temor. El único medio de librarnos de este terrible huésped es arrepentirnos sinceramente de la culpa cometida, hacer propósito firme de enmienda, ofrecer excusas y reparar, hasta donde sea posible, el perjuicio inferido, si lo hubo, y solicitar directa o indirectamente el perdón de la persona ofendida.

En conclusión todos debemos cambiar  todo el tiempo  por nuestra propia convicción sin tratar de cambiar a los demás para poder ser feliz. En lugar de eso, debemos enfocar para apreciar a la gente que nos rodea. Si queremos encontrar la verdadera plenitud de la felicidad, tenemos que dejar de depender de aquello que no nos puede dar satisfacciones positivas que alegren el alma, tomando en cuenta que todo lo que nos rodea cambia constantemente.

Cuando dejamos ir la necesidad de controlar y empezamos a encontrar la felicidad adentro, podremos disfrutar de la naturaleza inesperada de la vida, libre de temor y llena de amor.

 

Etiquetas